No es una pesadilla ni un mal sueño, estoy en la calle caminando en una agonía, me dirijo a la casa de mi joven amigo sin esperanzas de encontrarlo.
El hedor es espantoso, según salgo a la calle la putrefacción me rodea por doquier.
Miles de toneladas de basuras se amontonan hacia cualquier parte que mires.
Los arboles caídos se están deshaciendo pasto de la destrucción sistemática de toda la madera que constituía el tronco y las ramas.
Las hojas han desaparecido, se han convertido en polvo negruzco que lo invade todo.
La visión resulta obscena, millones de pequeñas larvas, gusanos y otro microorganismos pululan por los troncos y ramas desgajadas que a su vez se van deshaciendo en informes montones grises y malolientes que siguen estorbando el paso.
El proceso final parece ser pura descomposición e inmundo polvo acumulado por miles de toneladas.
Todo resulta gris, opaco, no hay transparencia en el ambiente.
La visión está limitada por unas decenas de metros sin que parezca que la luz del sol logre traspasar la barrera de polvo suspendido.
Montones de formas informes yacen acumuladas sobre el suelo.
Me acerco a observar lo que son y un horrible olor me echa para atrás.
No deseo retroceder, tengo que ver que no es lo que estoy imaginando, y vuelvo a acercarme a una de ellas.
Lo peor se confirma. Son cuerpos amontonados de personas fallecidas en mitad de la calle. El ejercito los ha ido recogiendo y amontonando, para que?.
Lo estoy viendo pues diversas fogatas se perciben en la gris luz del tremendo amanecer.
Están quemando los cuerpos cuando los montones son ingentes. Por la extensión del fuego algunos edificios que circundan las fogatas están ennegrecidos e incluso algunos quemados. ¿Y las gentes que los habitaban, donde están?.
Desalojados o muertos también, está claro, aunque doy por hecho que cientos de miles han ido abandonando la ciudad o han muerto abatidos cuando trataban de escapar al amparo de la noche.
Muchos de ellos engrosan los montones que voy divisando, a este paso no será necesario que la asfixia de cuenta de todos nosotros.
Lo harán los soldados que incesantemente circulan equipados con máscaras y armados de fusiles con bayonetas, arcos y grandes cuchillos que penden de sus cinturones.
Ahora me explico la ausencia de disparos que yo atribuía a que ya no había motines o revueltas.
No, ya no hay disparos, nadie puede correr, administran una muerte silenciosa y efectiva.
Me fijo más y veo que el suelo está pastoso en una mezcla informe de polvo, basura y sangre.
La sangre se mezcla con todo y forma una masa que va resecándose formando caprichosas e informes formas acumuladas con la basura.
Resulta escalofriante imaginar en que se han convertido
las calles de la gran ciudad.
Al caer la noche el infierno se desata en forma de ejecuciones sumarísimas de todo aquel que circula sin permiso especial de tránsito, o al menos es lo que supongo, aunque puede ser que esos permisos son ya inexistentes.
Si los hubiera, ¿quien los tiene y para que se emiten?, me pregunto.
Informes figuras van apareciendo de los edificios, que en silencio y arrastrando algunas pertenencias caminan en silencio, nadie sabe hacia donde o con que intenciones.
Las puedo imaginar, huyen arriesgándose a que la noche les pille al descubierto y pasen a formar parte de los montones de muertos que se hacinan por doquier esperando ser incinerados.
No hay compasión alguna pienso, cae la noche y todo aquel sorprendido fuera de las casas es ejecutado sin piedad, cuando no tiene permiso de paso.
Lo estoy imaginando, pero será lo que ocurre cuando veo las decenas de cuerpos que se amontonan cada cien o doscientos metros.
La visión de todo mi entorno es horrible, aunque la peste indescriptible que agrede mis sentidos hace casi imposible imaginar algo que no sea seguir, dar un paso tras otro, no preguntar, no hablar, no pensar.
Un paso más, y otro, no mires, no pienses, continua tu camino hasta que llegues a tu destino y logres entrar en un refugio seguro, si es que ya existe en alguna parte.
Mi casa es segura todavía, pienso, pero ¿por cuanto tiempo?.
El cansancio me invade, voy a caer de un momento a otro, y será el final de todo.
La idea me tienta, déjate llevar, túmbate en el suelo y espera tu final me digo. Todo será mas fácil así, acabarán tus angustias, pondrás fin a esta pesadilla interminable que no lleva a ningún sitio.
Me dejo caer, me dejo caer, la idea es atractiva y estoy a punto de apoyarme en una pared y deslizarme hasta el suelo cuando una forma minúscula que camina agarrada a la mano de otra forma mas grande invade mi vista.
Es un pequeño arrastrado casi por la mano de su madre o su padre, no hay forma de saberlo.
El recuerdo del pequeño que vive en casa llena mi mente y me impide caer allí mismo. Debes de seguir, me digo, no abandones, sería imperdonable que lo hicieras. Ellos tienen alguna posibilidad aún, tu no. Ya te dejarás morir cuando llegue el momento y estés en casa.
La idea de casa, de mi cama, de tumbarme y esperar el final me llega como bálsamo que alivia el cansancio. Mas aún la esperanza de proporcionar una oportunidad de salvación para Gloria y su pequeño me hace mover los pies, uno tras otro, otro paso más, y así poco a poco tras horas de caminar diviso la casa que busco.
Habrá alguien en ella o todo este esfuerzo no ha servido para nada.
gatufo
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