domingo, 1 de noviembre de 2015

COMIENZO DEL FIN








 





Capitulo 1


Siguen cayéndo las ramas de árboles centenarios o jóvenes, matando gente que pasea por debajo, e incluso han comenzado a caer árboles enteros de repente, sin ninguna explicación a este fenómeno tan inquietante.
Nadie sabe la razón, sin motivo aparente se derrumban como si de un infarto se tratara, pero los arboles no tienen corazón, o si?.
Enormes pinos caen sin cesar aquí, allá, y el estruendo es continuo, sobrecoge, que está pasando se preguntan las gentes que presencian estos hechos tremendos de una Naturaleza que se destruye a si misma.
Es el preludio de lo que está por venir?. Será que nuestro mundo acabará así, primero caen los árboles, unos pocos aquí otros allá y cada día que pasa se extiende la pandemia que consume el entorno arbóreo.
En las ciudades y pueblos los alcaldes no saben que hacer, tratan de tranquilizar a sus vecinos diciendo que han revisado los caídos y están aparentemente sanos, lo que resulta todavía mucho mas inquietante.

Sanos? pregunta todo el mundo, como van a estar sanos si se caen fulminados al suelo y matan a todo el que pillan debajo.
Ovejas, vacas, personas, gallinas, todo es aplastado bajo su peso.
Ya nadie puede evitar mirar hacia arriba cuando está debajo de los árboles, caerán encima de mi?, nos preguntamos todos.

No suelo salir de casa con frecuencia y los dos árboles que tenía frente al mirador los talaron hace dos años, me causo pena ver como los serraban y dejaban el tocón en tierra.

Hoy casi me alegro de no verlos, temería que cayeran contra los cristales y produjeran un estropicio.
Mejor así, esperar, no salir, alguna explicación habrá me digo a mi mismo.
La esperamos en vano pues no la tienen y no pueden darla, y el fenómeno de los árboles que caen se va extendiendo fuera de las ciudades, se propaga al campo, a otros paises y el terror ante semejante tragedia global e inexplicable comienza a cundir por todas las regiones del planeta.

Esta masacre arborea nos estará avisando una catástrofe cercana en la que la tierra protesta por la intrusión humana antinatural?. 
El hacinamiento en las ciudades, la aniquilación de millones de plantas por el asfalto inhumano y antinatural de autopistas, carreteras y masivas poblaciones con calles que ya no respetan la tierra ni a los animales, e incluso se elimina el césped natural sustituyéndolo por una masa informe verde que imita lo inimitable de la naturaleza.
Alarma generalizada es lo que se está produciendo ante la falta de una explicación razonable.
No es natural, será una enfermedad que ataca a toda la floresta del planeta y está diezmando la masa forestal?, es la pregunta que se hace en los medios, tertulias, e incluso en las familias.
Como pueden caer árboles centenarios dejando sus raíces al descubierto, la tierra levantada y el pavor de todo aquel que lo ve o lo escucha por los grandes estruendos del derrumbe inexplicable para las gentes del campo y la ciudad.
Que se anuncia con estos hechos?.
Tratan de tranquilizarnos diciendo que parará, que es transitorio, no se tiene constancia de un hecho semejante y ante la falta de criterio o pruebas científicas que avalen la teoría de una enfermedad arbórea la gente especula, los medios especulan, y el terror se extiende como una gran mancha de aceite que va anegando la tierra según van cayendo gigantes centenarios que nada les había afectado antes.


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Hay quien anuncia el fin del mundo y proclama que nos preparemos para el desastre total, la extinción de vida en la Tierra.

Inventan frases inexistentes de las escrituras, y nos van saliendo profetas en cualquier sitio.
"Vendrán males que asolarán la tierra" y 

el Armagedón anunciado en la Biblia es lo que nos viene a todas las mentes.
Constantemente se escuchan teorías o amenazas de como va a evolucionar esta catástrofe natural. Nos piden que imaginemos a los arboles cayendo porque ya no encuentran el ambiente adecuado para su desarrollo. Caerán sin parar, primero en una zona del mundo, como ya sucede, luego en todos los otros lugares, no hay región o país que se libre y finalmente no quedará un solo árbol en el todo el globo terráqueo.

La vida de los seres que necesitan esos árboles se irá extinguiendo con ellos.
Nosotros mismos necesitamos los árboles para purificar la atmósfera, para respirar, y se preguntan los expertos de turno: ¿cuanto duraría el oxigeno necesario para millones de seres que habitan este planeta?.
Imposible de concebir una vida para los pájaros, ardillas, seres humanos y toda clase de animales que necesitan la masa forestal para sobrevivir, para respirar, para cubrirse de los implacables rayos del sol, para que llueva, para que las aguas se vayan regenerando.
Quién quedaría en el mundo? Difícil imaginarlo.

Sin lluvias, sin plantas, sin animales, cuanto tiempo tendría que pasar para que la desolación absoluta y total se adueñara de toda la tierra.
Poco en realidad, muy poco, y los que fueran sobreviviendo devorarían a los suyos propios al no tener que comer.

Los pantanos se irían secando, los ríos dejarían de fluir, y la sed ardiente se haría implacable.
Finalmente la muerte para casi todos los seres vivos que dependen de la floresta, la lluvia, el agua, y el oxígeno.

Posiblemente las cucarachas, u otros insectos podrían sobrevivir?

Quien lo sabe, aunque es probable que estos seres también necesiten de los árboles para devorar sus hojas, poner sus huevos, huir del frio o el calor extremo, y sobre todo respirar.

Que otra alternativa buscarían para sobrevivir y ser los únicos seres vivos de una tierra marchita y desolada?.


Ante la ausencia de pájaros insectívoros, los insectos se propagarían por millones al menos de momento, acabarían con todo haciendo imposible otra clase de existencia.


Y así se siguen las especulaciones de los mal llamados expertos que nos están poniendo ya los pelos de punta.

El miedo se extiende todo comienza a ser caótico, cada cual trata de atrincherarse en sus casas, velar por sus vidas, procurarse lo estrictamente necesario y poco más.

Las muertes por aplastamiento se cuentan ya por millares. 

Al principio socorrían a los heridos, recogían a los muertos bajo las ramas, ya no se da a basto y nadie se atreve a internarse en una zona boscosa.
Los cadáveres de animales y humanos  se pudren bajo las ramas y el olor es irresistible.
Igual que minas diseminadas por la tierra, que explotan cuando se las pisa, los árboles caen sin avisar aplastando todo aquello que les rodea.

Algunos huyen a terreno abierto, despejado, desértico incluso, pero los alimentos van escaseando,las carreteras están impracticables con miles, millones de arboles caídos que impiden es paso por ellas.

Solo circularcampo a través es posible, los suministros escasos para mantener las poblaciones pobremente abastecidas, y ya nadie piensa en otra cosa mas que sobrevivir ante lo desconocido y esperar, esperar que todo pase.
Han acabado las contiendas pues quien se preocupa de hacer una guerra cuando todo parece que se destruye.


+++++++++++

Todo esto es una mera especulación ante algo que está sucediendo en mi ciudad.

Decenas de ramas han caído este verano, han muerto dos o tres personas, arboles que se derrumban de repente sin saber el motivo y el ayuntamiento que promete revisar los cientos de miles de árboles que crecen en Madrid.
Alguien puede creer que esta revisión puede hacerse?.

Yo lo dudo, y pienso que debemos cuidar mucho mas nuestro entorno u otras generaciones vivirán situaciones imposibles de concebir.

Duerman bien, sin pesadillas, y miren hacia arriba cuando paseen bajo los árboles.





Capitulo 2

Decido salir a la calle, ha pasado una semana desde mi última escapada y a penas quedan existencias en la casa, mi gato se está quedando sin su comida y continuamente se lamenta.

El pobre no entiende nada de lo que pasa. Mi esposa me ruega que no salga, tiene mucho temor a lo que me pueda pasar, y prefiere consumirse sin comida antes que perderme.
Ella no puede moverse, está en silla de ruedas y necesita que alguien la empuje, le ayude a incorporarse si quiere sentarse en cualquier otro lugar y a duras penas puede ponerse en pié.
Hemos racionado la comida hasta límites insospechados pero se acaba.
Ya no hay especulaciones catastróficas en los medios. 

Han sido controlados por los Gobiernos y el ejercito se ocupa de seguir las pautas necesarias para que no cunda el pánico.

Lo controlan todo, supermercados, comunicaciones, limpian algunas carreteras removiendo miles de árboles que impiden el paso de los camiones con suministros.

Hay gabinetes de crisis por doquier que se afanan en atajar la catástrofe medio ambiental que supone la pérdida de la masa forestal.

No nos dicen lo que puede pasar en las selvas del Amazonas y otras parecidas que son los pulmones de planeta.
El terror es general, el ejercito circula por las calles de Madrid y trata de controlar que no haya pillajes o tumultos.


Estoy en la calle y la vista es desoladora. No hay lugar donde algún árbol no esté caído habiendo aplastado coches, estructuras, tejados y produciendo infinidad de bajas entre peatones desprevenidos.

No hay cuerpos, los han ido retirando ante la ausencia de peligro físico de derrumbes,no queda árbol en pié,  y hay mas que peligro de epidemias. 
Nada se comenta del número de bajas entre la población pues no quieren que el pánico sea aún mayor de lo que ya es.
¿Donde voy?, pienso, lo mejor acercarme a alguno de los supermercados conocidos. 

El primero está abierto custodiado por la policía, una interminable fila de gente se agolpa para ir entrando. 
La hilera de personas da la vuelta a toda la manzana, y grandes carteles anuncian que deberán llevarse los D.N.I. de las unidades familiares o personas que convivan en un solo piso para administrar los alimentos que lógicamente están ya racionados.

El orden existe, al menos de momento, y eso me tranquiliza.

Llamo a mi esposa por teléfono y le cuento lo que he visto, le digo que permanezca tranquila, que voy a tardar mucho pues tendré que esperar la fila, y que todo va bien pues llevo los D.N.I. el suyo y el mío. 

Me dice que no me preocupe por ella, que está bien, y que esperará todo lo que haga falta.


Con paciencia me pongo en la fila, saco mi kindle y comienzo a leer procurando calmar mis ánimos.

No se si para comprar la comida de Gatufo tengo que llevar algún documento que acredite su identidad y que vive con nosotros.
Si no puedo tendremos que compartir con el la nuestra, no habrá problema alguno.
En la fila observo que hay toda clase de personas, mayores, jóvenes, hombres y mujeres a veces en parejas, casi todo el mundo guarda silencio o trata de escuchar noticias en la radio.


La policía y el ejercito han impuesto un gran respeto, se guarda el orden y no hay, que yo sepa ninguna clase de tumulto.

Cuando comenzó el pánico si lo hubo, luego los gobiernos Europeos fueron tomando medidas conjuntas y se recupero el orden en las calles.
Ahora la gente calla y susurra en voz baja las últimas noticias que nunca suelen ser ciertas.

Vienen filtradas por los gobiernos y en realidad no dicen nada de lo que está pasando.

¿Hasta donde llega la plaga de los "áboles y matorrales caidos" ?. No se comenta, han encontrado algún remedio o explicación?. Tampoco se comenta.

Solo se dan noticias regionales o nacionales, lo que ocurre en los países de Europa que sufren iguales consecuencias y toman similares medidas que nosotros.
Hay un gran gabinete de crisis en Bruselas, que dicta las normas de lo que es preciso hacer en los diferentes países de la Unión.

Nada más se dice o se comenta, el hermetismo es total.

Es muy posible que traten de que no se produzca una estampida general, huyendo de las zonas desoladas del continente Europeo y marchando por avión o cualquier otro medio de transporte hacia zonas que se hayan librado de la tragedia de los árboles.
Habrá alguno?, me pregunto, o esto es absolutamente global.
Yo no lo se, nadie de mi entorno lo sabe, pero imagino o deseo pensar que no, las consecuencias serían demasiado horribles en un corto plazo.

No vemos a nadie que salga, lo harán por la otra puerta, de esa forma no sabemos lo que se llevan.
Es de suponer que a medida que van pasando

los primeros de la fila los suministros se van acabando. Nadie puede controlar las existencias si no saben cuantas personas van a acudir a comprarlas.
Llevo una lista de lo que nos hace falta, siempre la he llevado antes y ahora con mas motivo. 

La repaso mentalmente para no pensar en otra cosa. 
Procuro no hablar con nadie y escuchar lo que comentan los otros.

Miedo es lo que dejan entender todas las conversaciones. No hay explicación posible a lo que está sucediendo, y el espectáculo de ver todos los árboles que había en el paseo, caídos en el suelo no es una imagen tranquilizadora.

Han apartado los que había en la calzada pero casi no pasan coches. La gente comienza a ahorrar combustible por temor a lo que esté por venir.

Y esa el la gran pregunta que nos hacemos todos, ¿cuando parará esto?, que veremos en un mes o incluso la semana que viene?. Seguirá todo parecido, controlado, o ya estaremos sumidos en el caos?.


Prefiero no especular dentro de mi cabeza pero es inevitable. Cuando bajo la guadia los pensamientos apocalípticos vienen a mi mente y trazo planes para afrontar la catástrofe. 

No se me ocurre nada, no tengo coche, mi esposa está casi incapacitada, no puede andar, a penas incorporarse, donde voy o que hago si todo empeora?. Otra vez me digo, mejor no lo pienses, vive hoy, afronta hoy lo que tengas que hacer, mañana será otro día con otros problemas que tendrás que ir solucionando.
Eso es todo, no hay más, por muchos planes que quieras hacer siempre la realidad será otra diferente de la que ha pensado o previsto.


La puerta de entrada va estando más próxima, miro el reloj, cuanto tiempo ha pasado?. Dos horas, tampoco ha sido demasiado e incluso pensaba que estaría más.

Es una mala señal, pienso otra vez sin poder evitarlo, es una prueba clara de que se acaban los alimentos y la gente tarde menos porque ya casi no pueden llevarse de nada.

Calla, no pienses me digo, ya has empezado otra vez a suponer lo peor.


Pero es cierto, lo compruebo en cuanto entro, las estanterías están casi vacías, y en cuanto llego a donde recogen las notas de lo que deseamos llevarnos van tachando mas de la mitad de lo que yo había escrito.
Puedo llevar arroz, algo de leche, alubias, pasta, jabón, huevos, y poco más.

No hay verdura, ni fruta, no hay pescado, ni carne, ni queso, a penas aceite o azucar, consigo una botella y un kilo solamente, tampoco quedan patatas, total que no se como nos vamos a arreglar para una semana.
Es lo que me dicen, me sellan un papel en el que especifican lo que llevo, la fecha, y que mi próximo suministro puedo hacerlo en una semana. Lo registran en el ordenador y me dicen claramente "que no trate de ir a otro supermercado" pues está prohibido por una ley reciente. 

Si intento hacerlo pueden detenerme y no entregarme ya mas suministros.

Estoy anonadado, esto es mucho peor de lo que pensaba, no es de extrañar que salgamos por otra puerta fuertemente custodiada y nos indican que no comentemos nada con nadie de todo lo que nos han dicho.

La gente que espera fuera podría amotinarse, y se podría originar un gran tumulto, pero es lo que hay y gracias que lo racionan para que alcance a la mayor cantidad de personas.

Yo también comienzo a sentir el temor, miedo a lo que está por venir y un sudor frío comienza a brotar de mi frente.  

Que le voy a dar a Gatufo, arroz?, un poco de embutido, jamón de york que a el le gusta, pero es un producto que caduca,  y luego?.

Antes de salir me dirijo a uno de los encargados de distribuir lo que han ajustado y le pregunto si tienen comida de gato.

Siento un gran alivio cuando me dice que sí, que le enseñe la cartilla del minino, la mira, la sella, y se marcha. 
Llega con un saco de comida, no demasiado grande, y algunas latas.
Para una semana, me dice, antes no puede venir asi que racione al gato todo lo que pueda.

Gatufo está salvado, respiro y me tranquilizo, al menos el gato comerá y son buenas noticias.


En silencio salgo del supermercado y tratando de casi esconder los productos voy mirando a un lado y a otro temeroso de que me los puedan robar.


¿Que puedo hacer si eso sucede?
El temor se masca entre quienes esperamos entrar en el supermercado, se habla en voz baja pues no queremos poner nerviosos a los soldados o policías que nos miran con cara aviesa y custodian la fila.


No vemos a nadie que salga, lo harán por la otra puerta, de esa forma no sabemos lo que se llevan.
Es de suponer que a medida que van pasando

los primeros de la fila los suministros se van acabando. Nadie puede controlar las existencias si no saben cuantas personas van a acudir a comprarlas.
Llevo una lista de lo que nos hace falta, siempre la he llevado antes y ahora con mas motivo. 

La repaso mentalmente para no pensar en otra cosa. 
Procuro no hablar con nadie y escuchar lo que comentan los otros.

Miedo es lo que dejan entender todas las conversaciones. No hay explicación posible a lo que está sucediendo, y el espectáculo de ver todos los árboles que había en el paseo, caídos en el suelo no es una imagen tranquilizadora.

Han apartado los que había en la calzada pero casi no pasan coches. La gente comienza a ahorrar combustible por temor a lo que esté por venir.

Y esa el la gran pregunta que nos hacemos todos, ¿cuando parará esto?, que veremos en un mes o incluso la semana que viene?. Seguirá todo parecido, controlado, o ya estaremos sumidos en el caos?.
Prefiero no especular dentro de mi cabeza pero es inevitable. Cuando bajo la guardia los pensamientos apocalípticos vienen a mi mente y trazo planes para afrontar la catástrofe. 

No se me ocurre nada, no tengo coche, mi esposa está casi incapacitada, no puede andar, a penas incorporarse, donde voy o que hago si todo empeora?. Otra vez me digo, mejor no lo pienses, vive hoy, afronta hoy lo que tengas que hacer, mañana será otro día con otros problemas que tendrás que ir solucionando.

Eso es todo, no hay más, por muchos planes que quieras hacer siempre la realidad será otra diferente de la que ha pensado o previsto.


La puerta de entrada va estando más próxima, miro el reloj, cuanto tiempo ha pasado?. Dos horas, tampoco ha sido demasiado e incluso pensaba que estaría más.

Es una mala señal, pienso otra vez sin poder evitarlo, es una prueba clara de que se acaban los alimentos y la gente tarde menos porque ya casi no pueden llevarse de nada.
Calla, no pienses me digo, ya has empezado otra vez a suponer lo peor.


Pero es cierto, lo compruebo en cuanto entro, las estanterías están casi vacías, y en cuanto llego a donde recogen las notas de lo que deseamos llevarnos van tachando mas de la mitad de lo que yo había escrito.


Puedo llevar arroz, algo de leche, alubias, pasta, jabón, huevos, y poco más.

No hay verdura, ni fruta, no hay pescado, ni carne, ni queso, a penas aceite o azucar, consigo una botella y un kilo solamente, tampoco quedan patatas, total que no se como nos vamos a arreglar para una semana.
Es lo que me dicen, me sellan un papel en el que especifican lo que llevo, la fecha, y que mi próximo suministro puedo hacerlo en una semana. Lo registran en el ordenador y me dicen claramente "que no trate de ir a otro supermercado" pues está prohibido por una ley reciente. 

Si intento hacerlo pueden detenerme y no entregarme ya mas suministros.

Estoy anonadado, esto es mucho peor de lo que pensaba, no es de extrañar que salgamos por otra puerta fuertemente custodiada y nos indican que no comentemos nada con nadie de todo lo que nos han dicho.


La gente que espera fuera podría amotinarse, y se podría originar un gran tumulto, pero es lo que hay y gracias que lo racionan para que alcance a la mayor cantidad de personas.


Yo también comienzo a sentir el temor, miedo a lo que está por venir y un sudor frío comienza a brotar de mi frente.  

Que le voy a dar a Gatufo, arroz?, un poco de embutido, jamón de york que a el le gusta, pero es un producto que caduca,  y luego?.

Antes de salir me dirijo a uno de los encargados de distribuir lo que han ajustado y le pregunto si tienen comida de gato.

Siento un gran alivio cuando me dice que sí, que le enseñe la cartilla del minino, la mira, la sella, y se marcha. 
Llega con un saco de comida, no demasiado grande, y algunas latas.
Para una semana, me dice, antes no puede venir asi que racione al gato todo lo que pueda.

Gatufo está salvado, respiro y me tranquilizo, al menos el gato comerá y son buenas noticias.
En silencio salgo del supermercado y tratando de casi esconder los productos voy mirando a un lado y a otro temeroso de que me los puedan robar.


¿Que puedo hacer si eso sucede





Capitulo 3


Estoy en la calle, fuera del supermercado, mi cabeza bulle de proyectos a realizar una vez que he salido de casa.
Dudo de ir a guardar las provisiones y volver a salir, opto por esta opción como la mas segura y casi corriendo llego hasta mi calle.
Subo, abro la puerta y escucho la voz de mi esposa que me saluda con alegría, siempre lo hace, voy a verla y está bien, me confirma. Le explico que debo volver a salir y tratar de encontrar a un amigo que me puede prestar un aparato de onda corta. 
El los ha coleccionado y es seguro que alguno me dejará.
Internet está muerto, no hay linea y solo se reactiva a momentos sin que sea posible usar el navegador de forma estable.
Lo mismo ha sucedido con las llamadas "redes sociales" o comunicaciones internacionales.
No funcionan, Facebook or Twiter, han desaparecido y así ninguna de las antiguas redes mas modestas. Tampoco funciona el mail, ni google, todo ha pasado a la historia.
La cobertura del móvil va y viene y solo permite llamadas locales o nacionales. 
Difícilmente puedes hablar mas de dos minutos pues se corta y te deja a medias.
El gobierno administra las lineas telefónicas igual que hacen con las provisiones.
Necesito una radio de onda corta para estar informado de lo que ocurre ahí fuera.
Beso a mi esposa y vuelvo a salir a la calle. 
He llamado a mi amigo y me espera en su casa, así que me dirijo rápidamente hacia la zona del centro, Atocha, que es donde el vive.
Tendré oportunidad de observar que ocurre en otras barrios de Madrid.
Imposible pillar un taxi pues casi no circulan, y los pocos que hay están muy solicitados. 
Tienen que dar rodeos constantemente para evitar los árboles caídos y la circulación se hace casi imposible, además la gente prefiere guardar el combustible por si se acaba o lo racionan más todavía. 
Han retomado la bicicleta como un preciado bien para desplazarse por la ciudad evitando obstáculos y buscando vías alternativas que nunca tuvieran árboles o grandes matorrales.
Camino deprisa, me voy fijando en todo lo que me rodea y procuro no deprimirme ante la vista de las pobres gentes que deambulan sin sentido.
Lo peor son los ancianos que parecen absolutamente desconcertados y perdidos.
Los grupos son disueltos de inmediato por la policía o el ejercito, no más de cuatro, "circulen por favor", es la frase que se repite una y otra vez.
En silencio, desganados, se disuelven los grupos y nadie sabe hacia donde se dirigen, van sorteando árboles caídos, coches aplastados, y montones enormes de basura que a duras penas se recoge.
Mi amigo me ha comentado que tiene mucho que contarme, pero no por teléfono pues es seguro que están intervenidos, además se corta de inmediato la comunicación transcurridos dos o tres minutos.
Estoy deseando llegar y escuchar lo que tenga que decirme. 
El ha preparado un buen aparato para mi y me asegura que podré escuchar emisoras del extranjero con noticias de lo que está sucediendo en otros países fuera de Europa.
La impaciencia me consume, difícil estar sin Internet, he vivido conectado los últimos diez años y ahora tendré que acostumbrarme al aislamiento total si todo esto continua.
Como habrán cortado la web y por que?, me pregunto constantemente. 
Desean suprimir los comunicados entre personas evitando asambleas, noticias, conflictos según ellos y las restricciones propias de un estado policial vuelven a estar en auge?.
Todo el panorama es muy desalentador y me demuestra que a la más mínima amenaza lo peor de esta sociedad tecnológica sale a relucir.
Una mujer joven con un pequeño de la mano se acerca a mi, viene desencajada con el terror reflejado en su cara, señor me dice, ¿sabe Vd. lo que está pasando?, más o menos señora, le digo.
¿Y que es?.
Ojala lo supiera señora, pero lo único que es evidente es que los árboles y matorrales se están derrumbando por todos los sitios, han bloqueado las comunicaciones en toda Europa, no circulan trenes, ni camiones, solo por el aire es posible el transporte, y lo peor es que se está acabando el combustible.
A grandes rasgos es lo que está sucediendo, creo, pero conviene no alarmarse pues parece que los gobiernos Europeos han tomado el control y como verá los soldados, la guardia civil y la policía, están en las calles.

¿Y que voy a hacer yo?, se lamenta ella, no tengo a donde ir.
¿Como es que no tienes a donde ir?, acaso vivías en la calle con tu pequeño?.
No señor, tenía una casa chalet que me dejaron mis padres, trabajo dentro de la casa pues era modista-diseñadora, pero todo ha quedado destruido cuando dos grandes arboles que había en el pequeño jardín se han venido abajo.
Comenzó un incendio en mi casa y tuvimos que salir mi hijo y yo con lo puesto, sin nada, llevamos casi una semana en la calle comiendo de las basuras y nadie se hace responsable de nada.
El aspecto que tiene la muchacha y su hijo es lamentable, sucios, hambrientos, aterrorizados y muertos de frió.
Por las noches ya refresca y si han dormido a la intemperie será milagro que no hayan cogido una pulmonía.
Venid conmigo les digo sin pensar, voy aquí cerca a casa de un amigo a recoger una cosa y luego voy hacia mi casa. De momento hasta que las cosas se soluciones podréis estar con nosotros, mi esposa, Gagufo y yo.



Pero señor, no se que decir, será mucha molestía para ustedes.
No me llames de usted, por favor, llámame Emiliano que es mi nombre.
Y el tuyo y el del pequeño cuales son?
Yo soy Glória, y mi hijo es Pedrito.
Encantado Gloria, es un placer conocerte Pedro, cuantos años tiene?
Ha cumplido cuatro, pero desde que se quemó la casa no habla. No dice nada, solo se agarra fuertemente a mí y solloza.
Mi amigo  está esperando fuera, pegado a su portal, se adelanta en cuanto me ve poniendo una cara de suma extrañeza.
No se atreve a preguntar nada, aunque enseguida le presento a Gloria y al pequeño, le explico en pocas palabras lo que les ha sucedido.

Enseguida nos dice que entremos y abre camino hasta su casa, entramos, Gloria y el niño se les ve ostensiblemente cansados.


Dentro de su casa hace sentar a Gloria y al pequeño, les saca unos refrescos y algo para picar. Mejor si tienes un par de bocadillos, le comento, están hambrientos.

Cuando están servidos, Juan pone una música suave y me lleva a su dormitorio.
Sigilosamente me comenta lo que el sabe escuchando la radio por onda corta. 
Habla Ingles y Francés con soltura y entiende lo que se habla fuera del continente en emisoras de medio mundo.
La situación es muy mala en todos los lugares a los que he podido acceder por la radio. 

El desastre es general, y en los países del norte donde los bosques eran la tónica del paisaje no queda casi ninguno en pié.
Es tal el caos, sigue,  que por carretera o ferrocarril no se llega a ningún sitio. Se comunican por aire o por barco, pero se les acaba el combustible y no saben que hacer.

Si quieren despejar carreteras acaban con las reservas y nadie garantiza que puedan restablecer las vías vitales para suministrar el combustible desde las refinerías. Tampoco que se puedan traer los alimentos desde los almacenes, las cosechadoras no pueden recoger nada ni sembrar, todo está impracticable.


El continua contándome lo que ha escuchado, y sigue, se van a reunir los expertos a nivel mundial en lugar no revelado, su mayor temor es que la atmósfera se vaya deteriorando y llegue un momento en que no se pueda respirar.

Hablan de sacrificar casi todo el ganado vivo pues consume demasiado oxigeno, necesario para los seres humanos, y entonces nos quedaremos sin carne, lo que tampoco es una solución viable.
¿Que hacer entonces, esperar? y que al final se acabe todo?. No parece tampoco acertado, pero quien decide lo que es viable o no, sin saber si lo que ocurre y cual es el motivo.
Lo escucharás por ti mismo, me dice, en el aparato de onda corta que te he preparado.
¿Y con esos dos pobres que has traído, que vas a hacer?.

Me los llevo a casa, no puedo dejarles otra vez en la calle, es superior a mi conciencia hacer semejante cosa.
Ya lo he decidido.

Vale tío, lo que tu digas, pero te metes en un gran conflicto. Ya sabrás que racionan la comida, y dentro de poco racionaran otras muchas cosas de las que no tenemos idea.
Vale, Juan, dentro de poco ya veré lo que hago, ahora se vienen conmigo a casa.
Toma, el aparato de onda corta, cuídalo y que tengas mucha suerte.

Gracias Juan, eres un amigo, lo cuidaré y ya me voy. 
No deseo que acaben con tu despensa, están hambrientos.

Poco después abandonamos la casa, Gloria y su hijo se han lavado a conciencia, han cepillado sus ropas, y sus caras ya no están tan pálidas. El color ha vuelto a sus mejillas.


A buen paso no encaminamos hacia casa, tenemos hora y media de camino y no deseo preocupar más a mi esposa.


Tenemos que llevar al niño por turnos, el pobre ya no puede más y no hay forma de llegar si no es a pié.


El pequeño maletín donde llevo la radio va prácticamente soldado a mi mano. No dejaría que se lo llevaran si no es arrastrándome a mi con el, confío en que no sea así.

Deseo como nunca llegar y estar al lado de Maria, y mi gato, que seguro esperan ya con verdadera angustia.

Caminamos, caminamos, sin parar. Yo voy delante señalando el camino y procuro no andar demasiado deprisa para Gloria cuando lleva a su hijo encima.

Me sorprende la fuerza que ella tiene cuando se trata de llevar a su hijo.
A mi me pesa mucho, supongo que a ella le tiene que pesar mucho más, pero no se queja, se lo tengo que casi arrancar de los brazos para sustituirla con el peso del pobre crío.
De vez en cuando le ponemos en el suelo y el niño camina durante un rato sin abrir la boca. No dice nada, permanece mudo pase lo que pase.

Casi llegando a mi calle presenciamos un hecho horrible. 

Hay un grupo de gente que mira fijamente hacia el suelo, la policía les mantiene apartados de lo que parecen dos muñecos desvencijados sobre el pavimento. 

Me fijo mejor según nos acercamos y veo con espanto que son dos ancianos espachurrados contra el suelo. Según comentan se han arrojado desde uno de los balcones agarrados de la mano, y ahí están como marionetas rotas, rodeadas de rojo intenso por todos los sitios.


No miréis le digo a Gloria demasiado tarde, ella está desencajada y tapa la cara de su hijo.



Capiulo 4



Vamos Gloria, tenemos que seguir, ya nos falta muy poco para llegar.

Es horrible, ¿como pueden haberlo hecho?.


No podría decirte, hay que estar en la piel de quien se quita la vida para saber lo que siente y la desesperación que puede tener esa persona.

Estos ancianos debían estar muy asustados, sin recursos, sin esperanza igual que otros, y han optado por dejar de sufrir.
Un salto, no sabemos si dolor, y todo ha terminado en un instante, yo no puedo opinar ni valoro la decisión que han tomado.
Vamos, por favor, rápido todo lo que puedas estamos casi llegando a mi casa. 

Yo llevo a tu hijo, no creo que haya visto nada y es difícil que lo entienda si los ha visto ahí caídos, no creo que esté mas traumatizado el pobre de lo que ya lo está.
Entramos en mi portal, y enseguida abro la puerta de la casa, la voz de mi esposa me da la bienvenida como siempre hace cuando llego. Así yo se que está bien, que todo sigue como lo dejé, y antes de verla ya me voy tranquilizando.
Traigo compañía, le digo tras saludarla, ahora verás a una chica joven y a su hijo.

Creo que a mi esposa ya nada le sorprende respecto a mi, que me presente con una persona extraña y su hijo no es novedad, pero creo que cuando sepa que se queda con nosotros si que se va ha extrañar.


Entramos en la sala, y presento a Maria, el niño y a su madre.

Se saludan, se miran, y Gloria le pide disculpas por estar en la casa, le dice que he insistido en que me acompañaran.
Gatufo, como hace siempre ante extraños, ha desaparecido.
Se caen bien las dos, lo noto de inmediato, no van a tener problemas y cuando empiezo a contarle a mi esposa lo que ha pasado la joven y su hijo, la cara de ella va cambiando y una mirada de ternura y compasión se extiende de inmediato por sus facciones.
Por supuesto que os quedáis con nosotros, tenemos sitio y si no lo hubiera se hace, con sus palabras queda zanjada la cuestión y yo les digo que me disculpen. Tengo que dejaros pues voy a poner la radio que Juan me ha dejado.
Salgo y las dejo a solas, el niño sigue pegado a su madre y no dice nada, ni tan siquiera cuando Maria le sonríe y le dice que vaya a su lado.

Me cuesta sintonizar una emisora que se escuche bien, por fin lo consigo y hay una buena señal, me acuerdo de mi amigo y le doy las gracias mentalmente.

Retransmiten en Inglés, americano seguro, se identifican como La Voz de América, y si, son ellos. Por Internet les he escuchado muchas veces.

No es una clase didáctica, dan noticias, tremendas y desalentadoras noticias.
Un locutor comenta que "todo está empeorando" pues hay países que han agotado sus recursos y nadie puede ayudarles.
Menciona regiones del sur de Asia, con cientos de millones de habitantes que han consumido todas sus reservas y donde la población está muriendo de hambre y sed por decenas de miles.
Otras muchas zonas del planeta están igual, han agotado sus recursos y no hay esperanza de que puedan ser auxiliados.
Europa, Estados Unidos, y los otros países del primer mundo no desean agotar el combustible de sus aviones ni enviar comida que puedan necesitar sus ciudadanos.

Ha llovido muy poco tras la caída de miles de millones de árboles y se teme que el ciclo del agua se interrumpa, dicen los expertos. Si esto llegara a suceder podemos darnos por extinguidos en un corto periodo de tiempo.

El panorama que pinta esta gente no puede ser peor, me digo a mi mismo, no me extraña que cierren las comunicaciones pues aceleradamente todo iría empeorando y las gentes huirían despavoridas buscando nadie sabe el que.

Habría motines, linchamientos, asesinatos, gentes despiadadas tratando de acaparar lo que pudieran.
Ni la guardia civil, ni el ejercito, contendría la oleada de
gentes al borde de la desesperación.
Apago el aparato de onda corta después de casi una hora de escuchar este tipo de noticias. 

Estamos en casa, me siento muy cansado, me reclino en el sillón y mi mente comienza a vagar al borde del sueño.
Mis ojos no acaban de cerrarse, los pensamientos de lo que ha sido mi vida hasta ahora se agolpan en un instante.
Recuerdo que en mi juventud estábamos siempre al borde del desastre nuclear.
Rusos y Americanos estaban en posesión de misiles balísticos, infinidad de ellos, cargados con cabezas nucleares capaces de destruir la tierra decenas de veces.
La idea era y es terrorífica aunque no podemos imaginar un suicidio masivo de esa índole para la raza humana.



Capitulo 5


No se dice, no se comenta, no se informa, pero las armas están ahí.

Hoy no son solo dos países los que están en posesión de ellas. Son una decena, o mas que se sepa, los que tienen el arma definitiva, "El anillo de poder" podríamos llamarlo que destruiría este planeta varias veces.
Aún hoy se teme que el fin del mundo venga de la mano del hombre, una guerra devastadora y fin, es sobre lo que se ha escrito, se ha novelado e incluso se han hecho infinidad de películas sobre ello.

Me acostumbre, igual que toda mi generación, a vivir en un mundo amenazado por la energía nuclear en todas sus formas.

Nunca imaginé llegar a esto, simplemente que las arboledas empezaran a desaparecer sin que nadie sepa el motivo.
Y el fin del mundo que conocemos podrá venir de la misma tierra que habitamos, harta de ser agredida, del envenenamiento de sus aguas, de su atmósfera, por la acción irresponsable y depredadora del ser humano. 

Si la situación no fuera desesperada tendría su moraleja.

No habrá moraleja si todo se destruye y el ser humano desaparece de este sufrido planeta.
+++++

Me despierto, en que estoy pensando, me digo.

¿Tu niñez que tiene que ver con lo que está pasando en estos momentos?.
Nada, pienso, y vuelvo a relajarme sin darme cuenta que los recuerdos vuelven a inundar mi cabeza.
Tengo algo de frío acostado en el sillón, me levanto en busca de algo para echarme encima. Las dos mujeres están charlando, parece que se llevan bien pienso, y vuelvo a mis recuerdos.



Otra vez despierto, la realidad se impone, ¿he dormido o solo recordaba otros tiempos?.
¿Volveremos a las cartillas y el racionamiento ante la escasez que se avecina?.

Deja de elucubrar, me digo, ponte en marcha ya.


En la sala mi esposa y Gloria están cabizbajas y muy calladas.

Hola, pasa algo? pregunto.

Ha dejado de funcionar la televisión, no sintonizamos ninguna cadena, y estamos alarmadas.

No es una buena noticia, ¿que sentido tiene el que la tele deje de emitir?.

Puede ser algún fallo técnico o de mantenimiento, yo que se, no entiendo nada sobre telecomunicaciones.


De repente otra vez hay señal, aparece un conocido locutor y pide disculpas por el corte en la emisión, debido dice a problemas técnicos.


Sus palabras alivian la tensión y como bobos seguimos atentos a lo que va diciendo.

Sigo mirando la televisión sin verla, no presto atención a lo que dice el locutor, ¿problemas técnicos?, que extraño.
¿Todas las cadenas con problemas técnicos?, no me lo creo y no digo nada para no empeorar los temores de las dos mujeres.
El niño, Pedrito o Tony?, le llamaré Tony, está acurrucado contra su madre y sigue sin hablar aunque su cara ya no muestra la tensión que tenía hace unas horas.

Salgo del salón y conecto la rádio, alguna emisora habrá que diga lo que está ocurriendo, pienso, tengo suerte y así es.

Logro captar una emisora pirata donde están diciendo que el ejercito ha tomado todas las cadenas de televisión y radio, desean controlar lo que se emite para que la gente no se alarme mas de lo que ya está.
La consigna es "que no cunda el pánico" con noticias adversas.
No son conscientes de que cercenando la información la gente se alarma mucho más.

Ya hay altercados y manifestaciones en varias ciudades europeas.

En París y Londres se han reprimido con dureza manifestaciones multitudinarias y hay cientos de detenidos y varias víctimas mortales.
La gente quiere saber que está pasando y que medidas está tomando su gobierno para enfrentar el problema.


Nada mas fácil que pedir medidas para atajar el problema, pero ¿cuales?. No se me ocurren, yo soy un jubilado de 65 años que a duras penas puedo cuidar de mi esposa y llevar mi casa, que voy a saber de atajar problemas de esa índole global si ni tan siquiera puedo solventar los míos propios.


Me prejubilé de mi trabajo en un banco con 52 años. A los tres años de prejubilarme y creerme libre de tareas le diagnosticaron a Maria "esclerosis múltiple" con lo que tomé las riendas de la casa y comencé a cuidarla.


Previamente ella había cuidado de mi y de mis tres hijas. Lo había hecho con amor y dedicación total. 

La deuda de amor con ella era enorme, impagable, además, ¿quien iba a cuidar de ella mejor que yo?. Creo que nadie, y ella solo aceptaba que fuera yo quien se hiciera cargo de ella misma y de la casa.

Mis hijas ya no estaban con nosotros, tenían su propia vida, y María no deseaba involucrarlas en absoluto en nuestros propios problemas.


Retomo la realidad de lo que sucede y dejo de pensar en mis asuntos que no le interesan a nadie.


No se que hacer, ¿salgo a comprar más pilas?, serán necesarias si se va la luz, y también velas, cerillas, e incluso algún hornillo de alcohol o gas para hacer la comida si no puedo usar la cocina.


Es necesario hacer una lista con lo mas necesario para permanecer y aguantar en la casa el mayor tiempo posible.


Medicinas también, tengo que pasar por la farmacia antes de que se les ocurra controlar los medicamentos.


María no toma casi nada, un medicamento que le alivia sus dolores, es un antidepresivo "fluoxetina" pero tengo que tener receta del doctor.

¿La pedirán ahora con esta situación?, espero que no, aunque tengo otra caja para pasar casi treinta días.
En mi caso necesito análgesicos, ¿quien no?, alcohol, algún desifectante,  piensa piensa, me digo.

Haz una lista cuanto antes de todo lo necesario y sal a la calle antes de que sea demasiado tarde.


Tengo que calmarme y pensar con frialdad. ¿Y el niño?, ¿que necesitará un crío de esa edad?. No recuerdo su edad si es que me lo dijo su madre, aparenta seis años, pero no lo se, tendré que preguntarle a Gloria, ella me dirá lo que el pobre precise.


¿Algún calmante?. Pero un crío pequeño como el no toma calmantes, estúpido me digo, piensa, piensa y no pierdas tu la cabeza, a ver si los calmantes los vas a necesitar tu mísmo.


No sería raro, hace dos años tuve una depresión espantosa, pensaba que no saldría de ella.

Salí, sigo tomando la medicación que toma Maria, el genérico "fluoxetina" que hace años se comercializó con la marca "Prozac", incluso se escribieron libros sobre ello.

A quien le importa eso ahora, emiliano, vuelve en tí y déjate de historias.




Capitulo 6



Han pasado varios días desde que salí por última vez a la calle. 
No he tenido necesidad extrema de abandonar la casa para buscar algo que necesitemos, y dudo que pudiera encontrar ya nada de lo necesario.

Tenemos comida para casi un mes si la administramos. He congelado algunos platos vegetales por el tema de las vitaminas y no se si congelando verduras la vitamina C u otras seguirán en ellas.


No hay carencia aparente de esta vitamina en nosotros y quizá pronto aparecerán los síntomas de esa carencia. 

No tenemos fruta, ni productos frescos y posiblemente pronto empezaran problemas en las encías y otros síntomas indeseables que acompañan a la falta de vitamina C.

La última compra que hice fue un grupo electrógeno y combustible que raciono al máximo para suplir los cortes de electricidad cada vez mas numerosos.


Cuando se va la luz nos quedamos totalmente desorientados, pongo el grupo para el frigorífico procurando que no se pierdan los congelados, pocos ya, y para hervir agua o cocinar algún alimento para el pequeño Pedro.


Ya empieza a decir algo, le habla a su madre y a Gatufo, mi esposa y yo de momento no entramos en su mundo de silencio.


Hay peleas y homicidios en las calles. La autoridad ha desaparecido prácticamente, los agentes de policía y Guardia Civil han ido dimitiendo hartos y sin aliciente para reprimir y conservar el orden. 

¿Con que fin se preguntarían muchos si no hay de nada?. ¿Reprimir, disparar, contener a las gentes que hartas y sin esperanza salen a buscarse la vida?. No, se habrán dicho, además para que nos sirven los sueldos si no hay donde gastarlos.

No se acude a trabajar, las basuras y desperdicios inundan las calles con lo que el ambiente es irrespirable. Las ratas y alimañas de todo tipo pululan por doquier con lo que se hace muy difícil caminar sin ser agredido por ellas.

Nadie se fía de nadie, todos somos potenciales enemigos en las calles y quien tenía un arma la lleva consigo para defenderse o para agredir y robar a quien se descuide o se ponga a tiro.

Doy por hecho que algunos acuden todavía a sus trabajos esenciales, hay luz de vez en cuando, el agua sigue fluyendo del grifo a ciertas horas, incluso la televisión hay momentos que funciona para poner programas atrasados o dar algún comunicado.


También se dan noticias locales mayormente y se recomienda calma, que no se salga si no es estrictamente necesario, y también ruegan una y otra vez que no se participe en ningún tipo de protesta o manifestación pues ya no garantizan los derechos individuales de nadie.

Comienza a ser el ejército el único que patrulla las calles y no se andan con miramientos. Cuando hay alborotos o agresiones, simplemente disparan y van recogiendo y amontonando los muertos nadie sabe donde.


Muchísima gente ha abandonado la ciudad de Madrid, han salido de sus casas rumbo al norte esperando llegar a algún lugar donde impere el orden y sobre todo donde no hayan desaparecido por completo los árboles.


En los grandes macizos montañosos de Europa, en el Norte, en Canadá o Rusia persisten zonas boscosas donde no se ha derrumbado por completo toda la floresta arbórea y la vida tiene cierta normalidad.


Esas zonas están fuertemente custodiadas, no permiten la entrada de extraños que invadan sus tierras y no se que hará todo aquel que ha abandonado su casa, su ciudad o incluso su nación aspirando a ocupar un lugar a salvo de la hecatombe. 


Cuanto más escucho la radio y mas noticias como estas llegan a mi conocimiento, mayor es mi desánimo.


No veo una solución a este desastre ni tampoco podemos abandonar la casa. 

¿Que hacer?, me pregunto una y otra vez, aunque no deseo traslucir o llevar mis inquietudes a mi esposa, Gloria o el crío.

Lo que tenga que suceder sucederá, ¿para que inquietarles o meterles el miedo en el cuerpo?. No le veo objeto, así que callo y disimulo.


A Gatufo no puedo llevarle el desaliento, aunque el pobre minino está triste cuando a mi me percibe triste y preocupado.

Nada de lo relativo a mi o a la situación le pasa desapercibido a mi gato, y el no está tan juguetón como acostumbraba antes.
Salgo de mi ensimismamiento, me están llamado y no será la primera vez.
Cuca, (apodo cariñoso) me dice que van a dar un comunicado oficial en diez minutos, han dicho que se ruega estén muy atentos y se sirvan difundir el comunicado a familiares, amigos, o vecinos, es muy importante que se tenga en cuenta.


Me temo lo peor, y confirmo mis sospechas cuando aparece el presidente flanqueado por los jefes militares y de la policía.

Se dirige a los españoles en una breve locución y nos comunica que de acuerdo con el gabinete de urgencia constituido en Bruselas, para toda la Unión Europea, a partir de mañana queda establecido "el toque de queda" para todos los territorios de la Unión.
Estará vigente desde las doce de la noche hasta las seis de la madrugada, solo las personas que deban trabajar por la noche o cumplir cometidos necesarios tendrán un pase especial para circular y deberán pedirlo hoy en sus empresas u organismos oficiales.
Se hace por el bien de todos, añade, y ante lo extraordinario de la situación, algunos de los derechos constituyentes de los ciudadanos quedan en suspenso hasta que tengamos pleno control de lo que está sucediendo.

El anuncio va crear el pánico que aún no estaba desatado. Mis proyectos de surtirme de lo más necesario para sobrevivir se hacen más difíciles. Hoy mismo tengo que salir si quiero traer algo de lo necesario. 


Salgo ya, le digo a Cuca y Gloria, voy a comprar algunas cosas antes de que se acaben.

Agarro mis tarjetas del banco, un puñado de billetes, mi bandolera, ¿y un arma, pienso?. No de momento, no seas exagerado, además que arma, ¿un cuchillo?
No tienes otra cosa y eres incapaz de usarlo. 
¿Te has vuelto ya loco?. 
Desisto, y salgo rápido sin esperar el ascensor que siempre se demora o me puede dejar atrapado.

La gente está saliendo de sus casas, quieren acaparar lo que sea antes de que se agote, han pensado lo mismo que yo y ya nadie atenderá a razones.
No hay nadie en los cajeros de los bancos de la zona, los cajeros no suministran ningún dinero y algunos están rotos.

Tengo que apañarme con el efectivo si es que encuentro algo que comprar.

Tumultos en todos y cada uno de los supermercados controlados por el ejército. Ya nadie hace fila y todos desean entrar a la vez, agarrando lo que puedan y sin pagar, no hay tiempo ni empleados.

Se escuchan disparos, al aire espero, y en vista del panorama me dirijo a alguna de las farmacias que me pillan cercanas.
Dos, tres, cerradas a cal y canto. 
Por fin veo una que tiene luz y algunas personas esperan fuera.
No hay tumulto como en los supermecados, pregunto y me dicen que si, despachan incluso sin receta.

Cuando estoy frente al mostrador pido todo lo que se me ocurre, el joven que me atiende me dice que solo un envase de cada medicamento por persona. No más, sea usted solidario, me comenta.

O.K., joven, pero es un tratamiento crónico continuado. Necesito al menos dos o tres cajas de "fluoxetina", y también de anti inflamatorios, le digo que mi esposa padece "esclerosis múltiple", está bien señor, pero no abuse.
Me da tres envases de fluoxetina, dos de los anti inflamatorios, alcohol, agua oxigenada, vendas, dos o tres de  analgésicos, y nada más, es suficiente
comenta.
Pago lo que me pide sin pensarlo y salgo rápido no sea que se arrepienta. 
Se ha corrido la voz y empiezan a aglomerarse un gran número de personas en la puerta.
Menos mal, pienso, he llegado a tiempo gracias a Dios.
Ahora a buscar una ferretería o una tienda de todo a un euro. 

Estás últimas están en manos de la comunidad China. Confío en que alguna esté abierta y queden existencias.

Voy peregrinando de una tienda a otra, todas están sin existencias y algunas incluso saqueadas, hago memoria y recuerdo una pequeña situada en un pasadizo muy poco transitado.

Está abierta, e inmediatamente entro y voy rápidamente agarrando todo lo que pillo. 
No quedan demasiados artículos, pero tomo una linterna, varios envases de pilas, alguna herramienta, clavos grandes y un gran martillo, cerillas, velas, envases desechables, bolsas de basura, y en fin un gran stock de todo lo que se me ocurre según lo veo en los estantes medio vacíos ya. 
Compro una gran bolsa de lona e introduzco todo lo comprado en ella.
He comprado también un hacha y un machete, no quedaban nada más que dos, sin pensarlo me apodero de ellos y los llevo colgados de mi cinturón cuando salgo de la tienda. A penas queda nada, varios compradores estaban haciendo lo que yo, llevándose todo prácticamente.

A buen paso y alerta me dirijo otra vez hacia mi casa.

Están llamando a la puerta, no se si ir a ver quien es, no espero a nadie y no tengo el ánimo para visitas.
Insisten con más fuerza y escucho que me llaman, Emiliano abre, somos nosotros. Abre por favor, y vuelven a llamar con los nudillos.

Abro de inmediato, son amigos no esperados, viven encima de nosotros y no sabía que estaban aquí.


Gatufo no se ha escondido, tendría que haberme dado cuenta de que les conoce.
Fidel, Maria, como estaís?, pasad, pasad rápido, no me gusta tener la puerta abierta. Menos ahora.
Pensaba que no estabais aquí, que ha pasado?, no estabais en la playa?


No me contestan, si me preguntan.


¿Que está ocurriendo Emiliano?, ¿tienes idea?. Estabámos en casa de mi hija, regresamos antes pues Mary no se encontraba bién.

Presagiaba algo, ya sabes que es medio bruja.

No se que deciros, nos hemos quedado sin árboles, una extraña enfermedad o un virus que nadie conoce ha hecho que se vayan desplomando en un corto espacio de tiempo. No queda ni uno, y no se que ocurrirá.

El mal es a nivel global, y no hay prevista ninguna alternativa a la catástrofe.
¿Y las consecuencias, cuales pueden ser Emiliano?, me pregunta Mary.
Imagino que malas, muy malas en realidad.

Desde que el mundo es habitable, los árboles han estado ahí, con toda clase de animales necesitados de ellos.
Ahora se van, se derrumban y mueren, puede ser el anuncio de una tierra no habitable para ningún ser vivo, con lo que la caida de la florestas podría ser el primer paso parra erradicar la vida animal.

Optimista no eres que digamos, me contesta otra vez ella, tampoco va a ser así de negro, estoy segura de que alguna solución habrá.


Ojala tengas razón querida, pero sin vegetación no hay vida, no hay lluvia, no hay agua, no hay comida, todo acabará en un periodo corto de tiempo.

Es mi opinión, absolutamente pesimista y sin mucho criterio, pero creo que a este mundo que conocimos le queda ya muy poco.

Y nuestros nietos, que pasará con ellos?, ahora es el quien me pregunta.


No lo se Fidel, ya sabéis que nosotros no tenemos nietos, nuestras hijas no han querido ser madres. 

En estos momentos me alegro, y es que no veo futuro para ellos en una tierra tan agostada como esta.

Vale Emilliano, no sigas, tus palabras me producen escalofríos y prefiero no pensar en nada de lo que estas sugiriendo. 


Mejor así, vamos al salón que os tengo que presentar a una amiga y su hijito.
Estoy sudando a chorros, no es lógico ya que esta acabando Septiembre, pero pareciera que el verano comienza de nuevo, día que pasa hace mucho mas calor.
La idea me viene de inmediato, ¿será que la ausencia de árboles eleva la temperatura del planeta?, y si es así, ¿hasta que grados se irán elevando las temperaturas?.


Otro problema mas en el que pensar.







Capitulo 7



Han pasado varios días desde que salí por última vez a la calle. 
No he tenido necesidad extrema de abandonar la casa para buscar algo que necesitemos, y dudo que pudiera encontrar ya nada de lo necesario.

Tenemos comida para casi un mes si la administramos. He congelado algunos platos vegetales por el tema de las vitaminas y no se si congelando verduras la vitamina C u otras seguirán en ellas.


No hay carencia aparente de esta vitamina en nosotros y quizá pronto aparecerán los síntomas de esa carencia. 

No tenemos fruta, ni productos frescos y posiblemente pronto empezaran problemas en las encías y otros síntomas indeseables que acompañan a la falta de vitamina C.
La última compra que hice fue un grupo electrógeno y combustible que raciono al máximo para suplir los cortes de electricidad cada vez mas numerosos.


Cuando se va la luz nos quedamos totalmente desorientados, pongo el grupo para el frigorífico procurando que no se pierdan los congelados, pocos ya, y para hervir agua o cocinar algún alimento para el pequeño Pedro.


Ya empieza a decir algo, le habla a su madre y a Gatufo, mi esposa y yo de momento no entramos en su mundo de silencio.


Hay peleas y homicidios en las calles. La autoridad ha desaparecido prácticamente, los agentes de policía y Guardia Civil han ido dimitiendo hartos y sin aliciente para reprimir y conservar el orden. 

¿Con que fin se preguntarían muchos si no hay de nada?. ¿Reprimir, disparar, contener a las gentes que hartas y sin esperanza salen a buscarse la vida?. No, se habrán dicho, además para que nos sirven los sueldos si no hay donde gastarlos.

No se acude a trabajar, las basuras y desperdicios inundan las calles con lo que el ambiente es irrespirable. Las ratas y alimañas de todo tipo pululan por doquier con lo que se hace muy difícil caminar sin ser agredido por ellas.

Nadie se fía de nadie, todos somos potenciales enemigos en las calles y quien tenía un arma la lleva consigo para defenderse o para agredir y robar a quien se descuide o se ponga a tiro.
Doy por hecho que algunos acuden todavía a sus trabajos esenciales, hay luz de vez en cuando, el agua sigue fluyendo del grifo a ciertas horas, incluso la televisión hay momentos que funciona para poner programas atrasados o dar algún comunicado.


También se dan noticias locales mayormente y se recomienda calma, que no se salga si no es estrictamente necesario, y también ruegan una y otra vez que no se participe en ningún tipo de protesta o manifestación pues ya no garantizan los derechos individuales de nadie.

Comienza a ser el ejército el único que patrulla las calles y no se andan con miramientos. Cuando hay alborotos o agresiones, simplemente disparan y van recogiendo y amontonando los muertos nadie sabe donde.


Muchísima gente ha abandonado la ciudad de Madrid, han salido de sus casas rumbo al norte esperando llegar a algún lugar donde impere el orden y sobre todo donde no hayan desaparecido por completo los árboles.


En los grandes macizos montañosos de Europa, en el Norte, en Canadá o Rusia persisten zonas boscosas donde no se ha derrumbado por completo toda la floresta arbórea y la vida tiene cierta normalidad.


Esas zonas están fuertemente custodiadas, no permiten la entrada de extraños que invadan sus tierras y no se que hará todo aquel que ha abandonado su casa, su ciudad o incluso su nación aspirando a ocupar un lugar a salvo de la hecatombe. 


Cuanto más escucho la radio y mas noticias como estas llegan a mi conocimiento, mayor es mi desánimo.


No veo una solución a este desastre ni tampoco podemos abandonar la casa. 

¿Que hacer?, me pregunto una y otra vez, aunque no deseo traslucir o llevar mis inquietudes a mi esposa, Gloria o el crío.

Lo que tenga que suceder sucederá, ¿para que inquietarles o meterles el miedo en el cuerpo?. No le veo objeto, así que callo y disimulo.


A Gatufo no puedo llevarle el desaliento, aunque el pobre minino está triste cuando a mi me percibe triste y preocupado.

Nada de lo relativo a mi o a la situación le pasa desapercibido a mi gato, y el no está tan juguetón como acostumbraba antes.
No podemos casi respirar, a penas entra aire sano en nuestros pulmones.
Según van pasando los días la atmósfera que rodea los territorios sin árboles ha ido perdiendo el oxigeno y las muertes de seres vivos debilitados o enfermos se han multiplicado hasta límites insospechados.

Sin apenas electricidad la televisión casi no emite, sólo se leen manifiestos del gabinete de crisis en Bruselas, en el que tratan de tranquilizar a la población con comunicados absurdos pidiendo calma pues todo se va a  arreglar próximamente.

Ni ellos se creen semejante cosa, no hay esperanza cuando el aire que respiramos se agota.

La extinción no va a ser por hambre, por guerras, porque se apaga el sol, o por una multitud de explosiones nucleares.

El final de los seres vivos sobre la tierra será por falta de arbolado.
Según dicen los expertos, un virus desconocido y fulminante ha atacado a toda la floresta mundial, solo los territorios cercanos al polo Sur o Norte se han librado de la catástrofe.
Tierras como Canadá, Finlandia, Rusia o Noruega se han librado de perder sus bosques.
Algo parecido ocurre en el sur de Argentina y Chile, que se sepa.
Quizás por el frió en esas latitudes el virus se ha detenido, y son los árboles de aquellas zonas los que generan el poco oxígeno que nos va quedando para respirar.

No da para todos, los árboles generan menos de lo que consumen los seres vivos y será necesario una masacre generalizada de miles de millones de seres para que se equilibre la ecuación.


¿Cuantos seres vivos será necesario que mueran para equilibrar la balanza?. Nadie lo sabe, es posible que solo uno de cada cien, o mil, pueda sobrevivir.


El ejército ha hecho acopio de todos los tanques de oxígeno que había en los hospitales y las industrias.

Se lo están proporcionando a los niños y personas que piensan serán necesarios para que nuestra especie sobreviva a la debacle.

Pero yo me pregunto, ¿quien decide a quien y por que?. Nada sabemos sobre esa cuestión, solo nos resta esperar y cesar por completo en nuestra actividad para consumir el menos oxigeno posible.


Nos estamos asfixiando sin remedio, solo es cuestión de tiempo, y la desesperanza o el abatimiento hace mella en toda la especie humana.


En casa nuestro desánimo no puede ser disimulado. El pequeño lloriquea de continuo, tose durante casi todo el día y parece una criatura asmática cuando antes nunca lo había sido.

Su madre, está desesperada y nos comenta que está dispuesta a marcharse hacia el Norte para que su hijo mejore. 
Yo trato de desanimarla porque creo que tienen muy pocas posibilidades de llegar con vida, pero no tengo argumentos para que desista, pues aquí ¿a que puede esperar?. 
¿A que mueran millones de seres para que la atmósfera sea respirable para los supervivientes?.

No tiene sentido cuando ya su hijo tiene síntomas de agotamiento absoluto y el asma está haciendo presa en sus pulmones.


Por la edad quizás mi esposa y yo mismo necesitamos menos oxígeno, nuestros pulmones no tienen ya la capacidad de un joven y nuestros desgastados cuerpos no necesitan tanto consumo del aire vital para sobrevivir. 


¿Sigues pensando en marcharos?, le pregunto a ella.


Si, no tengo mas remedio. No puedo presenciar inactiva como la vida va abandonando a mi hijo, debo de hacer algo, lo que sea. 

Aunque nos cueste a ambos la vida quiero intentarlo.

No puedo decirte nada que te consuele, tampoco creo que permaneciendo aquí puedas esperar sobrevivir.


Si mi esposa pudiera andar y fuéramos algo mas jóvenes nos iríamos con vosotros, así, tal y como estamos no podemos acompañarte.


Lo entiendo, y no te preocupes de nosotros, tenemos posibilidades si salimos pronto, antes de que la desbandada sea general y millones de personas comiencen a moverse hacia el norte de Europa o Rusia. 

Es posible que tengamos que andar miles de kilómetros o encontremos algún medio vivo de transporte que pueda ir sorteando los obstáculos.

Veré que puedo hacer para facilitaros tan largo viaje. Voy a contactar con alguno de mis amigos jóvenes a ver si puede alguno irse contigo. Habrá que buscar algún caballo o mula que pueda hacer el camino con vosotros. 


Será muy difícil de encontrar, y costará muchísimo dinero me comenta.

Es igual, en unos días el dinero no tendrá ningún valor suponiendo que ahora valga ya algo, cosa que dudo, habrá que pagar con oro o joyas, supongo.

No tienes por que hacerlo, ya nos apañaremos.


Quiero hacerlo,  y haré los posibles para que lleguéis a un lugar donde podáis  sobrevivir.
 
Gracias, gracias, no podremos nunca olvidaros. Si mi hijo y yo misma sobrevivimos será gracias a vuestra ayuda


Capitulo 8

En un viaje a Alemania hace dos años, conocí a un joven que estaba con nosotros acompañando a sus progenitores.

Tuve ocasión de charlar largo y seguido con el, cuando sus padres había ido a arreglar algunos asuntos al Consulado de España. 

Nuestro afecto fue instantáneo a pesar de la diferencia de edad. Me pareció una persona sensata y madura, teniendo en cuenta que aún no había cumplido los veinticinco años. 
El hecho de viajar con sus mayores en un tour para ancianos casi, significó para mi que estaba seguro en su proceder, sin complejo alguno por no estar entre muchachos de su edad.
Tenemos una amistad sincera y profunda aunque no nos hemos visto demasiadas veces.
Estoy pensando en el posible compañero de Gloria y su hijo en el viaje de supervivencia que proyectan hacer muy pronto.
Los planes de el no los conozco, es posible que ya se haya marchado con sus padres en busca de otros lugares con posibilidades de sobrevivir.Tengo que ir a su casa como sea, las comunicaciones son escasas y resulta imposible casi usar la web, sin electricidad ni linea de teléfono la mayoría de las veces.
Es un viaje arriesgado y peligroso a través de la ciudad. 

Hay toque de queda con lo que tengo que salir muy temprano y volver a casa antes de que anochezca.

Intento una y otra vez utilizar el móvil, imposible, no hay cobertura o simplemente no suena cuando llamo. No tengo idea de lo que ha pasado con las conexiones o las compañías de telefonía.


Dudo de comentarles algo a las mujeres, pero ¿como justifico mi salida fuera de la casa?. Quizás lo mejor sea decirles la verdad aunque seguro que se van a oponer a mi marcha.
No me lo planteo más, es noche cerrada y hemos tomado algo de cena. Antes de ir a la cama se lo comento a las dos. Mi esposa calla y reflexiona, Gloria de inmediato me dice que no, no hace falta que salgas en busca de alguien que viaje conmigo, me las puedo arreglar por mi misma.
No tienes ninguna posibilidad, le replico. 

Si este amigo está dispuesto a viajar por su cuenta y riesgo, o lo hace con sus padres, es seguro que te llevarán con ellos.
Y tengo que averiguar si es así, si se han marchado ya, o si no desean abandonar su casa y van a permanecer en Madrid.

Mi esposa me mira con amor y exclama, haz lo que debas hacer pero piensa en nosotras y ten mucho cuidado. Te estaremos esperando.


Con esto me basta, ella aprueba mi decisión aunque se que le duele profundamente quedarse sola.

Para ella los demás, las personas a las que ama son siempre primero, luego en último lugar se encuentra ella. Siempre ha sentido así, y ha obrado de esta forma.

Ahora desea que su amiga y el pequeño viajen seguro, le dolerá mucho que se vayan pero piensa solo en lo que más les conviene.

Igual siente hacia mi, me quiere mas que a nada en el mundo pero entiende que yo haré lo que considere mi deber y ella no va a poner trabas o inconvenientes.

Interiormente le doy las gracias por ello, aunque sabia previamente cual iba a ser su respuesta, por mucho que le doliera.


En ese ambiente tenso y doloroso nos vamos a dormir esperando que un nuevo día nos lleve a una situación distinta, y que al despertar todo haya sido producto de un mal sueño, o una pesadilla.

No es una pesadilla ni un mal sueño, estoy en la calle caminando en una agonía, me dirijo a la casa de mi joven amigo sin esperanzas de encontrarlo.

El hedor es espantoso, según salgo a la  calle la putrefacción me rodea por doquier.
Miles de toneladas de basuras se amontonan hacia cualquier parte que mires.
Los arboles caídos se están deshaciendo pasto de la destrucción sistemática de toda la madera que constituía el tronco y las ramas.
Las hojas han desaparecido, se han convertido en polvo negruzco que lo invade todo.

La visión resulta obscena,  millones de pequeñas larvas, gusanos y otro microorganismos pululan por los troncos y ramas desgajadas que a su vez se van deshaciendo en informes montones grises y malolientes que siguen estorbando el paso.
El proceso final parece ser pura descomposición e inmundo polvo acumulado por miles de toneladas.

Todo resulta gris, opaco, no hay transparencia en el ambiente.
La visión está limitada por unas decenas de metros sin que parezca que la luz del sol logre traspasar la barrera de polvo suspendido.

Montones de formas informes yacen acumuladas sobre el suelo.
Me acerco a observar lo que son y un horrible olor me echa para atrás.
No deseo retroceder, tengo que ver que no es lo que estoy imaginando, y vuelvo a acercarme a una de ellas.
Lo peor se confirma. Son cuerpos amontonados de personas fallecidas en mitad de la calle. El ejercito los ha ido recogiendo y amontonando, para que?.

Lo estoy viendo pues diversas fogatas se perciben en la gris luz del tremendo amanecer.
Están quemando los cuerpos cuando los montones son ingentes. Por la extensión del fuego algunos edificios que circundan las fogatas están ennegrecidos e incluso algunos quemados. ¿Y las gentes que los habitaban, donde están?.
Desalojados o muertos también, está claro, aunque doy por hecho que cientos de miles han ido abandonando la ciudad o han muerto abatidos cuando trataban de escapar al amparo de la noche.
Muchos de ellos engrosan los montones que voy divisando, a este paso no será necesario que la asfixia de cuenta de todos nosotros.

Lo harán los soldados que incesantemente circulan equipados con máscaras y armados de fusiles con bayonetas, arcos y grandes cuchillos que penden de sus cinturones.

Ahora me explico la ausencia de disparos que yo atribuía a que ya no había motines o revueltas.

No, ya no hay disparos, nadie puede correr, administran una muerte silenciosa y efectiva.
Me fijo más y veo que el suelo está pastoso en una mezcla informe de polvo, basura y sangre.

La sangre se mezcla con todo y forma una masa que va resecándose formando caprichosas e informes formas acumuladas con la basura.

Resulta escalofriante imaginar en que se han convertido
las calles de la gran ciudad.

Al caer la noche el infierno se desata en forma de ejecuciones sumarísimas de todo aquel que circula sin permiso especial de tránsito, o al menos es lo que supongo, aunque puede ser que esos permisos son ya inexistentes.

Si los hubiera, ¿quien los tiene y para que se emiten?, me pregunto.

Informes figuras van apareciendo de los edificios, que en silencio y arrastrando algunas pertenencias caminan en silencio, nadie sabe hacia donde o con que intenciones.

Las puedo imaginar, huyen arriesgándose a que la noche les pille al descubierto y pasen a formar parte de los montones de muertos que se hacinan por doquier esperando ser incinerados.

No hay compasión alguna pienso, cae la noche y todo aquel sorprendido fuera de las casas es ejecutado sin piedad, cuando no tiene permiso de paso.

Lo estoy imaginando, pero será lo que ocurre cuando veo las decenas de cuerpos que se amontonan cada cien o doscientos metros.

La visión de todo mi entorno es horrible, aunque la peste indescriptible que agrede mis sentidos hace casi imposible imaginar algo que no sea seguir, dar un paso tras otro, no preguntar, no hablar, no pensar.

Un paso más, y otro, no mires, no pienses, continua tu camino hasta que llegues a tu destino y logres entrar en un refugio seguro, si es que ya existe en alguna parte.
Mi casa es segura todavía, pienso, pero ¿por cuanto tiempo?.

El cansancio me invade, voy a caer de un momento a otro, y será el final de todo.

La idea me tienta, déjate llevar, túmbate en el suelo y espera tu final me digo. Todo será mas fácil así, acabarán tus angustias, pondrás fin a esta pesadilla interminable que no lleva a ningún sitio.
Me dejo caer, me dejo caer, la idea es atractiva y estoy a punto de apoyarme en una pared y deslizarme hasta el suelo cuando una forma minúscula que camina agarrada a la mano de otra forma mas grande invade mi vista.
Es un pequeño arrastrado casi por la mano de su madre o su padre, no hay forma de saberlo.

El recuerdo del pequeño que vive en casa llena mi mente y me impide caer allí mismo. Debes de seguir, me digo, no abandones, sería imperdonable que lo hicieras. Ellos tienen alguna posibilidad aún, tu no. Ya te dejarás morir cuando llegue el momento y estés en casa.
La idea de casa, de mi cama, de tumbarme y esperar el final me llega como bálsamo que alivia el cansancio. Mas aún la esperanza de proporcionar una oportunidad de salvación para Gloria y su pequeño me hace mover los pies, uno tras otro, otro paso más, y así poco a poco tras horas de caminar diviso la casa que busco.

Habrá alguien en ella o todo este esfuerzo no ha servido para nada.

 Soy un estúpido, me repito una y otra vez, como has podido cometer un error de ésta índole.

¿No piensas?
Es indudable que estás sobrepasado por los acontecimientos, te impiden pensar, parece mentira que hace años fueras un buen jugador de ajedrez.
No es para menos. Llevo dos horas acechando la puerta de los apartamentos de mi amigo, esperando que alguien entre o salga para colarme dentro, y nadie ha aparecido en ella o ha intentado abrirla desde fuera.

El edificio parece estar muerto, no hay movimiento, no hay luz, ¿como iba haber luz, estúpido?, nadie entra o sale y yo idiota como pensaba contactar con Miguel. ¿Llamando a un timbre que no suena?. No hay linea de teléfono, no hay electricidad, no puedo llamar a su puerta pues dos cancelas de hierro impiden el acceso. Alguien tiene que abrirte o utilizar la llave para acceder al edificio. Llevo aquí dos horas, está casi anocheciendo, no se si mi amigo o su familia están en la casa o se han marchado, se hace casi de noche y muy pronto el toque de queda impedirá estar en la calle.
¿Que hago?.
Morirte, estúpido, me llamo nuevamente. 
Vas a perder la vida inútilmente, has cometido un error de bulto, ¿como sales de tu casa sin haber avisado de que vas?, que estén alerta para franquearte el paso. 
Pensabas que ibas a llegar, llamabas con el portero automático, te abrirían o no dependiendo si estaban en la casa o ya se habían marchado.
¿Y la electricidad?, majadero, ¿donde dejas la electricidad para que funcione el portero?.

Cálmate y piensa, me digo, no consigues nada insultándote. 

Piensa, piensa, en que puedes hacer para salvar tu vida.
Busca un refugio antes de que sea demasiado tarde. Te quedas en el, sin moverte ni rechistar, y esperas a que pase la noche.

Mañana ya verás lo que haces.

Un refugio, ¿donde?, piensa, piensa.


Se me hace la luz en un flash, busca una salida del metro. 

Hay una cerca, y aunque los trenes ya no funcionan desde hace tiempo, quizás puedas entrar en el túnel y guarecerte en el.

Dicho y hecho, me incorporo, voy sorteando obstáculos y pisando toda clase de bichos e inmundicias. No atiendo a los sonidos que hacen mis botas en el suelo, mejor no ver lo que mis pies pisotean. 

Procuro no escurrirme pues si caigo ya no me levanto. Hay montones de cuerpos calcinados aquí y allá, el olor es una barrera física que me impide andar o respirar. Tengo un dolor horrible en la garganta y pulmones. Estoy tragando el humo, el polvo, las inmundicias que hay en el aire, y a penas asimilo el oxígeno suficiente para poder moverme.
Cada paso que doy requiere una firme voluntad de no tirarme al suelo y dejarme morir sobre el, tragando inmundicias o asfixiarme directamente con el lodo indescriptible que inunda las calles.

Estoy frente a la boca del metro.

Gracias Dios mío, pienso, está abierta aunque un montón de cuerpos  semi tronchados impiden casi el acceso. 
Debo pisotearlos y trepar sobre ellos para poder entrar.

Están podridos y llenos de gusanos que corren por mis manos y brazos cuando me agarro a algún cuerpo. Pero debo contener las nauseas y el asco que revuelve mis tripas. El miedo a permanecer fuera hace que trepe la montaña de cuerpos y baje reptando por ella.


Cuando estoy abajo sacudo mis ropas, manos y pies procurando que todos los bichos asquerosos caigan al suelo.

Está muy oscuro, la luz de fuera va menguando y los cuerpos que obstruyen la entrada impiden que entre el menor atisbo de claridad.

Ando unos diez metros agarrándome a las paredes como un ciego, tropezando con cuerpos y objetos que no veo, hasta que al final doblo a la derecha por otro pasillo. Tropiezo y caigo de bruces contra una masa blanda que parece moverse ante mi peso.


Ten cuidado joder, me dice una voz ronca que sale de la obscuridad, te has caído encima de mi.


Capitulo 9

Lo siento, lo siento, no veo nada.
Ya te acostumbrarás a la obscuridad y podrás distinguir las formas y los obstáculos.


¿Quien eres?. ¿Por que has venido a este infierno de muerte?. 

Tengo que pasar la noche fuera de mi casa, he venido a buscar a un amigo y no puedo entrar en el edificio. No se si está o no, pues lógicamente el portero automático no
funciona y nadie entra o sale por el portal.

Estás loco saliendo de tu casa, la calle es un lugar de muerte, robos, dolor y asesinatos. Te lo digo yo que llevo sobreviviendo varios días y he visto de todo. 

Mi casa se incendió cuando hicieron una gran hoguera con cientos de cuerpos putrefactos y tuve que salir a escape.
Vivía solo, estaba estudiando en Madrid cuando todo esto empezó, mi familia vive al sur de los Pirineos y no tengo medios para irme con ellos.
Estoy atrapado en esta ciudad maldita y no se me ocurre la forma de escapar. 
Por el día voy atravesando la ciudad hacia el norte, cuando se acerca la noche busco una boca de metro y me atrinchero en ella esperando otra vez la luz para seguir andando. 
Quiero escapar de aquí como sea.

Mi nombre el Luís, tengo veintitrés años, y tu como te llamas.

Soy Emiliano, ya paso de los sesenta y cinco, estoy retirado y me gustaba escribir en un blog.¿En un blog?, que original, no conozco a nadie que lo hiciera.

Aquí tienes uno, llevo casi tres años haciéndolo.

¿Y de que trata tu blog si puede saberse?
De todo un poco, de mis pensamientos, experiencias, mi familia, mi gato "Gatufo", a veces de política o historia, y así voy de tema en tema, escribo lo primero que se me ocurre y desembucho fuera de mi cuerpo y de mi mente, las preocupaciones o sentimientos que pasan por mi cabeza.


Majo, pues si sobrevives a esta y las cosas vuelven a su normalidad vas a tener un montón de experiencias que relatar.

Ja, ja, va a ser bueno leerte una vez que pase todo este caos.

Luis, me encanta que pienses así, que digas "cuando pase todo esto", ¿de verdad crees que pasará?.


Si, lo creo, el ser humano se ha visto en peores circunstancias. ¿Has oido hablar de la peste bubónica?.


Si claro, quien no, liquidó casi a la mitad de la población en Europa y Asia.


Toma nota Emiliano, esto pasará y quedarán vivos los mas fuertes o los mas preparados. 

Dos tercios o más de la población desaparecerá, es una limpieza necesaria a toda la podredumbre en la que se habían convertido los hombres. 
La naturaleza, la tierra se defiende así, y está bien que lo haga. 
Antes o después tenía que pasar algo parecido.
Es noche cerrada, Luis duerme yo no, es imposible dormir a oscuras por completo, sumergido en unos hedores nauseabundos, con bichos que recorren mi cuerpo y que trato de apartar a manotazos.
Mis manos arden, húmedas de aplastar tantas sabandijas que prefiero no imaginar, y el olor que marea no se mitiga ni por un segundo.

Se escuchan gritos, ordenes, lamentos, carreras y finalmente algún alarido segado por un espeluznante barboteo y el golpe seco de un cuerpo que se derrumba.

Es imposible conciliar el sueño rodeado de semejante pesadilla, temiendo que en algún momento nos descubran agazapados y sumergidos entre la amalgama de cuerpos, objetos, alimañas, y otras criaturas que proliferan por doquier.
Si entran soldados nos haremos los muertos por lo que nos hemos embadurnado con todo tipo de desechos, sangre, polvo, suciedad y bichos aplastados contra nuestro cuerpo.


Tras horas de vigilia y de profundas arcadas,  mi mente vaga con recuerdos de niñez que nunca antes había rememorado. 

Imágenes de la España de los cuarenta inundan mis pensamientos y me recreo en ellas.
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Me crié en un mundo austero de posguerra donde carecíamos de todo.


España era un país pobre, hambriento, represivo, donde las libertades individuales o colectivas habían sido segadas o arrancadas de cuajo tras una larga guerra civil que enfrentó hermanos contra hermanos, vecinos, familias, amigos y acabó con mas de un millón de muertos en batalla y fuera de ella, asesinados, masacrados, enterrados anónima mente por ambos bandos en liza.

Una gran represión por parte de los vencedores, y la dictadura que se cobro decenas de miles de vidas.
No existía el derecho de huelga, reunión, asociación, ni por supuesto los partidos políticos.

La polícia "secreta", la secreta como se decía entonces, pedía la documentación en cualquier lugar, más aún cuando se viajaba en tren o autobús pues el control era exhaustivo y estricto.
La escasez era extrema, hasta el punto que se emitieron cartillas de racionamiento para los productos básicos acordes con el número de miembros de una misma familia.
Se iba a la tienda cuando llegaban noticias de que un producto  había llegado, aceite, patatas, azúcar, harina, sal, o cualquier otro suministro vital para subsistir.

La carne era artículo de lujo, escaso, y el pescado no entraba a ser considerado como alimento pues la flota pesquera había desaparecido.
Dos nenas y un varón que era el niño de la mamá, esa era mi familia de niño, y aunque no había demasiados mimos, y se pasara francamente mal, el pequeño era quien recibía más cariño.

Cambio mi postura, me duele todo y pienso en aquellos pequeños, yo mismo y mis dos hermanas, en la realidad de entonces que no influía en esos pequeños, no se enteraban de nada, vivían la vida que viven los críos siempre propicios a jugar y a hacer travesuras.
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Salgo de mi duermevela sobresaltado por una luz que hace retroceder las tinieblas que nos rodean. 

Alguien arrastra sus pies portando una linterna
y rebusca algo entre los muertos amontonados a la entrada del túnel, son varios y están moviendo los cuerpos, los arrastran, los registran, se escuchan palabrotas y gritos de júbilo cuando encuentran algo. 
Están rebuscando entre el montón de cadáveres y se entretienen en actos horrendos que trato de adivinar. 

Les arrancan los anillos de oro, cortan dedos o brazos, arrancan las cadenas del cuello, rebuscan entre las pertenencias esparcidas por el suelo y escuchamos maldiciones, gritos, juramentos, que duran casi media hora.

Oro, oro, es el metal preciado que van buscando cadáver tras cadáver, y no hay ningún escrúpulo para saquear a los muertos.

Luis está despierto, escucho su respiración, y aterrado como estoy no muevo un músculo de mi cuerpo, sigo petrificado y el espantoso dolor que siento no me hace tratar de acomodarme mejor, el terror me paraliza.


Es interminable, cuando acabará esta tortura me pregunto.

Se escuchan órdenes, y finalmente el resplandor se aleja con voces ahogadas que hablan del botín conseguido.
Luis está en guardia, le noto tenso pegado a mi, preparado para cualquier emergencia. 

No hablamos, solo un susurro para comentar, se han ido, e inmediatamente escucho el sonido acompasado de su respiración. 
Es increíble su facilidad para conciliar el sueño. En un segundo pasa de la vigilia al sueño, maravillosa juventud la suya que se adapta a todo.

Sin darme cuenta vuelvo a recordar mis años de niño en una España postrada por las consecuencias de la guerra civil.




- - - -
Se pasaba hambre de cualquier forma, con guerra, la segunda mundial, y después de ella. 

Mucho peor cuando acabó la guerra en Europa, según me contaron después, pues España quedó aislada con un bloqueo internacional por haber apoyado tácitamente a los perdedores, las fuerzas alemanas y a su sangriento dictador.

No obstante para mis hermanas y yo mismo,  la vida parecía grata, eramos niños al fin y al cabo y no conocíamos otra cosa, en casa no había casi de nada, no había teléfono, ni lavadora, tampoco nevera, ningún otro electrodoméstico que ayudara en las faenas domésticas. 

Una radio de segunda mano, unos cuantos libros heredados de nuestro abuelo y nada más. 

Algún tebeo viejo y sobado, y pipas de calabaza para matar el hambre permanente.

Pasábamos mucho frío, y nos asfixiábamos en verano, igual que todos, si queríamos refrescarnos teníamos el botijo y la fuente pública frente a nuestra calle.

Se dormía la siesta en verano y a jugar por la tarde. 

La calle era nuestra escuela.


Vivíamos a las afueras de Madrid, en el barrio de Tetuan de las Victorias, y eramos unos privilegiados en relación con nuestros vecinos, mi padre trabajaba todo el día con dos empleos de oficina.
+++
Voy cayendo en un reconfortante sueño y los recuerdos de mi niñez se quedan atrás.

De alguna disparatada forma la escasez y miseria de ahora me trae a la memoria otra época de escaseces vivida hace muchos años.

Capitulo 11


Respirar es un tormento constante, los pulmones estallan, la tos no cesa tratando de expulsar cuerpos extraños introducidos con cada bocanada de aire pestilente. 
La falta de oxigeno es angustiosa, el corazón se acelera al máximo y temo que en cualquier momento sufrir un infarto. 
Mi compañero es mucho mas fuerte y acusa menos la extenuación que siento en mis músculos, no siento los pies, mis piernas rígidas como palos dudo que me sigan manteniendo por mucho tiempo.
Hemos salido del túnel hace unas horas y parece que lleváramos el día entero caminando. 

El caos es si cabe mayor que ayer. 

Ni se preocupan ya de apilar los cadáveres que proliferan por doquier. 

Niños, mujeres y ancianos están diseminados por cualquier lugar, iban pertrechados con unas pocas pertenencias como si quisieran huir de sus casas.
Habrán salido de madrugada y no han podido andar más de un kilómetro o dos, derrumbándose exhaustos, tosiendo, vomitando, sangrando por narices y boca hasta que un ataque fulminante de corazón o un derrame cerebral acaba con sus vidas y su sufrimiento.


Acabaré igual que ellos, pienso, no puedo continuar más. 

El aire es irrespirable y venenoso en grado sumo. Cuando joven fui un experto nadador que aguantaba horas en el agua haciendo largos de piscina o de playa una y otra vez. 
Nunca he fumado, tampoco he padecido severos catarros, y quizás este sea el motivo de no haber sucumbido ya.
No percibo nada, solo dolor, estoy sumido en un angustioso sopor que me lleva a desear la muerte de continuo.
Pero no llega, es más me obligan a arrastrarme casi cuando mis pies se niegan a dar el menor paso.
Lo están dando y no se como, no los siento, tampoco las piernas, solo siento mis pulmones arder a cada bocanada de aire que logro impulsar dentro de ellos. El corazón golpea mi pecho como si fuera a salirse, debo estar cumpliendo años en cuestión de horas. 
Si llego a casa mi pelo habrá encanecido de repente como si en lugar de haber pasado dos días hubuieran estado fuera diez años.
Que viejo soy pienso, esto se acaba majo, pero sigue andando. Sigue andando oigo la voz de mi acompañante que casi me lleva en volandas o me levanta por encima de los obstaculos que resulta casi imposible rodear.
Veo caer al suelo a gente que ya no se levanta más. Los que caminan detrás de ellos pisotean las manos o piernas de los caidos, sin ningún respeto pues son imcapaces de rodear los cuerpos que hay sobre el suelo.
Algunos de estos, los que pisotean, caen cincuenta metros mas adelante siendo a su vez pisotedos por los que continuan.
Hemos tocado suelo pienso, esto ya no puede ir a peor, y como siempre que se piensa algo parecido estoy muy equivocado.
En poco mas de una hora será noche cerrada, para entonces tenemos que haber encontrado un sitio donde escondernos y pasar desapercibidos para las patrullas descontroladas que pululan tras el toque de queda.
Soldado o no son depredadores que asesinan a todo aquel que pillan, le roban y le dejan tirado en mitad de la calle desángrandose.
Lo que hay dentro de las casas nadie lo sabe. Es seguro que cientos de miles de personas habrán muerto asfixiadas, de inanición o cualquier otra dolencia.
Infinidad habrá puesto fin a sus vidas ante la total falta de esperanza y la ausencia de notilcias.
Son pensamientos que pasan por mi cabeza fruto de la desesperación y el extremo cansancio.
Luis va cargando conmigo, me lleva casi en volandas ante la ausencia total de fuerzas que me permitan sujetarme por mi mísmo.
Me ha  encargado que vigile las ventanas o balcones de todas las casas que vamos pasando. Al menor signo propicio para ocupar una de ellas tengo que avisarle para examinar nuestras posibilidades de entrar dentro de la vivienda.
Este barrio de clase media trabajadora no es tan precavido a la hora de blindar los accesos. Recias puertas, barrotes en los pisos bajos, alarmas que ya no funcionan y poco más.
Derribar una puerta no sería dificil si tenemos la seguridad de que no hay ningún ocupante dentro. Si lo hubiera podría defenderse de nosotros, con razón, pensando que eramos foragidos. No deseamos empeorar más la situación de lo que ya está. 

El tiempo pasa inexorable y nuestra búsqueda de refugio es esteril. No hay ya casi vivos circulando delante o detrás de nosotros. Nadie sale de las viviendas y los que salieron estarán ya casi todos muertos por asfixia o asesinados por otros para robarles sus pertenencias.

La presencia y fortaleza de Luís ha evitado que nadie haya tratado de agredirnos, nos han mirado con resentimiento u odio cuando el me ha auxiliado con la máscara pero nadie se ha atrevido a más. 
Ni tan siquiera a los malvados les quedan fuerzas para atacar, a traición o a los más débiles si, no a los fuertes y decididos como mi amigo. Menos todavía cuando ven el uniforme que lleva, miran confundidos sin entender como un soldado puede caminar entre ellos ayudando a un anciano.
Espera, le digo, creo ver algo en aquel balcón allá lejos.
Se para y me posa con suavidad sobre un baco en la calle, mirá allí, le señalo.
Hay poca luz ya pero con los últimos mortecinos rayos de Sol podemos ver a dos crios que nos hace señas, no escuchamos sus voces pues hay mucha distancia, pero es indudable que está haciéndonos gestos con sus brazos y manos.
Que ocurrirá, me comenta, es súmamente extraño ver a dos crios haciendo esos gestos para que nos aproxímemos a ellos.

Quédate aquí un momento, voy a acercarme un poco más a ellos, a ver si escucho lo que dicen.

Capitulo 12



Escucho ruido, una voz que me llama, alguien o algo esta acercandose a mi espala y los
escalofrios recorren mi espina dorsal, tengo el vello erizado y mi corazon late desenfrenadamente.

Con esfuerzo y lentamente voy girando mi cuerpo para enfrentar la voz que requiere mi ayuda.
El tufo a podredumbre y muerte impacta mi nariz produciéndome profundas
arcadas que inutilmente sacuden mi cuerpo. No hay comida ni bebida que pueda arrojar y los espasmos que siento me producen un agudo dolor en el diafragma.
De inmediato un tremendo dolor de cabeza despierta de su letargo y comienza a golpear mis sienes como si la sangre fuera a brotar de ellas.
Cuanto tiempo, pienso, te estaba echando de menos querida jaqueca que toda la vida me has acompañado.
Trato de contenerme y encaro la cara del ser que emite quejidos solicitando mi ayuda. 
Una especie de garra me aferra el brazo haciéndome casi daño, compruebo que es la mano de una mujer joven absolutamente esquelética y sucia hasta límites inimaginables. Su hedor es espantoso, tira para atras, y a duras penas logra mantenerse en pie sujetándose de mi brazo.
A su lado hay un crio pequeño, unos cuatro o cinco años, que al igual que ella hiede. En un paroxismo de casi locura imagino que no son seres vivos, son zombis, han resucitado tras estar varios días muertos y ahora reclaman mi sangre.
Ayudame, repite "la zombi" con ya apenas un hilo de voz y separando la mano de mi brazo señala al pequeño.
Es mi hijo, dice, y quiero que te lo lleves, que te hagas cargo de el pues yo me muero. 
No deseo que mi hijo se quede junto al cadaver de su madre y vea como se pudre, esperando el mísmo morir sin nada que comoer o beber. 

Me niego a aceptar lo que estoy viendo o escuchando. Es demasiado horrible para poder asimilarlo y mi mente se cierra ante la última tragedia del ser humano.

Yo sigo callado, incapaz de articular palabra, ella sigue hablando y explica que han sobrevivido escóndiendose entre los cadaveres amontonados por las calles. Hace dos o tres días que se les acabó el alimento, y ella ha estado dándo a su hijo los últimos pedazos comestibles que le quedaban.
Me muero, sigue, y tu eres el único ser que puede llevarse a mi hijo lejos de mi. Llévatelo y trata de que sobreviva a este horror, por favor, eres mi última esperanza. Yo ya estoy muerta y deseo descansar sobre el banco en el que te sientas.
A buena parte has ido mujer, pienso, yo también estoy en las últimas. ¿Es que no lo ves?, me repito en voz baja para mi solo.

Callo, no digo nada,¿para que?, ella está sumida en la fiebre y en muy poco tiempo se derrumbará igual que los miles que en este momento lo estarán haciendo. 
Es el fín, pienso, no hay esperanza para el ser humano ni para su mundo. Es probable que no lo merecierámos despues de todo.
Logro incorporarme, agarro al crio de la mano y dejo que su espantosa madre tome mi lugar sobre el banco de madera. 

Ella se tumba de inmediato, cierra los ojos y respira ansiosamente buscando una particula de oxígeno. 
Igual que yo, no puedo más, en una hora o dos estaré caput igual que esta pobre joven que quizás antes fuera atractiva y ahora resulta un auténtico espectro de muerte.
Con alivio escucho los pasos de mi amigo que se acerca a nosotros. Está intrigado con la escena y es seguro que habrá acelerado su paso por ver lo que estaba sucediendo.
Que ocurre, quien es este niño y esa mujer tirada ahí en el banco que ocupabas tu, díme,¿la conoces?. Os he visto hablando hace un momento.
Hablaba ella, yo sigo espantado con su visión, sin palabras para decirle nada.
Se ha echado ahí para descansar y morir. Me, nos ha confiado a su hijo y me ha pedido que nos alejemos de este lugar. No quiere que su hijo vea como muere y dejarle solo para que siga su misma suerte.



Ya somos cuatro, dice Luis, estupendo si siguen agregándose más pequeños o sus padres podemos formar una familia numerosa.
¿Cuatro?.
Claro, ¿no pensarás que voy a dejar ahí tirada a esa mujer?.
Te diria que recogieras al pequeño y a mi me dejaras junto a ella, a descasar y morir, no puedo más. 
Se que tu no puedes llegar a mi casa y por eso sigo, si no me quedaría al lado de ella y nos hariamos compañia esperando el final.
Callate ya, anciano, tu no vas a morir. Cuida del pequeño, ¿podrás darle tu mano y caminar los dos unos ochenta metros?. Tenemos que ir hasta la casa donde viste a los niños, me han pedido que suba, nos abrirán la puerta.
No entiendo nada de lo que dice y no tengo ya fuerzas motivación para entenderle.
Luis abre su macuto, saca dos máscaras de oxígeno, me pasa una que coloco sobre mi cara, la otra se la coloca a la mujer tumbada en el banco exánime, luego saca otra que coloca en la boca del niño. Finalmente me pide la mía y se la coloca el mismo sobre su rostro. Menos mal, pienso, es humano y parece que el esfuerzo de ayudarme le está haciendo mella.

Guarda las máscaras, levanta a la mujer del banco como si fuera una pluma y la coloca sobre su hombro. En el otro lleva el macuto e inicia la marcha hacia no se donde, ah, si la casa. 

Agarro al niño por su mano y le voy arrastrando casi pues no pesa casi nada tampoco. Se le ve francamente desnutrido y camina como un autómata de pequeña envergadura.
Un muñeco roto y renegrido que apesta a suciedad y muerte. Igual que yo supongo, a veces uno mismo no se huele, pero mi olor es seguro tan espantoso como el de esto seres.
Estoy en el Infierno pienso, no puede ser peor que esto por lo que todos estamos pasando, mis pulmones arden. Pareciera que respiro pimienta pues toso sin parar y seguro que ya están en carne viva igual que el de todos.
El pobre niño del que estoy tirando se niega a andar y no puedo cargarle encima pues me faltan fuerzas. Ni tan siquiera llora, jadea, jadea, tose y vuelva a jadear.
Vamos, vamos, amigos que ya queda muy poco dice Luis. ¿Amigos?, que yo sepa soy yo solo pues el crio no se entera de nada y la mujer está desmayada encima de el.
Llegamos a un edificio creo, se acerca al portal y aplasta el botón del portero automático que lógicamente no suena, la costumbre, no obstante vemos que una niña de unos diez o quizás once años está acurrucada próxima a la puerta. Lleva 

una máscara de oxígeno y se incorpora nada más vernos.
Abre la puerta trabajosamente y con un suave empujón de mi amigo franqueamos la entrada.
Tiene que elevar al pequeño que se niega a seguir andando y prácticamente llevo arrastrando.
Seguimos a la niña y comienza el calvario de subir escalones echando los hígados fuera.

Ella anda ligera, lleva su máscara, pero nosotros no podemos seguir su paso y tras largos descansos alcanzamos por último la planta donde está la vivienda. No se cuantos pisos hemos subido, ni me importa, caigo redondo al suelo tras pasar el umbral de la puerta.

Me arrastran y cierran la puerta. De inmediato una mascarilla de oxígeno cubre mi boca y me reanima, gateo hasta mas alla de la puerta, estoy dentro de la vivienda.

Alguien me coloca sobre un sofá, estoy rendido y duermo, estoy fuera ya de este mundo porque sigo respirando sin que mis pulmones quemen, pero no, la dicha dura poco y abro los ojos enfocando la habitación y a la gente que ocupa las sillas.
No está la mujer la pobre mujer astrosa ni tampoco su hijo, ¿lo habré soñado?. Parece que no lo he soñado pues mi amigo me informa que están tumbados en otra habitación con una buena ración de oxígeno en sus pulmones y algo de alimento en sus estómagos.
Enfrente tengo a la niña de diez años y otro crío que parece su hermano, tendrá cinco o de seis años y se les ve saludables. Pálidos pero no en demasiado mal estado.
Según me entero han perdido a sus padres y a su abuelo, están solos y desean abandonar la casa.
Espera, espera, amigo. No me entero de nada, vuelve a empezar por favor le contesto a Luis.
Que te lo cuente la niña, Emiliano, me replica Luís. Mejor aún Laura, dále la mano y le llevas tu sabes donde para que tome conciencia de la situación.
Dicho y hecho, me incorporo, toma mi mano y me lleva a una habitación donde tres adultos están tumbados en la cama. Muertos, y bien muertos por su color y por el olor que inunda la habitación.

La niña no se inmuta, ha visto y sufrido demasiado, ha estado sola con su hermanito con este panorama en casa.
Salimos de inmediato, yo no puedo resistir la vista de esos cuerpos que empiezan a descomponerse y ella me va contando que son sus papás, y su abuelo.

Sus papas decidieron dejar las reservas de oxígeno a sus hijos, esperaban que llegara su abuelo que traería más asi como alimentos. Deseaban abandonar la casa y la ciudad cuanto antes.

El abuelo era un coronel que sabía donde encontrar provisiones, máscaras, oxigeno, armas, y un plano que pudiera guiarles para atravesar Madrid y el resto de España, parando en sitios donde hubiera algún tipo de orden, restos de un gobierno, y soldados que acataran las ordenes de sus superiores.

Se retrasó mi abuelo demasiado, dice la niña, y mis papás decidieron darnos las mascarillas que previamente habían recibido de el, de mi abuelo, se tumbaron en la cama y ahí están, quietos sin moverse.

El abuelo llegó muy enfermo, no sabemos que le pasaba, nos dijo que esperaramos aquí protegidos, con mas mascarillas, que saliéramos a la terraza y atrajeramos la atención de alguien que pudiera ayudarnos a salir de aquí. Nos escribió un papel para dar a la persona que subiera y que seguramente nos ayudaría a salir de aquí, con las provisiones y con las mascarillas que el traía.
Se tumbó en la cama tosiendo, escupiendo sangre, y ahí se quedó dormido al poco tiempo.
Mi hermanito y yo nos hemos quedado solos, nuestros padres no despiertan, están muertos, nos encontramos muy tristes y esperamos que vosotros podrías ayudarnos

tal y como no dijo mi abuelo.
Callo y escucho a la niña, parece lista y confiada en unos extraños que acaba de conocer, me maravilla su sangre fría al contar unos hechos que a cualquier otro niño le hubieran sumido en el silencio y desesperación.

A ella no, desea sobrevivir, tiene claro que tiene que salvar a su hermanito, se siente responsable de el y ese sentimiento le otorga madurez.

¿Que años tienes? le pregunto, y ella me dice que once para doce en seis meses.
Es una mocita menuda y flacucha, pero si, puede que sean sus años por la calma que aparenta.
Mi hermano tiene seis, me dice, antes de que yo le pregunte.
Maravilloso, pienso, ya somos familia numerosa y me siento de inmediato a descansar en cuanto veo una silla propicia para aguantar mi peso.



Capitulo 13


Vuelvo a tener una familia a la que cuidar, la idea se abre paso en mi cansado cerebro y reaviva sentimientos ya pasados.
Veo a mis tres hijas de pequeñas rodeándome esperando jugar a "pies quietos" y me embarga la felicidad ya pasada.
Tres hijas de las que ahora no se nada, no hay forma de comunicarme con ellas pues cada una se marchó a un lugar diferente y lejano.
Ya son mujeres adultas con una vida plena de satisfacciones personales. Eligieron su lugar de residencia acorde con sus trabajos y ahora afortunadamente para ellas no residían en Madrid.
Todo este tiempo he confiado en que estén vivas, a salvo, alejadas de estas enormes megalópolis en las que sobrevivir se había convertido en una dura labor.
La mas joven reside en una capital del Norte de Europa, muy cerca de los bosques que siguen en pie proporcionando el necesario oxígeno que nos llega a cuenta gotas.
Fue allí porque no le gustaba el trabajo que estaba haciendo en Madrid y ahora trabaja en una universidad Danesa de bióloga.
Es posible que la hayan contratado para estudiar el fenómeno genético que destruye toda la flora y esté a salvo con otro staff de biólogos y científicos empeñados en desentrañar el enigma que asola nuestro mundo.
La mayor abandonó Madrid después de casarse por un motivo semejante. Ni a su chico, ni a ella misma, les gustaba la vida en la gran ciudad y hace casi veinte años cambió su vida ciudadana por otra mas tranquila en una isla poco poblada con un paisaje y una vida natural impresionante.
Nada se sabe de lo ocurrido allí, es posible que esta contaminación pestilente no les haya alcanzado y puedan sobrevivir al cataclismo general de una civilización tecnológica irrespetuosa con su medio ambiente.
Nuestra otra hija, la mediana, perdió el contacto con nosotros hace algún tiempo, eligió estar alejada de todo lo que le recordara su pasada vida con padres y hermanas, pero sabemos que está feliz, con trabajo, y lejos de esta vida de ciudad enorme que nunca le gustó.
+++++++
Me zarandean, despierto y escucho que me llaman, despierto de mi duerme vela y caigo en la cuenta de que no estoy en casa.
Comienzo a recordar la pesadilla en la que se ha convertido mi vida y escudriño a las personas que me rodean.
Dos pequeños y una casi adolescente, un joven alto, fuerte, decidido, y una mujer desconocida que me observa con atención.
¿Quien es esta joven que me mira con descaro y un cierto agradecimiento en su mirada?.
No puede ser la mujer astrosa y sucia que me tocó cuando estaba sentado en el banco de madera esperando a mi nuevo amigo. ¿O si lo es?.
No se como lo han hecho pero la suciedad ha desaparecido de su rostro y ha cambiado sus vestidos por otros impecables. El nauseabundo olor que le rodeaba tampoco está y su aspecto es el de una joven muy delgada, famélica casi pero atractiva.
Pongo atención a lo que dicen.
¿Hola como estás?. Soy Lucía y te agradezco lo que has hecho por mi hijo.
¿Que he hecho?
Nada en realidad, arrastrarle con gran esfuerzo de una mano y conducirle aquí, donde estamos ahora, y ¿donde estamos?.
Voy tomando conciencia de la realidad, del lugar donde he estado dormido, de los cuerpos que hay en el dormitorio, del grandísimo dolor de mis pulmones, de mi necesidad de respirar, de comer, de beber, y sobre todo mi absoluto deseo de ver a mi esposa, abrazarla, besarla, decirle que la quiero mas que a nada en el mundo, y no separarme jamás de su lado.
El deseo de verla, cuanto antes, se abre paso sobre todas la carencias que atormentan mi cuerpo y mi espíritu.
¿Cuando nos vamos?, pregunto y trato de incorporarme inútilmente, caigo en el sofá de nuevo y la desesperación me inunda al sentir un cuerpo viejo y desgastado que ya no sirve para casi nada.
Tranquilo, descansa, vas a comer y beber algo para recuperar tus fuerzas, tenemos oxígeno de sobra para purificar nuestros pulmones.

¿Como crees que has podido dormir varias horas?
Si no hubiera sido por el oxigeno que el abuelo de estos niños trajo para ellos, todos estaríamos ya muertos.

El estaba muy enfermo, cuando vio a su hijo muerto junta a su nuera prefirió abandonar, dejo una carta que luego puedes leer, resulta muy descriptiva del caos y da pistas para escapar de esta ciudad.
Estoy leyendo la carta de un desconocido que yace muerto tumbado en una cama de un apartamento extraño.
Esta dirigida a persona o personas de buena voluntad y les pide que se hagan cargo de sus nietos y traten de salvarlos de un mundo que agoniza.
"A quien puede leer esta carta le suplico se haga cargo de mis dos nietos y trate de salvarse junto a ellos.
Aquí ya no hay esperanza, el gobierno junto al gabinete de crisis no existe. Han abandonado sus puestos y han huido junto a sus familias tratando de llegar al Norte.
Desde Bruselas les han sugerido hacerlo y formar un gobierno central en el norte de Europa que trate de coordinar el éxodo de decenas de miles de europeos que abandonan sus países y tratan de llegar a zonas boscosas como sea.
No hay víveres ni mascarillas de oxigeno para todos, ni tan siquiera para uno de cada mil ciudadanos.
Han muerto cientos de millones de personas refugiadas en sus casas o en mitad de las calles.
Nada se puede hacer para remediarlo o aliviar el sufrimiento de estas personas.
El mundo que conocíamos se acaba. Esperemos un nuevo resurgir del ser humano mas consciente de respetar el entorno en el que vive.
Posiblemente la población del planeta quede reducida a unos pocos millones o incluso menos de seres humano.
Mi esperanza es que TU que lees esta carta puedas sobrevivir y conducir a mis dos nietos junto a ti para que ambos forméis parte de los supervivientes.
Dejo diez mascarillas y unas decenas de recipientes de oxígeno, junto a suficientes víveres para sobrevivir al menos un mes.
También he hecho un plano de los lugares a los que podréis acudir en busca de cobijo o ayuda. 
Espero que sigan funcionando.
Soy militar y biólogo, formaba parte del Gabinete de Crisis de este país, al quedar desecho he acudido a casa de mi hijo demasiado tarde, y le encuentro muerto.
Habían dejado las reservas a sus hijos con la esperanza de que yo acudiera a rescatarles.
No puedo soportar mas este infierno, además estoy sentenciado con un cáncer que acabará con mi vida en un lapso muy pequeño de tiempo.
Yo no puedo salvarles.
A quien lea esta carta le ruego salve a mis nietos, ellos igual que otro pequeños pueden ser la esperanza de un mundo nuevo".
Estoy emocionado y aterrorizado por lo que describe este hombre que ha dejado su última esperanza en manos de desconocidos.
El universo que conocíamos está sentenciado. No hay gobierno, ni orden, ni esperanza para los que permanezcan en este país.
Lo sospechaba, pero no hasta este grado, sigo soñando despierto una pesadilla que no acaba.
Salvar a los niños pide, ¿como?. Ha dejado planos con indicaciones de los lugares a los que acudir en un teórico éxodo hacia el Norte, y me pregunto si quedara alguien en ellos o solo es una esperanza que ya se ha desvanecido.
Vamos, vamos, hay que marcharse me comenta mi compañero. Todos estamos preparados para abandonar la casa cuanto antes.
Iremos primero a tu casa, recogeremos a todos y pondremos rumbo al Norte tratando de salvar nuestras vidas.
Las vuestras, pienso, pero callo y me incorporo de inmediato.
Me han alimentado, he descansado, he respirado aire sano, sigo haciéndolo y pareciera que he recuperado parte de mis fuerzas.
En breve tiempo estaré viendo y abrazando a mi querida esposa, es lo único que deseo en estos momentos.


Capitulo 14


Mis sentidos están saturados, ya no distingo el hedor de la muerte de otros olores igual de repugnantes.
Con tres cadáveres dentro de la casa lo inimaginable es pasar la noche profundamente dormido, como ha sucedido, igual que han hecho mis otros compañeros. El cansancio es devastador y el sueño es inevitable y muy bien venido.
Hemos procurado turnarnos, peor que bien, para vigilar que nada ni nadie nos de una desagradable sorpresa.
No las ha habido, el silencio es sepulcral, solo lo rompe algún tremendo alarido de muerte cuando algunos de los que escapan amparados por la noche son vilmente cazados y exterminados al momento.
¿Qué objeto tiene asesinar a quien ya está sentenciado?.
¿Robarle?.
¿Para que?, me pregunto, si ya casi nada tiene valor en un mundo infernal que se destruye a si mismo y a todo ser que respira.



Está amaneciendo y estamos preparados para abandonar la casa.
Llevamos máscaras, armas, trajes especiales y provisiones cargadas en tres carritos.
Pesan como el plomo y han bajado danto tumbos por las escaleras con riesgo de romperse y desparramar todo su contenido por los escalones.
A pesar del estruendo nadie ha salido por puertas cerradas y silenciosas. No parece haber nadie dentro de los pisos o sus ocupantes yacen muertos ya sin remedio.

El aire es irrespirable creo, no me atrevo a comprobarlo tapadas mi nariz y mi boca por una confortable máscara que me da la vida.
Todos llevamos una con sus respectivos depósitos de oxigeno vital.
Aceleramos el ritmo esperando llegar a mi casa en un par de horas a lo sumo.
El entorno es irreconocible y a penas puedo orientarme. Sorteamos árboles caídos putrefactos ya al igual que los montones de cadáveres o cuerpos diseminados por todos los sitios.
Caminad, no entreteneros, no mirar, procurar no resbalar con esa mugre infame que cubre el suelo, nos va diciendo nuestro amigo mientras arrastra el carro mas pesado y lleva a los dos hermanos enganchados a su otro brazo.
La mujer joven increíblemente recuperada arrastra otro carro ayudada por su hijo.
Yo arrastro el menos pesado aunque para mi resulta cargado con plomo.
Estamos llegando ya, mi corazón salta alborozado pensando en abrazar a mi esposa. No deseo pensar en que pueden no haber sobrevivido.
Una voz me dice que es imposible encontrarlas vivas, pero no la escucho, la esperanza sigue viva y me permite seguir moviendo mis piernas.
Mi barrio al fin.
Lo que veo y voy pisando, no me impide pensar que estoy cerca de casa, mi casa como diría ET,  mi corazón se acelera según la distancia se acorta.
Ansío con todas mis fuerzas abrazar y besar a mi esposa, pero el temor me atenaza cuando pienso en las pocas posibilidades que hay de encontrarla viva.
¿Y la muchacha?, ¿se habrá marchado con su hijo sin esperarme?. Cuando sopeso sus posibilidades constato que son nulas. Imposible atravesar la ciudad sin perecer en el intento.



Nunca el barrio fue agradable o limpio, pero ahora no puedo apreciar la diferencia con los que he ido atravesando.
Todos son inmundos e inhabitables.
El polvo y la suciedad lo cubre todo, los cuerpos se amontonan por doquier, coches aplastados obstaculizan el paso al igual que troncos y ramas podridas de los árboles.
Infinidad de ratas proliferan entre los cadáveres, la mayoría muertas y mordisqueadas por sus congéneres que se mueven entre ellas.
Resulta asqueroso y fascinante ver semejante espectáculo, no es una película de terror, es tu barrio, es tu mundo, es la realidad de un entorno que agoniza.
El ser humano no tiene sitio, otras especies lucharán por sobrevivir y el alimento no les va a faltar.
Tampoco carecerán de oxigeno pues una vez exterminados los grandes mamíferos, incluidos los humanos, el aire restante será suficiente para insectos y alimañas que a miles corretean ante mis ojos.
Pisamos cucarachas por cientos, otras suben por las piernas y llegan hasta nuestro rostro. 
Ocupadas las manos no podemos sacudírnoslas de encima.
A estas alturas ya no me importan, siempre me fueron repugnantes y aterradoras, pero ahora todo es mas horripilante que cualquier insecto vivo que repte por mi cara o piernas.
Ni tan siquiera tendría fuerzas para espantarlas en el caso de que pudiera hacerlo.
Les comento, solo nos queda llegar al final de esta calle que encontramos  a la derecha, otro giro a la izquierda y estaremos frente a los bloques donde está mi casa.
Genial, en pocos minutos estaremos allí, me responde Luis que camina con soltura arrastrando el pesado carro lleno de comida y armas.
Como se las ingenia el para caminar de esa forma para mi es un misterio. Sortea obstáculos con una agilidad pasmosa, levantando casi en  vilo a las criaturas que lleva cogidas de su otra mano.
Escuchamos voces y ruidos de pisadas amortiguadas por la masa informe que cubre el suelo.
Son renegados me susurra, tenemos que escondernos, pero ¿donde?. No hay escondite a la vista, solo pegarnos a la fachada y esperar que no giren la calle continuando recto.
Si enfilan la calle en la que estamos, casi en la esquina, nos verán sin remedio.
Me alarga una pistola a la que miro con asombro. Es la primera vez que tengo un arma en la mano.
Apunta firme y dispara, me dice, es fácil, he quitado el seguro. Solo tienes que apretar el gatillo según enfiles el arma hacia el sujeto al que quieras abatir.
Se acercan, no son muchos, tres o cuatro por el ruido y la conversación que llevan. Ríen y se jactan de sus proezas. Han liquidado a una pareja que llevaba caretas y provisiones. Tienen cuerda para varios días gracias al botín que engorda en su poder. Parece que satisfechos disfrutando con el dolor ajeno.
De donde ha salido esta caterva de desalmados que siembran todavía mas terror entre los pobres supervivientes.
Ni tan siquiera serán soldados renegados, visten sus uniformes arrancados una vez muertos su propietarios e incluso alguno se ríe de ello, de lo listos que son confundiendo al personal que piensa llegan en su ayuda.
Se acercan y los matan sin disparar un solo tiro apropiándose de las pertenencias que les interesan. Máscaras, botes de oxigeno, armas y provisiones. El dinero ya no les sirve, solo joyas o adornos semejantes tienen valor para ellos.
Están doblando la esquina. El estruendo de un disparo me saca del estupor que me embarga. Uno de ellos salta hacia atrás impelido por la fuerza de la bala que lo atraviesa en el pecho. La sangre salta en un chorro incontenible tiñendo de rojo la sucia camisa verde y queda tendido boca arriba en el suelo. De inmediato suena otro disparo y el segundo sujeto se tambalea y cae de bruces sobre la pared. Se escurre y de rodillas queda quieto sin proferir ninguna exclamación.
Dispara Emiliano, me gritan, y sin pensarlo apunto al más próximo y aprieto el gatillo. Una flor roja brota en el hombro y gira sobre si mismo como una peonza hasta que se derrumba.
El otro sujeto trata de sacar un arma inútilmente, suena el cuarto disparo que le destroza la frente e impulsado se estampa contra un árbol derruido sobre la acera.
En un instante cuatro cuerpos más engrosan el montón de muertos.
Estoy mudo y horrorizado. He matado un ser humano sin dudarlo. Primera y última vez, pienso, pero estoy equivocado y pronto tendré ocasión de comprobarlo.


Capitulo 15


El corazón pareciera salir fuera de mi pecho. Los latidos tienen que ser escuchados por mis compañeros en el opresivo silencio que nos rodea. De repente siento una mano que acaricia mi rostro y una voz profunda suena en mis oídos. Tranquilo Emiliano, todo estará correcto, tranquilo, es seguro que tu mujer te espera en casa.
Aparto mis ojos de la añorada terraza, mi terraza, y veo a ¿Cuál es tu nombre? le pregunto a la mujer que nos acompaña.
Soy Lidia, y mi hijo es Carlos, te debemos la vida y estoy segura que encontrarás a quien amas viva, esperando que vuelvas cada segundo del día, no te rindas ahora. Mereces ser recompensado por tus buenas acciones igual que tu amigo Luis.
Gracias Lidia, que Dios escuche tus palabras, voy a estallar si seguimos aquí mirando la casa.
Vamos, el último esfuerzo, que ya casi hemos llegado, comenta mi amigo reanudando la marcha.
Le seguimos como sonámbulos y la angustia se abre paso de nuevo en mi pecho.
Las llaves, grito, las llaves vuelvo a repetir llevándome las manos a la cintura donde até la cartera de viaje que durante años me acompañó en mis viajes. Tanteo, palpo el contorno de mi cintura, y si, ahí está, siento la dureza de unas llaves que esperan ser utilizadas de inmediato.
Esperad, les digo, voy a sacarlas ahora mismo.
Ni se te ocurra, me comenta Luis. Espera a que estemos frente a la puerta en el portal del edificio. Si se te caen ahora resultará imposible encontrarlas sumergidas en esta masa informe de detritus y porquería que llena el pavimento.
Retengo mi ansia y seguimos caminando medio arrastrándonos por mitad de la calle.
Cuanta razón tiene mi compañero, si las llaves se me cayeran en este revoltijo enorme que hay sobre el suelo sería muy complicado encontrarlas.
Estoy llegando, Dios mío, estoy llegando. Que ella esté bien, que esté viva y el resto también, te lo pido Señor, ayúdame y concédeme la gracia de volver a ver con vida a mi querida esposa.
Me esperan rodeando el portal, todos me miran y yo voy moviendo unos pies que se niegan a dar un paso. Temo lo peor y retraso conocer lo peor. Que dure esta ilusión, pienso, deja que dure y retrasa todo lo que puedas abrir la puerta de tu casa, me dice una voz asustada.
Venzo la tentación, no puede ser tanta cobardía me digo, abre ya cuanto antes, seguro que necesitan tu ayuda de inmediato.
Apremiado por esta idea me pego al portal, aunque una mano me detiene en la acción de buscar y sacar las llaves.
Déjame a mi, tu estás demasiado alterado, y diciendo esto Luis mete sus manos por mi camisa, desata la hebilla que sujeta la cartera de trapo a mi cuerpo y cuidadosamente saca la misma a la mortecina luz de día.
Despacio con mucho sosiego abre la cremallera de la cartera y mete su mano por el hueco. Las llaves aparecen sujetas firmemente entre sus dedos. Examina el manojo y a la primera, sin dudar, inserta una en la cerradura del portal. Acierta, gira dos vueltas y abre la puerta.
Ir pasando nos dice, tu primero es tu casa y lo mereces. Así lo hacemos con sigilo y sin proferir una palabra. Una vez todos reunidos en torno a el, me entrega las llaves con cuidado para lo cual toma mi mano, la abre, deposita el manojo contra la palma y cierra mis dedos firmemente. Ten cuidado, me dice, que no se te caigan.
Tu vas a subir solo, nosotros esperamos aquí, no deseo que tu gente se asuste al vernos. Déjalo todo aquí, tómate tu tiempo y si necesitas ayuda, la que sea, me llamas. Yo subiré de inmediato a tu voz.
¿Te atreves a enfrentar la prueba mi amigo? me pregunta, y afirma.
Todo está bien, vas a encontrar a los que amas perfectamente, vete seguro de ello.
Me empuja con suavidad hacia las escalera y yo comienzo a subir refrenando mi angustia y la insana impaciencia por encontrar ¿que? me pregunto, ¿a todos muertos?.
No, Dios mío, no, que no sea así. No lo permitas.
Vivo en el segundo C, y poco a poco llego al descansillo del primero. No encuentro nada que no sea suciedad extrema. No hay nadie, ningún cuerpo de persona o animal. Tropiezo y caigo ruidosamente sobre los escalones. Se escucha el batacazo por todo el portal, Ay, puff, que daño exclamo.
 
De inmediato escucho el ruido de una puerta que se abre y al segundo una forma peluda se arroja contra mi pierna. Se agarra a ella mientras un largo y sonoro miaauuu, miaaauuu, se escucha en mis oídos como música del Cielo.
Es mi gato, es Gatufo, no me lo puedo creer. Ha salido como un rayo hacia mi cuando alguien ha abierto la puerta de mi casa al escuchar mi queja.
Estáis vivos, estais vivo, grito sin poder contenerme y salgo impulsando hacia arriba llevando a Gatufo en mis brazos.
Querido, mi querido Gatufo, está vivo repito una y otra vez mientras las lágrimas y los sollozos no paran de repetirse fuera de mi alborozada alma.
Gracias, gracias, estáis vivos vuelvo a exclamar como un loco poseso.
Una alegría inmensa inunda todo mi cuerpo que galopa hacia arriba sin ver donde pongo los pies.
Escucho su voz, existe la gloria entre tanto dolor, me llama y vuelo atravesando la puerta de mi casa sin mirar ni ver a nadie. Corro hacia su voz que sigue llamándome sin parar.
Hola, me dice, hola amor mío. Estás aquí conmigo, gracias, gracias, estás aquí.
La veo sentada en su silla y me mira, sonríe y extiende sus brazos hacia mi. Caigo de rodillas y reclino mi cabeza sobre su regazo. Lloro, lloro como el niño que soy sobre sus senos que me acogen con calor y ternura. Sus brazos me rodean y me tranquilizan suavemente.
Estás viva, repito incesantemente, estás viva. Gracias Dios mío, estás viva.
Pues claro que lo estoy, ¿Cómo no iba a estarlo?. Te estaba esperando y no podía dejar de estar presente cuando volvieras. ¿Que hubieras pensado de mi si no me encuentras?, me dice gozosa y con el punto de ironía que siempre ronda sus palabras en situaciones comprometidas.
¿Que esperabas?, no podía marcharme sin esperarte querido mío.
Me levanto, la beso una y otra vez, finalmente nos fundimos en un profundo y largo beso que es eterno. Dura toda nuestra vida y no deseo separarme de ella, de sus labios, de su cara, de su cuerpo, nunca más.
Cuanto te he echado de menos la digo, solo el deseo de verte me ha permitido sobrevivir a tanto horror.
Calla, calla y sosiégate, me dice enjuagando mis lágrimas que no cesan de brotar.
De repente caigo en la cuenta de las personas que esperan abajo y trabajosamente me aparto de ella.
Debo de avisarles, me digo, aunque ya estoy escuchando pasos que se dirigen a donde estamos.
Veo a Gloria, al pequeño, y ¿a quien más?. Es Miguel, no lo puedo creer, ¿Miguel?, exclamo.
Claro, mi amigo, quien iba a ser.
¿Pensabas que me iba a olvidar de vosotros?
¿Y estos quienes son?, exclama apartándose y cediendo el paso a mi otra familia que callados, sucios, derrotados van llenando mi salón con su presencia.
Nos habías olvidado, me comenta mi amigo con una sonrisa, y mira con interés a su alrededor.
Tu eres Cuca, su esposa, dice, y se adelanta hacia ella cogiendo su mano y besándosela.
Encantado de conocerte querida Cuca, dice, estos son los invitados que tu marido se ha traído a tu casa. Espero que no te importe.
Asombrada Cuca mira a todos y cada uno de los seres que con timidez la miran a ella.
Miguel y Gloria los miran a su vez con enorme extrañeza, quienes son estos se estarán preguntando, y movido por su curiosidad comienzo a citar sus nombres para dárselos a conocer.
Es tal mi emoción que confundo los nombres y tengo que callar incapaz de pronunciar palabra.
Las lágrimas vuelven a inundar mis ojos y resbalan sin parar por mi cara.
Están vivos pienso una y otra vez, pero no puedo evitar que un insidioso pensamiento resbale entre tanta dicha.
Vivos si, ¿pero por cuanto tiempo?, lo aparto pero con insidia vuelve a resonar en lo mas profundo de mi cabeza. 
¿Por cuanto tiempo?.




Capitulo 16


Vuelvo a estar en casa, es lo único que importa, pues durante estos días que estuve en la calle pensé que ya nunca iba a regresar, moriría sobre el asfalto, asfixiado, asesinado o de sed e inanición.
La forma era lo de menos, la muerte estaba asegurada.
Lo peor era sentir que no vería nunca más a mi querida esposa, no saber si estaba viva o muerta, no poder decirla estoy aquí contigo, he regresado, nunca debiera haberme marchado de tu lado.
Ahora otra ver la tengo en mis brazos, la beso, la arrullo, le digo una y otra vez te quiero para lo que me quito y me pongo la máscara de oxígeno con el perjuicio que esto ocasiona en mis pulmones.
Me es igual, necesito decirle todo lo que he vivido, lo que siento, que ya nunca me alejaré de ella aunque todo es innecesario pues ella lo sabe y no hace falta que yo le diga nada.
Me han contado que Miguel llegó a casa, pudieron abrirle a tiempo, y con las mascarillas de oxígeno, agua y comida que el traía, nadie sabe de donde, pudieron sobrevivir todos estos días hasta que regresamos nosotros.
En realidad sigo aturdido, no entiendo lo que me dicen, simplemente descanso disfrutando el hecho de haber regresado y sentirme entre los míos.
Hablan de marchar, de ir hacia el norte como la única posibilidad de ponerse a salvo, a mi no me interesa, solo quiero descansar, ver a mi compañera de toda la vida. Cuidarla mientras siga vivo sin abandonarla nunca.
Sus ojos muestran la alegría que siente al verme, no dice nada dejando que hablen los demás.
Y no paran de estudiar los mapas, hacer proyectos de marcha, calcular para cuanto tiempo les durarían las mascarillas de oxígeno, la comida, el agua, sus fuerzas y así vuelta a empezar en cuanto descansan lo necesario.
Urge marchar dicen, y preparan bultos e idean formas de transportarlos.
Sobre mi esposa no dicen nada, ella no camina, está permanentemente en su silla de ruedas pues no tiene ya fuerzas de utilizar su andador. Su enfermedad ha avanzado significativamente y vuelve a incapacitarla mucho más que antes cuando quedó en la casa.
Resulta inimaginable pensar en llevarla por la calle,
¿Cómo y quien?. Nunca ha aceptado de buena gana que nadie cargue con ella y ha preferido no salir a tener que verme empujar su silla de ruedas.
Al final compramos una eléctrica ahora inservible pues no hay donde cargar sus baterías.

No hemos hablado sobre la posibilidad de marcharnos, pero se lo que ella piensa y su decisión irrevocable está tomada.
Ella desea que la dejemos en casa, que me vaya yo, que salve mi vida y que la deje a ella para abandonar una vida que le agota.

No va a ser así pero prefiero no pensar en ello, deseo abandonarme al momento feliz de haber regresado, descansar en mi cama.
Dormir al lado de mi esposa, pensar que mis hijas están a salvo y descansar.

Descansar para siempre.



FIN









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