Capitulo 1
Siguen cayéndo
las ramas de árboles centenarios o jóvenes, matando gente que pasea
por debajo, e incluso han comenzado a caer árboles enteros de
repente, sin ninguna explicación a este fenómeno tan
inquietante.
Nadie sabe la razón, sin motivo aparente se
derrumban como si de un infarto se tratara, pero los arboles no
tienen corazón, o si?.
Enormes pinos caen sin cesar aquí, allá,
y el estruendo es continuo, sobrecoge, que está pasando se preguntan
las gentes que presencian estos hechos tremendos de una Naturaleza
que se destruye a si misma.
Es el preludio de lo que está
por venir?. Será que nuestro mundo acabará así, primero caen los
árboles, unos pocos aquí otros allá y cada día que pasa se
extiende la pandemia que consume el entorno arbóreo.
En las
ciudades y pueblos los alcaldes no saben que hacer, tratan de
tranquilizar a sus vecinos diciendo que han revisado los caídos
y están aparentemente sanos, lo que resulta todavía mucho
mas inquietante.
Sanos?
pregunta todo el mundo, como van a estar sanos si se caen fulminados
al suelo y matan a todo el que pillan debajo.
Ovejas,
vacas, personas, gallinas, todo es aplastado bajo su peso.
Ya nadie
puede evitar mirar hacia arriba cuando está debajo de los árboles,
caerán encima de mi?, nos preguntamos todos.
No suelo
salir de casa con frecuencia y los dos árboles que tenía frente al
mirador los talaron hace dos años, me causo pena ver como los
serraban y dejaban el tocón en tierra.
Hoy casi me
alegro de no verlos, temería que cayeran contra los cristales y
produjeran un estropicio.
Mejor así,
esperar, no salir, alguna explicación habrá me digo a mi mismo.
La
esperamos en vano pues no la tienen y no pueden darla, y el fenómeno
de los árboles que caen se va extendiendo fuera de las ciudades, se
propaga al campo, a otros paises y el terror ante semejante tragedia
global e inexplicable comienza a cundir por todas las regiones del
planeta.
Esta masacre
arborea nos estará avisando una catástrofe cercana en la que la
tierra protesta por la intrusión humana antinatural?.
El
hacinamiento en las ciudades, la aniquilación de millones de plantas
por el asfalto inhumano y antinatural de autopistas, carreteras y
masivas poblaciones con calles que ya no respetan la tierra ni a los
animales, e incluso se elimina el césped natural sustituyéndolo por
una masa informe verde que imita lo inimitable de la naturaleza.
Alarma
generalizada es lo que se está produciendo ante la falta de una
explicación razonable.
No es natural, será una enfermedad que
ataca a toda la floresta del planeta y está diezmando la masa
forestal?, es la pregunta que se hace en los medios, tertulias, e
incluso en las familias.
Como pueden caer árboles
centenarios dejando sus raíces al descubierto, la tierra
levantada y el pavor de todo aquel que lo ve o lo escucha por los
grandes estruendos del derrumbe inexplicable para las gentes del
campo y la ciudad.
Que se anuncia con estos hechos?.
Tratan
de tranquilizarnos diciendo que parará, que es transitorio, no
se tiene constancia de un hecho semejante y ante la falta de criterio
o pruebas científicas que avalen la teoría de
una enfermedad arbórea la gente especula, los medios
especulan, y el terror se extiende como una gran mancha de aceite que
va anegando la tierra según van cayendo gigantes centenarios que
nada les había afectado antes.
+++++
Hay quien
anuncia el fin del mundo y proclama que nos preparemos para el
desastre total, la extinción de vida en la Tierra.
Inventan
frases inexistentes de las escrituras, y nos van saliendo profetas en
cualquier sitio.
"Vendrán males que asolarán la tierra"
y
el Armagedón
anunciado en la Biblia es lo que nos viene a todas las
mentes.
Constantemente se escuchan teorías o amenazas
de como va a evolucionar esta catástrofe natural. Nos
piden que imaginemos a los arboles cayendo porque ya no encuentran el
ambiente adecuado para su desarrollo. Caerán sin parar,
primero en una zona del mundo, como ya sucede, luego en todos los
otros lugares, no hay región o país que se libre y finalmente no
quedará un solo árbol en el todo el globo terráqueo.
La vida de
los seres que necesitan esos árboles se irá extinguiendo con
ellos.
Nosotros mismos necesitamos los árboles para purificar
la atmósfera, para respirar, y se preguntan los expertos de
turno: ¿cuanto duraría el oxigeno necesario para millones de
seres que habitan este planeta?.
Imposible de
concebir una vida para los pájaros, ardillas, seres humanos y toda
clase de animales que necesitan la masa forestal para sobrevivir,
para respirar, para cubrirse de los implacables rayos del sol, para
que llueva, para que las aguas se vayan regenerando.
Quién
quedaría en el mundo? Difícil imaginarlo.
Sin lluvias,
sin plantas, sin animales, cuanto tiempo tendría que pasar para que
la desolación absoluta y total se adueñara de toda la tierra.
Poco
en realidad, muy poco, y los que fueran sobreviviendo devorarían a
los suyos propios al no tener que comer.
Los pantanos
se irían secando, los ríos dejarían de fluir, y la sed
ardiente se haría implacable.
Finalmente la
muerte para casi todos los seres vivos que dependen de la floresta,
la lluvia, el agua, y el oxígeno.
Posiblemente
las cucarachas, u otros insectos podrían sobrevivir?
Quien lo
sabe, aunque es probable que estos seres también necesiten de
los árboles para devorar sus hojas, poner sus huevos, huir del frio
o el calor extremo, y sobre todo respirar.
Que otra
alternativa buscarían para sobrevivir y ser los únicos seres vivos
de una tierra marchita y desolada?.
Ante la
ausencia de pájaros insectívoros, los insectos
se propagarían por millones al menos de
momento, acabarían con todo haciendo imposible otra clase
de existencia.
Y así se
siguen las especulaciones de los mal llamados expertos que
nos están poniendo ya los pelos de punta.
El miedo se
extiende todo comienza a ser caótico, cada cual trata de
atrincherarse en sus casas, velar por sus vidas, procurarse lo
estrictamente necesario y poco más.
Las
muertes por aplastamiento se cuentan ya por millares.
Al principio
socorrían a los heridos, recogían a los muertos bajo las ramas, ya
no se da a basto y nadie se atreve a internarse en una zona boscosa.
Los cadáveres
de animales y humanos se pudren bajo las ramas y el olor
es irresistible.
Igual que
minas diseminadas por la tierra, que explotan cuando se las pisa, los
árboles caen sin avisar aplastando todo aquello que les rodea.
Algunos
huyen a terreno abierto, despejado, desértico incluso, pero los
alimentos van escaseando,las carreteras están impracticables con
miles, millones de arboles caídos que impiden es paso por ellas.
Solo
circularcampo a través es posible, los suministros escasos para
mantener las poblaciones pobremente abastecidas, y ya nadie piensa en
otra cosa mas que sobrevivir ante lo desconocido y esperar, esperar
que todo pase.
Han acabado las contiendas pues quien se preocupa
de hacer una guerra cuando todo parece que se destruye.
+++++++++++
Todo
esto es una mera especulación ante algo que está sucediendo en mi
ciudad.
Decenas de
ramas han caído este verano, han muerto dos o tres
personas, arboles que se derrumban de repente sin saber el motivo y
el ayuntamiento que promete revisar los cientos de miles de árboles
que crecen en Madrid.
Alguien puede creer que esta revisión puede
hacerse?.
Yo lo dudo, y
pienso que debemos cuidar mucho mas nuestro entorno u otras
generaciones vivirán situaciones imposibles de concebir.
Duerman
bien, sin pesadillas, y miren hacia arriba cuando paseen bajo los
árboles.
Capitulo
2
Decido salir
a la calle, ha pasado una semana desde mi última escapada y a penas
quedan existencias en la casa, mi gato se está quedando sin su
comida y continuamente se lamenta.
El pobre
no entiende nada de lo que pasa. Mi esposa me ruega que no salga,
tiene mucho temor a lo que me pueda pasar, y prefiere consumirse sin
comida antes que perderme.
Ella no puede moverse, está en silla
de ruedas y necesita que alguien la empuje, le ayude a incorporarse
si quiere sentarse en cualquier otro lugar y a duras penas puede
ponerse en pié.
Hemos racionado la comida hasta límites
insospechados pero se acaba.
Ya no hay
especulaciones catastróficas en los medios.
Han sido
controlados por los Gobiernos y el ejercito se ocupa de seguir las
pautas necesarias para que no cunda el pánico.
Lo
controlan todo, supermercados, comunicaciones, limpian algunas
carreteras removiendo miles de árboles que impiden el paso de los
camiones con suministros.
Hay gabinetes
de crisis por doquier que se afanan en atajar la catástrofe medio
ambiental que supone la pérdida de la masa forestal.
No nos
dicen lo que puede pasar en las selvas del Amazonas y otras parecidas
que son los pulmones de planeta.
El terror es general, el ejercito
circula por las calles de Madrid y trata de controlar que no haya
pillajes o tumultos.
Estoy en
la calle y la vista es desoladora. No hay lugar donde algún árbol no
esté caído habiendo aplastado coches, estructuras, tejados y
produciendo infinidad de bajas entre peatones desprevenidos.
No hay
cuerpos, los han ido retirando ante la ausencia de peligro físico de
derrumbes,no queda árbol en pié, y hay mas que
peligro de epidemias.
Nada se
comenta del número de bajas entre la población pues no quieren que
el pánico sea aún mayor de lo que ya es.
¿Donde voy?, pienso,
lo mejor acercarme a alguno de los supermercados conocidos.
El primero
está abierto custodiado por la policía, una interminable fila de
gente se agolpa para ir entrando.
La hilera de
personas da la vuelta a toda la manzana, y grandes carteles anuncian
que deberán llevarse los D.N.I. de las unidades familiares o
personas que convivan en un solo piso para administrar los alimentos
que lógicamente están ya racionados.
El orden
existe, al menos de momento, y eso me tranquiliza.
Llamo a mi
esposa por teléfono y le cuento lo que he visto, le digo que
permanezca tranquila, que voy a tardar mucho pues tendré que esperar
la fila, y que todo va bien pues llevo los D.N.I. el suyo y el mío.
Me dice
que no me preocupe por ella, que está bien, y que esperará todo lo
que haga falta.
Con
paciencia me pongo en la fila, saco mi kindle y comienzo a leer
procurando calmar mis ánimos.
No se si para
comprar la comida de Gatufo tengo que llevar algún documento que
acredite su identidad y que vive con nosotros.
Si no puedo
tendremos que compartir con el la nuestra, no habrá problema
alguno.
En la fila observo que hay toda clase de personas,
mayores, jóvenes, hombres y mujeres a veces en parejas, casi todo el
mundo guarda silencio o trata de escuchar noticias en la radio.
La
policía y el ejercito han impuesto un gran respeto, se guarda el
orden y no hay, que yo sepa ninguna clase de tumulto.
Cuando
comenzó el pánico si lo hubo, luego los gobiernos Europeos fueron
tomando medidas conjuntas y se recupero el orden en las calles.
Ahora
la gente calla y susurra en voz baja las últimas noticias que nunca
suelen ser ciertas.
Vienen
filtradas por los gobiernos y en realidad no dicen nada de lo que
está pasando.
¿Hasta
donde llega la plaga de los "áboles y matorrales caidos"
?. No se comenta, han encontrado algún remedio o explicación?.
Tampoco se comenta.
Solo se dan
noticias regionales o nacionales, lo que ocurre en los países de
Europa que sufren iguales consecuencias y toman similares medidas que
nosotros.
Hay un gran gabinete de crisis en Bruselas, que dicta
las normas de lo que es preciso hacer en los diferentes países de
la Unión.
Nada más se
dice o se comenta, el hermetismo es total.
Es muy
posible que traten de que no se produzca una estampida general,
huyendo de las zonas desoladas del continente Europeo y marchando por
avión o cualquier otro medio de transporte hacia zonas que se hayan
librado de la tragedia de los árboles.
Habrá alguno?, me
pregunto, o esto es absolutamente global.
Yo no lo se, nadie de mi
entorno lo sabe, pero imagino o deseo pensar que no, las
consecuencias serían demasiado horribles en un corto plazo.
No vemos a
nadie que salga, lo harán por la otra puerta, de esa forma no
sabemos lo que se llevan.
Es de suponer que a medida que van
pasando
los primeros
de la fila los suministros se van acabando. Nadie puede controlar las
existencias si no saben cuantas personas van a acudir a
comprarlas.
Llevo una lista de lo que nos hace falta, siempre la
he llevado antes y ahora con mas motivo.
La repaso
mentalmente para no pensar en otra cosa.
Procuro no
hablar con nadie y escuchar lo que comentan los otros.
Miedo es
lo que dejan entender todas las conversaciones. No hay explicación
posible a lo que está sucediendo, y el espectáculo de ver todos los
árboles que había en el paseo, caídos en el suelo
no es una imagen tranquilizadora.
Han apartado
los que había en la calzada pero casi no pasan coches. La gente
comienza a ahorrar combustible por temor a lo que esté por venir.
Y
esa el la gran pregunta que nos hacemos todos, ¿cuando parará
esto?, que veremos en un mes o incluso la semana que viene?. Seguirá
todo parecido, controlado, o ya estaremos sumidos en el caos?.
Prefiero
no especular dentro de mi cabeza pero es inevitable. Cuando bajo la
guadia los pensamientos apocalípticos vienen a mi mente y
trazo planes para afrontar la catástrofe.
No se me
ocurre nada, no tengo coche, mi esposa está casi incapacitada, no
puede andar, a penas incorporarse, donde voy o que hago si todo
empeora?. Otra vez me digo, mejor no lo pienses, vive hoy, afronta
hoy lo que tengas que hacer, mañana será otro día con otros
problemas que tendrás que ir solucionando.
Eso es todo, no hay
más, por muchos planes que quieras hacer siempre la realidad será
otra diferente de la que ha pensado o previsto.
La puerta
de entrada va estando más próxima, miro el reloj, cuanto tiempo ha
pasado?. Dos horas, tampoco ha sido demasiado e incluso pensaba que
estaría más.
Es una mala
señal, pienso otra vez sin poder evitarlo, es una prueba clara de
que se acaban los alimentos y la gente tarde menos porque ya casi no
pueden llevarse de nada.
Calla, no
pienses me digo, ya has empezado otra vez a suponer lo peor.
Pero es
cierto, lo compruebo en cuanto entro, las estanterías están
casi vacías, y en cuanto llego a donde recogen las notas de lo
que deseamos llevarnos van tachando mas de la mitad de lo que yo
había escrito.
Puedo llevar arroz, algo de leche, alubias, pasta,
jabón, huevos, y poco más.
No hay
verdura, ni fruta, no hay pescado, ni carne, ni queso, a penas aceite
o azucar, consigo una botella y un kilo solamente, tampoco quedan
patatas, total que no se como nos vamos a arreglar para una
semana.
Es lo que me dicen, me sellan un papel en el que
especifican lo que llevo, la fecha, y que mi próximo suministro
puedo hacerlo en una semana. Lo registran en el ordenador y me dicen
claramente "que no trate de ir a otro supermercado" pues
está prohibido por una ley reciente.
Si intento
hacerlo pueden detenerme y no entregarme ya mas suministros.
Estoy
anonadado, esto es mucho peor de lo que pensaba, no es de extrañar
que salgamos por otra puerta fuertemente custodiada y nos indican que
no comentemos nada con nadie de todo lo que nos han dicho.
La gente que
espera fuera podría amotinarse, y se podría originar un gran
tumulto, pero es lo que hay y gracias que lo racionan para que
alcance a la mayor cantidad de personas.
Yo
también comienzo a sentir el temor, miedo a lo que está por venir y
un sudor frío comienza a brotar de mi frente.
Que le voy a
dar a Gatufo, arroz?, un poco de embutido, jamón de york que a el le
gusta, pero es un producto que caduca, y luego?.
Antes de
salir me dirijo a uno de los encargados de distribuir lo que han
ajustado y le pregunto si tienen comida de gato.
Siento un
gran alivio cuando me dice que sí, que le enseñe la cartilla del
minino, la mira, la sella, y se marcha.
Llega con un
saco de comida, no demasiado grande, y algunas latas.
Para una
semana, me dice, antes no puede venir asi que racione al gato todo lo
que pueda.
Gatufo
está salvado, respiro y me tranquilizo, al menos el gato comerá y
son buenas noticias.
En
silencio salgo del supermercado y tratando de casi esconder los
productos voy mirando a un lado y a otro temeroso de que me los
puedan robar.
¿Que
puedo hacer si eso sucede?
El temor se masca entre quienes
esperamos entrar en el supermercado, se habla en voz baja pues no
queremos poner nerviosos a los soldados o policías que nos
miran con cara aviesa y custodian la fila.
No vemos
a nadie que salga, lo harán por la otra puerta, de esa forma no
sabemos lo que se llevan.
Es de suponer que a medida que van
pasando
los primeros
de la fila los suministros se van acabando. Nadie puede controlar las
existencias si no saben cuantas personas van a acudir a
comprarlas.
Llevo una lista de lo que nos hace falta, siempre la
he llevado antes y ahora con mas motivo.
La repaso
mentalmente para no pensar en otra cosa.
Procuro no
hablar con nadie y escuchar lo que comentan los otros.
Miedo es
lo que dejan entender todas las conversaciones. No hay explicación
posible a lo que está sucediendo, y el espectáculo de ver todos los
árboles que había en el paseo, caídos en el suelo
no es una imagen tranquilizadora.
Han apartado
los que había en la calzada pero casi no pasan coches. La gente
comienza a ahorrar combustible por temor a lo que esté por venir.
Y
esa el la gran pregunta que nos hacemos todos, ¿cuando parará
esto?, que veremos en un mes o incluso la semana que viene?. Seguirá
todo parecido, controlado, o ya estaremos sumidos en el
caos?.
Prefiero no especular dentro de mi cabeza pero es
inevitable. Cuando bajo la guardia los
pensamientos apocalípticos vienen a mi mente y trazo
planes para afrontar la catástrofe.
No se me
ocurre nada, no tengo coche, mi esposa está casi incapacitada, no
puede andar, a penas incorporarse, donde voy o que hago si todo
empeora?. Otra vez me digo, mejor no lo pienses, vive hoy, afronta
hoy lo que tengas que hacer, mañana será otro día con otros
problemas que tendrás que ir solucionando.
Eso es
todo, no hay más, por muchos planes que quieras hacer siempre la
realidad será otra diferente de la que ha pensado o previsto.
La puerta
de entrada va estando más próxima, miro el reloj, cuanto tiempo ha
pasado?. Dos horas, tampoco ha sido demasiado e incluso pensaba que
estaría más.
Es una mala
señal, pienso otra vez sin poder evitarlo, es una prueba clara de
que se acaban los alimentos y la gente tarde menos porque ya casi no
pueden llevarse de nada.
Calla, no pienses me digo, ya has
empezado otra vez a suponer lo peor.
Pero es
cierto, lo compruebo en cuanto entro, las estanterías están
casi vacías, y en cuanto llego a donde recogen las notas de lo
que deseamos llevarnos van tachando mas de la mitad de lo que yo
había escrito.
Puedo
llevar arroz, algo de leche, alubias, pasta, jabón, huevos, y poco
más.
No hay
verdura, ni fruta, no hay pescado, ni carne, ni queso, a penas aceite
o azucar, consigo una botella y un kilo solamente, tampoco quedan
patatas, total que no se como nos vamos a arreglar para una
semana.
Es lo que me dicen, me sellan un papel en el que
especifican lo que llevo, la fecha, y que mi próximo suministro
puedo hacerlo en una semana. Lo registran en el ordenador y me dicen
claramente "que no trate de ir a otro supermercado" pues
está prohibido por una ley reciente.
Si intento
hacerlo pueden detenerme y no entregarme ya mas suministros.
Estoy
anonadado, esto es mucho peor de lo que pensaba, no es de extrañar
que salgamos por otra puerta fuertemente custodiada y nos indican que
no comentemos nada con nadie de todo lo que nos han dicho.
La gente
que espera fuera podría amotinarse, y se podría originar un gran
tumulto, pero es lo que hay y gracias que lo racionan para que
alcance a la mayor cantidad de personas.
Yo
también comienzo a sentir el temor, miedo a lo que está por venir y
un sudor frío comienza a brotar de mi frente.
Que le voy a
dar a Gatufo, arroz?, un poco de embutido, jamón de york que a el le
gusta, pero es un producto que caduca, y luego?.
Antes de
salir me dirijo a uno de los encargados de distribuir lo que han
ajustado y le pregunto si tienen comida de gato.
Siento un
gran alivio cuando me dice que sí, que le enseñe la cartilla del
minino, la mira, la sella, y se marcha.
Llega con un
saco de comida, no demasiado grande, y algunas latas.
Para una
semana, me dice, antes no puede venir asi que racione al gato todo lo
que pueda.
Gatufo
está salvado, respiro y me tranquilizo, al menos el gato comerá y
son buenas noticias.
En silencio salgo del supermercado y tratando
de casi esconder los productos voy mirando a un lado y a otro
temeroso de que me los puedan robar.
¿Que
puedo hacer si eso sucede
Capitulo
3
Estoy en la
calle, fuera del supermercado, mi cabeza bulle de proyectos a
realizar una vez que he salido de casa.
Dudo de ir a
guardar las provisiones y volver a salir, opto por esta opción como
la mas segura y casi corriendo llego hasta mi calle.
Subo, abro la
puerta y escucho la voz de mi esposa que me saluda con alegría,
siempre lo hace, voy a verla y está bien, me confirma. Le
explico que debo volver a salir y tratar de encontrar a un amigo
que me puede prestar un aparato de onda corta.
El los ha
coleccionado y es seguro que alguno me dejará.
Internet está
muerto, no hay linea y solo se reactiva a momentos sin que sea
posible usar el navegador de forma estable.
Lo mismo ha
sucedido con las llamadas "redes sociales" o comunicaciones
internacionales.
No funcionan,
Facebook or Twiter, han desaparecido y así ninguna de las antiguas
redes mas modestas. Tampoco funciona el mail, ni google, todo ha
pasado a la historia.
La cobertura
del móvil va y viene y solo permite llamadas locales
o nacionales.
Difícilmente puedes
hablar mas de dos minutos pues se corta y te deja a medias.
El gobierno
administra las lineas telefónicas igual que hacen con las
provisiones.
Necesito una
radio de onda corta para estar informado de lo que ocurre ahí fuera.
Beso a mi
esposa y vuelvo a salir a la calle.
He llamado a
mi amigo y me espera en su casa, así que me dirijo rápidamente
hacia la zona del centro, Atocha, que es donde el vive.
Tendré
oportunidad de observar que ocurre en otras barrios de Madrid.
Imposible
pillar un taxi pues casi no circulan, y los pocos que hay están muy
solicitados.
Tienen que
dar rodeos constantemente para evitar los árboles caídos y
la circulación se hace casi imposible, además la gente
prefiere guardar el combustible por si se acaba o lo racionan
más todavía.
Han retomado
la bicicleta como un preciado bien para desplazarse por la ciudad
evitando obstáculos y buscando vías alternativas que
nunca tuvieran árboles o grandes matorrales.
Camino
deprisa, me voy fijando en todo lo que me rodea y procuro no
deprimirme ante la vista de las pobres gentes que deambulan sin
sentido.
Lo peor son
los ancianos que parecen absolutamente desconcertados y perdidos.
Los grupos
son disueltos de inmediato por la policía o el ejercito, no más de
cuatro, "circulen por favor", es la frase que se repite una
y otra vez.
En silencio,
desganados, se disuelven los grupos y nadie sabe hacia donde se
dirigen, van sorteando árboles caídos, coches aplastados,
y montones enormes de basura que a duras penas se recoge.
Mi amigo me
ha comentado que tiene mucho que contarme, pero no por teléfono pues
es seguro que están intervenidos, además se corta de inmediato la
comunicación transcurridos dos o tres minutos.
Estoy
deseando llegar y escuchar lo que tenga que decirme.
El ha
preparado un buen aparato para mi y me asegura que podré escuchar
emisoras del extranjero con noticias de lo que está sucediendo en
otros países fuera de Europa.
La
impaciencia me consume, difícil estar sin Internet, he
vivido conectado los últimos diez años y ahora tendré que
acostumbrarme al aislamiento total si todo esto continua.
Como habrán cortado
la web y por que?, me pregunto constantemente.
Desean
suprimir los comunicados entre personas evitando asambleas, noticias,
conflictos según ellos y las restricciones propias de un estado
policial vuelven a estar en auge?.
Todo el
panorama es muy desalentador y me demuestra que a la más mínima
amenaza lo peor de esta sociedad tecnológica sale a relucir.
Una mujer
joven con un pequeño de la mano se acerca a mi, viene desencajada
con el terror reflejado en su cara, señor me dice, ¿sabe Vd. lo que
está pasando?, más o menos señora, le digo.
¿Y que es?.
Ojala lo
supiera señora, pero lo único que es evidente es que los árboles y
matorrales se están derrumbando por todos los sitios, han bloqueado
las comunicaciones en toda Europa, no circulan trenes, ni camiones,
solo por el aire es posible el transporte, y lo peor es que se está
acabando el combustible.
A grandes
rasgos es lo que está sucediendo, creo, pero conviene no alarmarse
pues parece que los gobiernos Europeos han tomado el control y como
verá los soldados, la guardia civil y la policía, están en las
calles.
¿Y que voy a
hacer yo?, se lamenta ella, no tengo a donde ir.
¿Como es que
no tienes a donde ir?, acaso vivías en la calle con
tu pequeño?.
No señor,
tenía una casa chalet que me dejaron mis padres, trabajo dentro de
la casa pues era modista-diseñadora, pero todo ha quedado destruido
cuando dos grandes arboles que había en el pequeño jardín se han
venido abajo.
Comenzó un
incendio en mi casa y tuvimos que salir mi hijo y yo con lo puesto,
sin nada, llevamos casi una semana en la calle comiendo de las
basuras y nadie se hace responsable de nada.
El aspecto
que tiene la muchacha y su hijo es lamentable, sucios, hambrientos,
aterrorizados y muertos de frió.
Por las
noches ya refresca y si han dormido a la intemperie será
milagro que no hayan cogido una pulmonía.
Venid conmigo
les digo sin pensar, voy aquí cerca a casa de un amigo a recoger una
cosa y luego voy hacia mi casa. De momento hasta que las cosas se
soluciones podréis estar con nosotros, mi esposa, Gagufo y
yo.
Pero señor,
no se que decir, será mucha molestía para ustedes.
No me llames
de usted, por favor, llámame Emiliano que es mi nombre.
Y el tuyo y
el del pequeño cuales son?
Yo soy
Glória, y mi hijo es Pedrito.
Encantado
Gloria, es un placer conocerte Pedro, cuantos años tiene?
Ha cumplido
cuatro, pero desde que se quemó la casa no habla. No dice nada, solo
se agarra fuertemente a mí y solloza.
Mi amigo
está esperando fuera, pegado a su portal, se adelanta en
cuanto me ve poniendo una cara de suma extrañeza.
No se atreve
a preguntar nada, aunque enseguida le presento a Gloria y al pequeño,
le explico en pocas palabras lo que les ha sucedido.
Enseguida
nos dice que entremos y abre camino hasta su casa, entramos, Gloria y
el niño se les ve ostensiblemente cansados.
Dentro de
su casa hace sentar a Gloria y al pequeño, les saca unos refrescos y
algo para picar. Mejor si tienes un par de bocadillos, le comento,
están hambrientos.
Cuando están
servidos, Juan pone una música suave y me lleva a su dormitorio.
Sigilosamente
me comenta lo que el sabe escuchando la radio por onda corta.
Habla Ingles
y Francés con soltura y entiende lo que se habla fuera del
continente en emisoras de medio mundo.
La situación es muy mala
en todos los lugares a los que he podido acceder por la radio.
El desastre
es general, y en los países del norte donde los bosques
eran la tónica del paisaje no queda casi ninguno en pié.
Es tal el
caos, sigue, que por carretera o ferrocarril no se llega
a ningún sitio. Se comunican por aire o por barco, pero se
les acaba el combustible y no saben que hacer.
Si
quieren despejar carreteras acaban con las reservas y nadie garantiza
que puedan restablecer las vías vitales para suministrar
el combustible desde las refinerías. Tampoco que se
puedan traer los alimentos desde los almacenes, las cosechadoras
no pueden recoger nada ni sembrar, todo está impracticable.
El
continua contándome lo que ha escuchado, y sigue, se van
a reunir los expertos a nivel mundial en lugar no revelado, su mayor
temor es que la atmósfera se vaya deteriorando y llegue un
momento en que no se pueda respirar.
Hablan de
sacrificar casi todo el ganado vivo pues consume demasiado oxigeno,
necesario para los seres humanos, y entonces nos quedaremos sin
carne, lo que tampoco es una solución viable.
¿Que hacer
entonces, esperar? y que al final se acabe todo?. No parece tampoco
acertado, pero quien decide lo que es viable o no, sin saber si lo
que ocurre y cual es el motivo.
Lo escucharás por ti mismo, me
dice, en el aparato de onda corta que te he preparado.
¿Y con
esos dos pobres que has traído, que vas a hacer?.
Me los llevo
a casa, no puedo dejarles otra vez en la calle, es superior a mi
conciencia hacer semejante cosa.
Ya lo he
decidido.
Vale tío,
lo que tu digas, pero te metes en un gran conflicto. Ya sabrás que
racionan la comida, y dentro de poco racionaran otras muchas cosas de
las que no tenemos idea.
Vale, Juan, dentro de poco ya veré lo
que hago, ahora se vienen conmigo a casa.
Toma, el aparato de onda
corta, cuídalo y que tengas mucha suerte.
Gracias Juan,
eres un amigo, lo cuidaré y ya me voy.
No deseo que
acaben con tu despensa, están hambrientos.
Poco
después abandonamos la casa, Gloria y su hijo se han lavado a
conciencia, han cepillado sus ropas, y sus caras ya no están tan
pálidas. El color ha vuelto a sus mejillas.
A buen
paso no encaminamos hacia casa, tenemos hora y media de camino y no
deseo preocupar más a mi esposa.
Tenemos
que llevar al niño por turnos, el pobre ya no puede más y no hay
forma de llegar si no es a pié.
El
pequeño maletín donde llevo la radio va prácticamente
soldado a mi mano. No dejaría que se lo llevaran si no es
arrastrándome a mi con el, confío en que no sea así.
Deseo como
nunca llegar y estar al lado de Maria, y mi gato, que seguro esperan
ya con verdadera angustia.
Caminamos,
caminamos, sin parar. Yo voy delante señalando el camino y procuro
no andar demasiado deprisa para Gloria cuando lleva a su hijo encima.
Me sorprende
la fuerza que ella tiene cuando se trata de llevar a su hijo.
A mi me pesa
mucho, supongo que a ella le tiene que pesar mucho más, pero no se
queja, se lo tengo que casi arrancar de los brazos para sustituirla
con el peso del pobre crío.
De vez en
cuando le ponemos en el suelo y el niño camina durante un rato sin
abrir la boca. No dice nada, permanece mudo pase lo que pase.
Casi
llegando a mi calle presenciamos un hecho horrible.
Hay un grupo
de gente que mira fijamente hacia el suelo, la policía les mantiene
apartados de lo que parecen dos muñecos desvencijados sobre el
pavimento.
Me fijo
mejor según nos acercamos y veo con espanto que son dos ancianos
espachurrados contra el suelo. Según comentan se han arrojado desde
uno de los balcones agarrados de la mano, y ahí están como
marionetas rotas, rodeadas de rojo intenso por todos los sitios.
No miréis le
digo a Gloria demasiado tarde, ella está desencajada y tapa la cara
de su hijo.
Capiulo 4
Vamos Gloria,
tenemos que seguir, ya nos falta muy poco para llegar.
Es
horrible, ¿como pueden haberlo hecho?.
No podría
decirte, hay que estar en la piel de quien se quita la vida para
saber lo que siente y la desesperación que puede tener esa persona.
Estos
ancianos debían estar muy asustados, sin recursos, sin esperanza
igual que otros, y han optado por dejar de sufrir.
Un salto, no
sabemos si dolor, y todo ha terminado en un instante, yo no puedo
opinar ni valoro la decisión que han tomado.
Vamos, por favor,
rápido todo lo que puedas estamos casi llegando a mi casa.
Yo llevo a tu
hijo, no creo que haya visto nada y es difícil que lo
entienda si los ha visto ahí caídos, no creo que esté mas
traumatizado el pobre de lo que ya lo está.
Entramos en
mi portal, y enseguida abro la puerta de la casa, la voz de mi esposa
me da la bienvenida como siempre hace cuando llego. Así yo se que
está bien, que todo sigue como lo dejé, y antes de verla ya me voy
tranquilizando.
Traigo
compañía, le digo tras saludarla, ahora verás a una chica joven y
a su hijo.
Creo que
a mi esposa ya nada le sorprende respecto a mi, que me presente con
una persona extraña y su hijo no es novedad, pero creo que cuando
sepa que se queda con nosotros si que se va ha extrañar.
Entramos
en la sala, y presento a Maria, el niño y a su madre.
Se saludan,
se miran, y Gloria le pide disculpas por estar en la casa, le dice
que he insistido en que me acompañaran.
Gatufo, como
hace siempre ante extraños, ha desaparecido.
Se caen bien
las dos, lo noto de inmediato, no van a tener problemas y cuando
empiezo a contarle a mi esposa lo que ha pasado la joven y su hijo,
la cara de ella va cambiando y una mirada de ternura y compasión se
extiende de inmediato por sus facciones.
Por supuesto
que os quedáis con nosotros, tenemos sitio y si no lo
hubiera se hace, con sus palabras queda zanjada la cuestión y yo les
digo que me disculpen. Tengo que dejaros pues voy a poner la radio
que Juan me ha dejado.
Salgo y las
dejo a solas, el niño sigue pegado a su madre y no dice nada, ni tan
siquiera cuando Maria le sonríe y le dice que vaya a
su lado.
Me cuesta
sintonizar una emisora que se escuche bien, por fin lo consigo y hay
una buena señal, me acuerdo de mi amigo y le doy las gracias
mentalmente.
Retransmiten en Inglés, americano seguro, se
identifican como La Voz de América, y si, son ellos. Por
Internet les he escuchado muchas veces.
No es una
clase didáctica, dan noticias, tremendas y desalentadoras noticias.
Un locutor
comenta que "todo está empeorando" pues hay países que
han agotado sus recursos y nadie puede ayudarles.
Menciona
regiones del sur de Asia, con cientos de millones de habitantes que
han consumido todas sus reservas y donde la población está muriendo
de hambre y sed por decenas de miles.
Otras muchas
zonas del planeta están igual, han agotado sus recursos y no hay
esperanza de que puedan ser auxiliados.
Europa,
Estados Unidos, y los otros países del primer mundo no
desean agotar el combustible de sus aviones ni enviar comida que
puedan necesitar sus ciudadanos.
Ha
llovido muy poco tras la caída de miles de millones de árboles y se
teme que el ciclo del agua se interrumpa, dicen los expertos. Si esto
llegara a suceder podemos darnos por extinguidos en un corto periodo
de tiempo.
El panorama que pinta esta gente no puede ser peor,
me digo a mi mismo, no me extraña que cierren las comunicaciones
pues aceleradamente todo iría empeorando y las
gentes huirían despavoridas buscando nadie sabe el que.
Habría motines,
linchamientos, asesinatos, gentes despiadadas tratando de acaparar lo
que pudieran.
Ni la guardia
civil, ni el ejercito, contendría la oleada de
gentes al
borde de la desesperación.
Apago el aparato de onda corta después
de casi una hora de escuchar este tipo de noticias.
Estamos en
casa, me siento muy cansado, me reclino en el sillón y mi mente
comienza a vagar al borde del sueño.
Mis ojos no
acaban de cerrarse, los pensamientos de lo que ha sido mi vida hasta
ahora se agolpan en un instante.
Recuerdo que
en mi juventud estábamos siempre al borde del desastre nuclear.
Rusos y
Americanos estaban en posesión de misiles balísticos, infinidad de
ellos, cargados con cabezas nucleares capaces de destruir la tierra
decenas de veces.
La idea era y
es terrorífica aunque no podemos imaginar un suicidio masivo de esa
índole para la raza humana.
Capitulo 5
No se
dice, no se comenta, no se informa, pero las armas están ahí.
Hoy no son
solo dos países los que están en posesión de ellas. Son una
decena, o mas que se sepa, los que tienen el arma definitiva, "El
anillo de poder" podríamos llamarlo que destruiría este
planeta varias veces.
Aún hoy se
teme que el fin del mundo venga de la mano del hombre, una guerra
devastadora y fin, es sobre lo que se ha escrito, se ha novelado e
incluso se han hecho infinidad de películas sobre ello.
Me
acostumbre, igual que toda mi generación, a vivir en un mundo
amenazado por la energía nuclear en todas sus formas.
Nunca imaginé
llegar a esto, simplemente que las arboledas empezaran a desaparecer
sin que nadie sepa el motivo.
Y el fin del
mundo que conocemos podrá venir de la misma tierra que habitamos,
harta de ser agredida, del envenenamiento de sus aguas, de
su atmósfera, por la acción irresponsable y depredadora del
ser humano.
Si la
situación no fuera desesperada tendría su moraleja.
No habrá
moraleja si todo se destruye y el ser humano desaparece de este
sufrido planeta.
+++++
Me
despierto, en que estoy pensando, me digo.
¿Tu niñez
que tiene que ver con lo que está pasando en estos momentos?.
Nada, pienso,
y vuelvo a relajarme sin darme cuenta que los recuerdos vuelven a
inundar mi cabeza.
Tengo algo de
frío acostado en el sillón, me levanto en busca de algo para
echarme encima. Las dos mujeres están charlando, parece que se
llevan bien pienso, y vuelvo a mis recuerdos.
Otra vez
despierto, la realidad se impone, ¿he dormido o solo recordaba otros
tiempos?.
¿Volveremos
a las cartillas y el racionamiento ante la escasez que se avecina?.
Deja de
elucubrar, me digo, ponte en marcha ya.
En la
sala mi esposa y Gloria están cabizbajas y muy calladas.
Hola, pasa
algo? pregunto.
Ha dejado
de funcionar la televisión, no sintonizamos ninguna cadena, y
estamos alarmadas.
No es una
buena noticia, ¿que sentido tiene el que la tele deje de emitir?.
Puede ser
algún fallo técnico o de mantenimiento, yo que se, no entiendo nada
sobre telecomunicaciones.
De
repente otra vez hay señal, aparece un conocido locutor y pide
disculpas por el corte en la emisión, debido dice a problemas
técnicos.
Sus
palabras alivian la tensión y como bobos seguimos atentos a lo que
va diciendo.
Sigo mirando
la televisión sin verla, no presto atención a lo que dice el
locutor, ¿problemas técnicos?, que extraño.
¿Todas las
cadenas con problemas técnicos?, no me lo creo y no digo nada para
no empeorar los temores de las dos mujeres.
El niño,
Pedrito o Tony?, le llamaré Tony, está acurrucado contra su madre y
sigue sin hablar aunque su cara ya no muestra la tensión que tenía
hace unas horas.
Salgo del
salón y conecto la rádio, alguna emisora habrá que diga lo que
está ocurriendo, pienso, tengo suerte y así es.
Logro captar
una emisora pirata donde están diciendo que el ejercito ha tomado
todas las cadenas de televisión y radio, desean controlar lo que se
emite para que la gente no se alarme mas de lo que ya está.
La consigna
es "que no cunda el pánico" con noticias adversas.
No son
conscientes de que cercenando la información la gente se alarma
mucho más.
Ya hay
altercados y manifestaciones en varias ciudades europeas.
En París y
Londres se han reprimido con dureza manifestaciones multitudinarias y
hay cientos de detenidos y varias víctimas mortales.
La gente
quiere saber que está pasando y que medidas está tomando su
gobierno para enfrentar el problema.
Nada mas fácil que
pedir medidas para atajar el problema, pero ¿cuales?. No se me
ocurren, yo soy un jubilado de 65 años que a duras penas puedo
cuidar de mi esposa y llevar mi casa, que voy a saber de atajar
problemas de esa índole global si ni tan siquiera puedo solventar
los míos propios.
Me
prejubilé de mi trabajo en un banco con 52 años. A los tres años
de prejubilarme y creerme libre de tareas le diagnosticaron a Maria
"esclerosis múltiple" con lo que tomé las riendas de la
casa y comencé a cuidarla.
Previamente ella
había cuidado de mi y de mis tres hijas. Lo había hecho con amor y
dedicación total.
La deuda de
amor con ella era enorme, impagable, además, ¿quien iba a cuidar de
ella mejor que yo?. Creo que nadie, y ella solo aceptaba que fuera yo
quien se hiciera cargo de ella misma y de la casa.
Mis hijas
ya no estaban con nosotros, tenían su propia vida, y María no
deseaba involucrarlas en absoluto en nuestros propios problemas.
Retomo la
realidad de lo que sucede y dejo de pensar en mis asuntos que no le
interesan a nadie.
No se que
hacer, ¿salgo a comprar más pilas?, serán necesarias si se va la
luz, y también velas, cerillas, e incluso algún
hornillo de alcohol o gas para hacer la comida si no puedo usar la
cocina.
Es
necesario hacer una lista con lo mas necesario para permanecer y
aguantar en la casa el mayor tiempo posible.
Medicinas
también, tengo que pasar por la farmacia antes de que se les ocurra
controlar los medicamentos.
María no
toma casi nada, un medicamento que le alivia sus dolores, es un
antidepresivo "fluoxetina" pero tengo que tener receta del
doctor.
¿La pedirán
ahora con esta situación?, espero que no, aunque tengo otra caja
para pasar casi treinta días.
En mi caso
necesito análgesicos, ¿quien no?, alcohol, algún desifectante,
piensa piensa, me digo.
Haz una lista cuanto antes de
todo lo necesario y sal a la calle antes de que sea demasiado tarde.
Tengo que
calmarme y pensar con frialdad. ¿Y el niño?, ¿que necesitará un
crío de esa edad?. No recuerdo su edad si es que me lo dijo su
madre, aparenta seis años, pero no lo se, tendré que preguntarle a
Gloria, ella me dirá lo que el pobre precise.
¿Algún
calmante?. Pero un crío pequeño como el no toma calmantes, estúpido
me digo, piensa, piensa y no pierdas tu la cabeza, a ver si los
calmantes los vas a necesitar tu mísmo.
No sería
raro, hace dos años tuve una depresión espantosa, pensaba que no
saldría de ella.
Salí, sigo
tomando la medicación que toma Maria, el genérico "fluoxetina"
que hace años se comercializó con la marca "Prozac",
incluso se escribieron libros sobre ello.
A quien
le importa eso ahora, emiliano, vuelve en tí y déjate de historias.
Capitulo 6
Han pasado
varios días desde que salí por última vez a la calle.
No he tenido
necesidad extrema de abandonar la casa para buscar algo que
necesitemos, y dudo que pudiera encontrar ya nada de lo necesario.
Tenemos
comida para casi un mes si la administramos. He congelado algunos
platos vegetales por el tema de las vitaminas y no se si congelando
verduras la vitamina C u otras seguirán en ellas.
No hay
carencia aparente de esta vitamina en nosotros y quizá pronto
aparecerán los síntomas de esa carencia.
No tenemos
fruta, ni productos frescos y posiblemente pronto empezaran problemas
en las encías y otros síntomas indeseables que
acompañan a la falta de vitamina C.
La
última compra que hice fue un grupo electrógeno y
combustible que raciono al máximo para suplir los cortes de
electricidad cada vez mas numerosos.
Cuando se
va la luz nos quedamos totalmente desorientados, pongo el grupo para
el frigorífico procurando que no se pierdan los congelados, pocos
ya, y para hervir agua o cocinar algún alimento para el
pequeño Pedro.
Ya
empieza a decir algo, le habla a su madre y a Gatufo, mi esposa y yo
de momento no entramos en su mundo de silencio.
Hay
peleas y homicidios en las calles. La autoridad ha desaparecido
prácticamente, los agentes de policía y Guardia Civil
han ido dimitiendo hartos y sin aliciente para reprimir y conservar
el orden.
¿Con
que fin se preguntarían muchos si no hay de
nada?. ¿Reprimir, disparar, contener a las gentes que hartas y sin
esperanza salen a buscarse la vida?. No, se habrán dicho, además
para que nos sirven los sueldos si no hay donde gastarlos.
No se
acude a trabajar, las basuras y desperdicios inundan las calles con
lo que el ambiente es irrespirable. Las ratas y alimañas de todo
tipo pululan por doquier con lo que se hace muy difícil caminar
sin ser agredido por ellas.
Nadie se fía
de nadie, todos somos potenciales enemigos en las calles y quien
tenía un arma la lleva consigo para defenderse o para agredir y
robar a quien se descuide o se ponga a tiro.
Doy por
hecho que algunos acuden todavía a sus trabajos esenciales, hay luz
de vez en cuando, el agua sigue fluyendo del grifo a ciertas horas,
incluso la televisión hay momentos que funciona para poner programas
atrasados o dar algún comunicado.
También
se dan noticias locales mayormente y se recomienda calma, que no se
salga si no es estrictamente necesario, y también ruegan
una y otra vez que no se participe en ningún tipo de protesta o
manifestación pues ya no garantizan los derechos individuales de
nadie.
Comienza a ser el ejército el único que patrulla las
calles y no se andan con miramientos. Cuando hay alborotos o
agresiones, simplemente disparan y van recogiendo y amontonando los
muertos nadie sabe donde.
Muchísima
gente ha abandonado la ciudad de Madrid, han salido de sus casas
rumbo al norte esperando llegar a algún lugar donde impere el orden
y sobre todo donde no hayan desaparecido por completo los árboles.
En los
grandes macizos montañosos de Europa, en el Norte, en Canadá o
Rusia persisten zonas boscosas donde no se ha derrumbado por completo
toda la floresta arbórea y la vida tiene cierta
normalidad.
Esas
zonas están fuertemente custodiadas, no permiten la entrada de
extraños que invadan sus tierras y no se que hará todo
aquel que ha abandonado su casa, su ciudad o incluso su nación
aspirando a ocupar un lugar a salvo de la hecatombe.
Cuanto
más escucho la radio y mas noticias como estas llegan a mi
conocimiento, mayor es mi desánimo.
No veo
una solución a este desastre ni tampoco podemos abandonar la casa.
¿Que hacer?,
me pregunto una y otra vez, aunque no deseo traslucir o llevar mis
inquietudes a mi esposa, Gloria o el crío.
Lo que
tenga que suceder sucederá, ¿para que inquietarles o meterles el
miedo en el cuerpo?. No le veo objeto, así que callo y disimulo.
A Gatufo
no puedo llevarle el desaliento, aunque el pobre minino está triste
cuando a mi me percibe triste y preocupado.
Nada de lo
relativo a mi o a la situación le pasa desapercibido a mi gato, y el
no está tan juguetón como acostumbraba antes.
Salgo de mi
ensimismamiento, me están llamado y no será la primera vez.
Cuca,
(apodo cariñoso) me dice que van a dar un comunicado oficial en diez
minutos, han dicho que se ruega estén muy atentos y se sirvan
difundir el comunicado a familiares, amigos, o vecinos, es muy
importante que se tenga en cuenta.
Me temo
lo peor, y confirmo mis sospechas cuando aparece el presidente
flanqueado por los jefes militares y de la policía.
Se dirige a
los españoles en una breve locución y nos comunica que de
acuerdo con el gabinete de urgencia constituido en Bruselas, para
toda la Unión Europea, a partir de mañana queda establecido "el
toque de queda" para todos los territorios de la Unión.
Estará
vigente desde las doce de la noche hasta las seis de la madrugada,
solo las personas que deban trabajar por la noche o cumplir cometidos
necesarios tendrán un pase especial para circular y deberán pedirlo
hoy en sus empresas u organismos oficiales.
Se hace por
el bien de todos, añade, y ante lo extraordinario de la situación,
algunos de los derechos constituyentes de los ciudadanos quedan en
suspenso hasta que tengamos pleno control de lo que está
sucediendo.
El anuncio va crear el pánico que aún no estaba
desatado. Mis proyectos de surtirme de lo más necesario para
sobrevivir se hacen más difíciles. Hoy mismo tengo que salir si
quiero traer algo de lo necesario.
Salgo ya,
le digo a Cuca y Gloria, voy a comprar algunas cosas antes de que se
acaben.
Agarro mis
tarjetas del banco, un puñado de billetes, mi bandolera, ¿y un
arma, pienso?. No de momento, no seas exagerado, además que arma,
¿un cuchillo?
No tienes
otra cosa y eres incapaz de usarlo.
¿Te has
vuelto ya loco?.
Desisto, y
salgo rápido sin esperar el ascensor que siempre se demora o me
puede dejar atrapado.
La gente
está saliendo de sus casas, quieren acaparar lo que sea antes de que
se agote, han pensado lo mismo que yo y ya nadie atenderá a
razones.
No hay nadie en los cajeros de los bancos de la zona, los
cajeros no suministran ningún dinero y algunos están
rotos.
Tengo que
apañarme con el efectivo si es que encuentro algo que comprar.
Tumultos
en todos y cada uno de los supermercados controlados por el ejército.
Ya nadie hace fila y todos desean entrar a la vez, agarrando lo que
puedan y sin pagar, no hay tiempo ni empleados.
Se escuchan
disparos, al aire espero, y en vista del panorama me dirijo a alguna
de las farmacias que me pillan cercanas.
Dos, tres,
cerradas a cal y canto.
Por fin veo
una que tiene luz y algunas personas esperan fuera.
No hay
tumulto como en los supermecados, pregunto y me dicen que si,
despachan incluso sin receta.
Cuando
estoy frente al mostrador pido todo lo que se me ocurre, el joven que
me atiende me dice que solo un envase de cada medicamento por
persona. No más, sea usted solidario, me comenta.
O.K., joven,
pero es un tratamiento crónico continuado. Necesito al menos dos o
tres cajas de "fluoxetina", y también de anti
inflamatorios, le digo que mi esposa padece "esclerosis
múltiple", está bien señor, pero no abuse.
Me da tres
envases de fluoxetina, dos de los anti inflamatorios, alcohol, agua
oxigenada, vendas, dos o tres de analgésicos, y nada más, es
suficiente
comenta.
Pago lo que
me pide sin pensarlo y salgo rápido no sea que se arrepienta.
Se ha corrido
la voz y empiezan a aglomerarse un gran número de personas en la
puerta.
Menos mal,
pienso, he llegado a tiempo gracias a Dios.
Ahora a buscar
una ferretería o una tienda de todo a un euro.
Estás
últimas están en manos de la comunidad China. Confío en que alguna
esté abierta y queden existencias.
Voy
peregrinando de una tienda a otra, todas están sin existencias y
algunas incluso saqueadas, hago memoria y recuerdo una pequeña
situada en un pasadizo muy poco transitado.
Está
abierta, e inmediatamente entro y voy rápidamente agarrando todo lo
que pillo.
No quedan
demasiados artículos, pero tomo una linterna, varios envases de
pilas, alguna herramienta, clavos grandes y un gran martillo,
cerillas, velas, envases desechables, bolsas de basura, y en fin un
gran stock de todo lo que se me ocurre según lo veo en los estantes
medio vacíos ya.
Compro una
gran bolsa de lona e introduzco todo lo comprado en ella.
He comprado
también un hacha y un machete, no quedaban nada más que dos, sin
pensarlo me apodero de ellos y los llevo colgados de mi cinturón
cuando salgo de la tienda. A penas queda nada, varios compradores
estaban haciendo lo que yo, llevándose todo prácticamente.
A buen
paso y alerta me dirijo otra vez hacia mi casa.
Están
llamando a la puerta, no se si ir a ver quien es, no espero a nadie y
no tengo el ánimo para visitas.
Insisten con
más fuerza y escucho que me llaman, Emiliano abre, somos nosotros.
Abre por favor, y vuelven a llamar con los nudillos.
Abro de
inmediato, son amigos no esperados, viven encima de nosotros y no
sabía que estaban aquí.
Gatufo no
se ha escondido, tendría que haberme dado cuenta de que les
conoce.
Fidel, Maria, como estaís?, pasad, pasad rápido, no me
gusta tener la puerta abierta. Menos ahora.
Pensaba que no
estabais aquí, que ha pasado?, no estabais en la playa?
No me
contestan, si me preguntan.
¿Que
está ocurriendo Emiliano?, ¿tienes idea?. Estabámos en casa de mi
hija, regresamos antes pues Mary no se encontraba bién.
Presagiaba
algo, ya sabes que es medio bruja.
No se que
deciros, nos hemos quedado sin árboles, una extraña enfermedad o
un virus que nadie conoce ha hecho que se vayan desplomando en un
corto espacio de tiempo. No queda ni uno, y no se que ocurrirá.
El mal es a
nivel global, y no hay prevista ninguna alternativa a la
catástrofe.
¿Y las consecuencias, cuales pueden ser Emiliano?,
me pregunta Mary.
Imagino que malas, muy malas en realidad.
Desde que el
mundo es habitable, los árboles han estado ahí, con toda clase de
animales necesitados de ellos.
Ahora se van,
se derrumban y mueren, puede ser el anuncio de una tierra no
habitable para ningún ser vivo, con lo que la caida de la florestas
podría ser el primer paso parra erradicar la vida animal.
Optimista
no eres que digamos, me contesta otra vez ella, tampoco va a ser así
de negro, estoy segura de que alguna solución habrá.
Ojala
tengas razón querida, pero sin vegetación no hay vida, no hay
lluvia, no hay agua, no hay comida, todo acabará en un periodo corto
de tiempo.
Es mi
opinión, absolutamente pesimista y sin mucho criterio, pero creo que
a este mundo que conocimos le queda ya muy poco.
Y
nuestros nietos, que pasará con ellos?, ahora es el quien me
pregunta.
No lo se
Fidel, ya sabéis que nosotros no tenemos nietos, nuestras
hijas no han querido ser madres.
En estos
momentos me alegro, y es que no veo futuro para ellos en una tierra
tan agostada como esta.
Vale
Emilliano, no sigas, tus palabras me producen escalofríos y
prefiero no pensar en nada de lo que estas sugiriendo.
Mejor
así, vamos al salón que os tengo que presentar a una amiga y su
hijito.
Estoy sudando a chorros, no es lógico ya que esta
acabando Septiembre, pero pareciera que el verano comienza de nuevo,
día que pasa hace mucho mas calor.
La idea me viene de inmediato,
¿será que la ausencia de árboles eleva la temperatura del
planeta?, y si es así, ¿hasta que grados se irán elevando las
temperaturas?.
Otro
problema mas en el que pensar.
Capitulo 7
Han pasado
varios días desde que salí por última vez a la calle.
No he tenido
necesidad extrema de abandonar la casa para buscar algo que
necesitemos, y dudo que pudiera encontrar ya nada de lo necesario.
Tenemos
comida para casi un mes si la administramos. He congelado algunos
platos vegetales por el tema de las vitaminas y no se si congelando
verduras la vitamina C u otras seguirán en ellas.
No hay
carencia aparente de esta vitamina en nosotros y quizá pronto
aparecerán los síntomas de esa carencia.
No tenemos
fruta, ni productos frescos y posiblemente pronto empezaran problemas
en las encías y otros síntomas indeseables que
acompañan a la falta de vitamina C.
La última compra que
hice fue un grupo electrógeno y combustible que
raciono al máximo para suplir los cortes de electricidad cada vez
mas numerosos.
Cuando se
va la luz nos quedamos totalmente desorientados, pongo el grupo para
el frigorífico procurando que no se pierdan los congelados, pocos
ya, y para hervir agua o cocinar algún alimento para el
pequeño Pedro.
Ya
empieza a decir algo, le habla a su madre y a Gatufo, mi esposa y yo
de momento no entramos en su mundo de silencio.
Hay
peleas y homicidios en las calles. La autoridad ha desaparecido
prácticamente, los agentes de policía y Guardia Civil
han ido dimitiendo hartos y sin aliciente para reprimir y conservar
el orden.
¿Con
que fin se preguntarían muchos si no hay de
nada?. ¿Reprimir, disparar, contener a las gentes que hartas y sin
esperanza salen a buscarse la vida?. No, se habrán dicho, además
para que nos sirven los sueldos si no hay donde gastarlos.
No se
acude a trabajar, las basuras y desperdicios inundan las calles con
lo que el ambiente es irrespirable. Las ratas y alimañas de todo
tipo pululan por doquier con lo que se hace muy difícil caminar
sin ser agredido por ellas.
Nadie se fía
de nadie, todos somos potenciales enemigos en las calles y quien
tenía un arma la lleva consigo para defenderse o para agredir y
robar a quien se descuide o se ponga a tiro.
Doy por hecho que
algunos acuden todavía a sus trabajos esenciales, hay luz de vez en
cuando, el agua sigue fluyendo del grifo a ciertas horas, incluso la
televisión hay momentos que funciona para poner programas atrasados
o dar algún comunicado.
También
se dan noticias locales mayormente y se recomienda calma, que no se
salga si no es estrictamente necesario, y también ruegan
una y otra vez que no se participe en ningún tipo de protesta o
manifestación pues ya no garantizan los derechos individuales de
nadie.
Comienza a ser el ejército
el único que patrulla las calles y no se andan con miramientos.
Cuando hay alborotos o agresiones, simplemente disparan y van
recogiendo y amontonando los muertos nadie sabe donde.
Muchísima
gente ha abandonado la ciudad de Madrid, han salido de sus casas
rumbo al norte esperando llegar a algún lugar donde impere el orden
y sobre todo donde no hayan desaparecido por completo los árboles.
En los
grandes macizos montañosos de Europa, en el Norte, en Canadá o
Rusia persisten zonas boscosas donde no se ha derrumbado por completo
toda la floresta arbórea y la vida tiene cierta
normalidad.
Esas
zonas están fuertemente custodiadas, no permiten la entrada de
extraños que invadan sus tierras y no se que hará todo
aquel que ha abandonado su casa, su ciudad o incluso su nación
aspirando a ocupar un lugar a salvo de la hecatombe.
Cuanto
más escucho la radio y mas noticias como estas llegan a mi
conocimiento, mayor es mi desánimo.
No veo
una solución a este desastre ni tampoco podemos abandonar la casa.
¿Que hacer?,
me pregunto una y otra vez, aunque no deseo traslucir o llevar mis
inquietudes a mi esposa, Gloria o el crío.
Lo que
tenga que suceder sucederá, ¿para que inquietarles o meterles el
miedo en el cuerpo?. No le veo objeto, así que callo y disimulo.
A Gatufo
no puedo llevarle el desaliento, aunque el pobre minino está triste
cuando a mi me percibe triste y preocupado.
Nada de lo
relativo a mi o a la situación le pasa desapercibido a mi gato, y el
no está tan juguetón como acostumbraba antes.
No podemos
casi respirar, a penas entra aire sano en nuestros pulmones.
Según
van pasando los días la atmósfera que rodea los
territorios sin árboles ha ido perdiendo el oxigeno y las
muertes de seres vivos debilitados o enfermos se han multiplicado
hasta límites insospechados.
Sin
apenas electricidad la televisión casi no emite, sólo se leen
manifiestos del gabinete de crisis en Bruselas, en el que tratan de
tranquilizar a la población con comunicados absurdos pidiendo calma
pues todo se va a arreglar próximamente.
Ni
ellos se creen semejante cosa, no hay esperanza cuando el aire que
respiramos se agota.
La
extinción no va a ser por hambre, por guerras, porque se apaga el
sol, o por una multitud de explosiones nucleares.
El
final de los seres vivos sobre la tierra será por falta de
arbolado.
Según
dicen los expertos, un virus desconocido y fulminante ha atacado a
toda la floresta mundial, solo los territorios cercanos al polo Sur o
Norte se han librado de la catástrofe.
Tierras
como Canadá, Finlandia, Rusia o Noruega se han librado de
perder sus bosques.
Algo
parecido ocurre en el sur de Argentina y Chile, que se sepa.
Quizás
por el frió en esas latitudes el virus se ha detenido,
y son los árboles de aquellas zonas los que generan el poco
oxígeno que nos va quedando para respirar.
No
da para todos, los árboles generan menos de lo que consumen los
seres vivos y será necesario una masacre generalizada de miles de
millones de seres para que se equilibre la ecuación.
¿Cuantos
seres vivos será necesario que mueran para equilibrar la balanza?.
Nadie lo sabe, es posible que solo uno de cada cien, o mil, pueda
sobrevivir.
El
ejército ha hecho acopio de todos los tanques de oxígeno que había
en los hospitales y las industrias.
Se
lo están proporcionando a los niños y personas que piensan serán
necesarios para que nuestra especie sobreviva a la debacle.
Pero
yo me pregunto, ¿quien decide a quien y por que?. Nada sabemos sobre
esa cuestión, solo nos resta esperar y cesar por completo en nuestra
actividad para consumir el menos oxigeno posible.
Nos
estamos asfixiando sin remedio, solo es cuestión de
tiempo, y la desesperanza o el abatimiento hace mella en toda la
especie humana.
En
casa nuestro desánimo no puede ser disimulado. El pequeño lloriquea
de continuo, tose durante casi todo el día y parece una criatura
asmática cuando antes nunca lo había sido.
Su
madre, está desesperada y nos comenta que está dispuesta a
marcharse hacia el Norte para que su hijo mejore.
Yo
trato de desanimarla porque creo que tienen muy pocas posibilidades
de llegar con vida, pero no tengo argumentos para que desista, pues
aquí ¿a que puede esperar?.
¿A
que mueran millones de seres para que la atmósfera sea respirable
para los supervivientes?.
No
tiene sentido cuando ya su hijo tiene síntomas de agotamiento
absoluto y el asma está haciendo presa en sus pulmones.
Por
la edad quizás mi esposa y yo mismo necesitamos menos oxígeno,
nuestros pulmones no tienen ya la capacidad de un joven y nuestros
desgastados cuerpos no necesitan tanto consumo del aire vital para
sobrevivir.
¿Sigues
pensando en marcharos?, le pregunto a ella.
Si,
no tengo mas remedio. No puedo presenciar inactiva como la vida va
abandonando a mi hijo, debo de hacer algo, lo que sea.
Aunque
nos cueste a ambos la vida quiero intentarlo.
No
puedo decirte nada que te consuele, tampoco creo que permaneciendo
aquí puedas esperar sobrevivir.
Si
mi esposa pudiera andar y fuéramos algo mas jóvenes
nos iríamos con vosotros, así, tal y como estamos no
podemos acompañarte.
Lo
entiendo, y no te preocupes de nosotros, tenemos posibilidades si
salimos pronto, antes de que la desbandada sea general y millones de
personas comiencen a moverse hacia el norte de Europa o Rusia.
Es
posible que tengamos que andar miles de kilómetros o encontremos
algún medio vivo de transporte que pueda ir sorteando
los obstáculos.
Veré
que puedo hacer para facilitaros tan largo viaje. Voy a contactar con
alguno de mis amigos jóvenes a ver si puede alguno irse contigo.
Habrá que buscar algún caballo o mula que pueda hacer el camino con
vosotros.
Será
muy difícil de encontrar, y costará muchísimo dinero me
comenta.
Es
igual, en unos días el dinero no tendrá ningún valor
suponiendo que ahora valga ya algo, cosa que dudo, habrá que pagar
con oro o joyas, supongo.
No
tienes por que hacerlo, ya nos apañaremos.
Quiero
hacerlo, y haré los posibles para que lleguéis a un
lugar donde podáis sobrevivir.
Gracias,
gracias, no podremos nunca olvidaros. Si mi hijo y yo misma
sobrevivimos será gracias a vuestra ayuda
Capitulo 8
En un viaje a
Alemania hace dos años, conocí a un joven que estaba con nosotros
acompañando a sus progenitores.
Tuve
ocasión de charlar largo y seguido con el, cuando sus padres había
ido a arreglar algunos asuntos al Consulado de España.
Nuestro
afecto fue instantáneo a pesar de la diferencia de
edad. Me pareció una persona sensata y madura, teniendo en cuenta
que aún no había cumplido los veinticinco años.
El hecho de
viajar con sus mayores en un tour para ancianos casi, significó para
mi que estaba seguro en su proceder, sin complejo alguno por no estar
entre muchachos de su edad.
Tenemos una amistad sincera y profunda
aunque no nos hemos visto demasiadas veces.
Estoy pensando en el
posible compañero de Gloria y su hijo en el viaje de supervivencia
que proyectan hacer muy pronto.
Los planes de el no los conozco,
es posible que ya se haya marchado con sus padres en busca de otros
lugares con posibilidades de sobrevivir.Tengo que ir a su casa como
sea, las comunicaciones son escasas y resulta imposible casi usar la
web, sin electricidad ni linea de teléfono la mayoría de las
veces.
Es un viaje arriesgado y peligroso a través de la ciudad.
Hay toque de
queda con lo que tengo que salir muy temprano y volver a casa antes
de que anochezca.
Intento
una y otra vez utilizar el móvil, imposible, no hay
cobertura o simplemente no suena cuando llamo. No tengo idea de lo
que ha pasado con las conexiones o las compañías de telefonía.
Dudo de
comentarles algo a las mujeres, pero ¿como justifico mi salida fuera
de la casa?. Quizás lo mejor sea decirles la verdad aunque seguro
que se van a oponer a mi marcha.
No me lo planteo más, es noche
cerrada y hemos tomado algo de cena. Antes de ir a la cama se lo
comento a las dos. Mi esposa calla y reflexiona, Gloria de inmediato
me dice que no, no hace falta que salgas en busca de alguien que
viaje conmigo, me las puedo arreglar por mi misma.
No
tienes ninguna posibilidad, le replico.
Si este amigo
está dispuesto a viajar por su cuenta y riesgo, o lo hace con sus
padres, es seguro que te llevarán con ellos.
Y tengo que
averiguar si es así, si se han marchado ya, o si no desean abandonar
su casa y van a permanecer en Madrid.
Mi esposa
me mira con amor y exclama, haz lo que debas hacer pero piensa en
nosotras y ten mucho cuidado. Te estaremos esperando.
Con esto
me basta, ella aprueba mi decisión aunque se que le duele
profundamente quedarse sola.
Para ella los
demás, las personas a las que ama son siempre primero, luego en
último lugar se encuentra ella. Siempre ha sentido así, y ha obrado
de esta forma.
Ahora
desea que su amiga y el pequeño viajen seguro, le dolerá mucho que
se vayan pero piensa solo en lo que más les conviene.
Igual siente
hacia mi, me quiere mas que a nada en el mundo pero entiende que yo
haré lo que considere mi deber y ella no va a poner trabas o
inconvenientes.
Interiormente
le doy las gracias por ello, aunque sabia previamente cual iba a ser
su respuesta, por mucho que le doliera.
En ese
ambiente tenso y doloroso nos vamos a dormir esperando que un nuevo
día nos lleve a una situación distinta, y que al despertar todo
haya sido producto de un mal sueño, o una pesadilla.
No es una
pesadilla ni un mal sueño, estoy en la calle caminando en
una agonía, me dirijo a la casa de mi joven amigo sin
esperanzas de encontrarlo.
El hedor es espantoso, según
salgo a la calle la putrefacción me rodea por doquier.
Miles
de toneladas de basuras se amontonan hacia cualquier parte que
mires.
Los arboles caídos se están deshaciendo
pasto de la destrucción sistemática de toda la madera
que constituía el tronco y las ramas.
Las hojas
han desaparecido, se han convertido en polvo negruzco que lo invade
todo.
La visión resulta obscena, millones de
pequeñas larvas, gusanos y otro microorganismos pululan por los
troncos y ramas desgajadas que a su vez se van deshaciendo en
informes montones grises y malolientes que siguen estorbando el
paso.
El proceso final parece ser pura descomposición
e inmundo polvo acumulado por miles de toneladas.
Todo
resulta gris, opaco, no hay transparencia en el ambiente.
La
visión está limitada por unas decenas de metros sin que parezca que
la luz del sol logre traspasar la barrera de polvo
suspendido.
Montones de formas informes yacen
acumuladas sobre el suelo.
Me acerco a observar lo
que son y un horrible olor me echa para atrás.
No
deseo retroceder, tengo que ver que no es lo que estoy imaginando, y
vuelvo a acercarme a una de ellas.
Lo peor se
confirma. Son cuerpos amontonados de personas fallecidas en mitad de
la calle. El ejercito los ha ido recogiendo y amontonando, para
que?.
Lo estoy viendo pues diversas fogatas se
perciben en la gris luz del tremendo amanecer.
Están
quemando los cuerpos cuando los montones son ingentes. Por la
extensión del fuego algunos edificios que circundan las fogatas
están ennegrecidos e incluso algunos quemados. ¿Y las gentes que
los habitaban, donde están?.
Desalojados o muertos
también, está claro, aunque doy por hecho que cientos de miles han
ido abandonando la ciudad o han muerto abatidos cuando trataban de
escapar al amparo de la noche.
Muchos de ellos engrosan los
montones que voy divisando, a este paso no será necesario que la
asfixia de cuenta de todos nosotros.
Lo harán los
soldados que incesantemente circulan equipados con máscaras
y armados de fusiles con bayonetas, arcos y grandes cuchillos que
penden de sus cinturones.
Ahora me explico la ausencia
de disparos que yo atribuía a que ya no había motines o
revueltas.
No, ya no hay disparos, nadie puede
correr, administran una muerte silenciosa y efectiva.
Me
fijo más y veo que el suelo está pastoso en una mezcla informe de
polvo, basura y sangre.
La sangre se mezcla con todo y
forma una masa que va resecándose formando caprichosas e informes
formas acumuladas con la basura.
Resulta escalofriante
imaginar en que se han convertido
las calles de la gran
ciudad.
Al caer la noche el infierno se desata en
forma de ejecuciones sumarísimas de todo aquel que circula sin
permiso especial de tránsito, o al menos es lo que supongo, aunque
puede ser que esos permisos son ya inexistentes.
Si los
hubiera, ¿quien los tiene y para que se emiten?, me
pregunto.
Informes figuras van apareciendo de los
edificios, que en silencio y arrastrando algunas pertenencias caminan
en silencio, nadie sabe hacia donde o con que intenciones.
Las
puedo imaginar, huyen arriesgándose a que la noche les pille al
descubierto y pasen a formar parte de los montones de muertos que se
hacinan por doquier esperando ser incinerados.
No
hay compasión alguna pienso, cae la noche y todo aquel sorprendido
fuera de las casas es ejecutado sin piedad, cuando no tiene permiso
de paso.
Lo estoy imaginando, pero será lo que ocurre
cuando veo las decenas de cuerpos que se amontonan cada cien o
doscientos metros.
La visión de todo mi entorno es
horrible, aunque la peste indescriptible que agrede mis sentidos hace
casi imposible imaginar algo que no sea seguir, dar un paso tras
otro, no preguntar, no hablar, no pensar.
Un paso más,
y otro, no mires, no pienses, continua tu camino hasta que llegues a
tu destino y logres entrar en un refugio seguro, si es que ya existe
en alguna parte.
Mi casa es segura todavía, pienso, pero ¿por
cuanto tiempo?.
El cansancio me invade, voy a
caer de un momento a otro, y será el final de todo.
La
idea me tienta, déjate llevar, túmbate en el suelo y espera tu
final me digo. Todo será mas fácil así, acabarán tus
angustias, pondrás fin a esta pesadilla interminable que no lleva a
ningún sitio.
Me dejo caer, me dejo caer, la idea es
atractiva y estoy a punto de apoyarme en una pared y deslizarme hasta
el suelo cuando una forma minúscula que camina agarrada a la mano de
otra forma mas grande invade mi vista.
Es un pequeño
arrastrado casi por la mano de su madre o su padre, no hay forma de
saberlo.
El recuerdo del pequeño que vive en casa
llena mi mente y me impide caer allí mismo. Debes de seguir, me
digo, no abandones, sería imperdonable que lo hicieras. Ellos tienen
alguna posibilidad aún, tu no. Ya te dejarás morir cuando llegue el
momento y estés en casa.
La idea de casa, de mi cama, de
tumbarme y esperar el final me llega como bálsamo que alivia el
cansancio. Mas aún la esperanza de proporcionar una oportunidad de
salvación para Gloria y su pequeño me hace mover los pies, uno tras
otro, otro paso más, y así poco a poco tras horas de caminar diviso
la casa que busco.
Habrá alguien en ella o todo este
esfuerzo no ha servido para nada.
Soy un
estúpido, me repito una y otra vez, como has podido cometer un error
de ésta índole.
¿No piensas?
Es indudable
que estás sobrepasado por los acontecimientos, te impiden pensar,
parece mentira que hace años fueras un buen jugador de ajedrez.
No
es para menos. Llevo dos horas acechando la puerta de los
apartamentos de mi amigo, esperando que alguien entre o salga para
colarme dentro, y nadie ha aparecido en ella o ha intentado abrirla
desde fuera.
El edificio
parece estar muerto, no hay movimiento, no hay luz, ¿como iba haber
luz, estúpido?, nadie entra o sale y yo idiota como pensaba
contactar con Miguel. ¿Llamando a un timbre que no suena?. No hay
linea de teléfono, no hay electricidad, no puedo llamar a su puerta
pues dos cancelas de hierro impiden el acceso. Alguien tiene que
abrirte o utilizar la llave para acceder al edificio. Llevo aquí dos
horas, está casi anocheciendo, no se si mi amigo o su familia están
en la casa o se han marchado, se hace casi de noche y muy pronto el
toque de queda impedirá estar en la calle.
¿Que hago?.
Morirte,
estúpido, me llamo nuevamente.
Vas a perder
la vida inútilmente, has cometido un error de bulto, ¿como
sales de tu casa sin haber avisado de que vas?, que estén alerta
para franquearte el paso.
Pensabas que
ibas a llegar, llamabas con el portero automático, te abrirían
o no dependiendo si estaban en la casa o ya se habían marchado.
¿Y la
electricidad?, majadero, ¿donde dejas la electricidad para que
funcione el portero?.
Cálmate
y piensa, me digo, no consigues nada insultándote.
Piensa,
piensa, en que puedes hacer para salvar tu vida.
Busca un refugio
antes de que sea demasiado tarde. Te quedas en el, sin moverte ni
rechistar, y esperas a que pase la noche.
Mañana ya
verás lo que haces.
Un
refugio, ¿donde?, piensa, piensa.
Se me
hace la luz en un flash, busca una salida del metro.
Hay una
cerca, y aunque los trenes ya no funcionan desde hace tiempo, quizás
puedas entrar en el túnel y guarecerte en el.
Dicho
y hecho, me incorporo, voy sorteando obstáculos y pisando toda clase
de bichos e inmundicias. No atiendo a los sonidos que hacen mis botas
en el suelo, mejor no ver lo que mis pies pisotean.
Procuro no
escurrirme pues si caigo ya no me levanto. Hay montones de cuerpos
calcinados aquí y allá, el olor es una barrera física que me
impide andar o respirar. Tengo un dolor horrible en la garganta y
pulmones. Estoy tragando el humo, el polvo, las inmundicias que hay
en el aire, y a penas asimilo el oxígeno suficiente para poder
moverme.
Cada paso que
doy requiere una firme voluntad de no tirarme al suelo y dejarme
morir sobre el, tragando inmundicias o asfixiarme directamente con el
lodo indescriptible que inunda las calles.
Estoy
frente a la boca del metro.
Gracias Dios
mío, pienso, está abierta aunque un montón de cuerpos semi
tronchados impiden casi el acceso.
Debo
pisotearlos y trepar sobre ellos para poder entrar.
Están
podridos y llenos de gusanos que corren por mis manos y brazos cuando
me agarro a algún cuerpo. Pero debo contener las nauseas y el asco
que revuelve mis tripas. El miedo a permanecer fuera hace que trepe
la montaña de cuerpos y baje reptando por ella.
Cuando
estoy abajo sacudo mis ropas, manos y pies procurando que todos los
bichos asquerosos caigan al suelo.
Está muy
oscuro, la luz de fuera va menguando y los cuerpos que obstruyen la
entrada impiden que entre el menor atisbo de claridad.
Ando unos
diez metros agarrándome a las paredes como un ciego, tropezando con
cuerpos y objetos que no veo, hasta que al final doblo a la derecha
por otro pasillo. Tropiezo y caigo de bruces contra una masa blanda
que parece moverse ante mi peso.
Ten
cuidado joder, me dice una voz ronca que sale de la obscuridad, te
has caído encima de mi.
Capitulo 9
Lo siento, lo
siento, no veo nada.
Ya te acostumbrarás a la obscuridad y podrás
distinguir las formas y los obstáculos.
¿Quien
eres?. ¿Por que has venido a este infierno de muerte?.
Tengo que
pasar la noche fuera de mi casa, he venido a buscar a un amigo y no
puedo entrar en el edificio. No se si está o no, pues lógicamente
el portero automático no
funciona y
nadie entra o sale por el portal.
Estás
loco saliendo de tu casa, la calle es un lugar de muerte, robos,
dolor y asesinatos. Te lo digo yo que llevo sobreviviendo varios días
y he visto de todo.
Mi casa se
incendió cuando hicieron una gran hoguera con cientos de
cuerpos putrefactos y tuve que salir a escape.
Vivía solo,
estaba estudiando en Madrid cuando todo esto empezó, mi familia vive
al sur de los Pirineos y no tengo medios para irme con ellos.
Estoy
atrapado en esta ciudad maldita y no se me ocurre la forma de
escapar.
Por el día
voy atravesando la ciudad hacia el norte, cuando se acerca la noche
busco una boca de metro y me atrinchero en ella esperando otra vez la
luz para seguir andando.
Quiero
escapar de aquí como sea.
Mi nombre
el Luís, tengo veintitrés años, y tu como te llamas.
Soy Emiliano,
ya paso de los sesenta y cinco, estoy retirado y me gustaba escribir
en un blog.¿En un blog?, que original, no conozco a nadie que lo
hiciera.
Aquí
tienes uno, llevo casi tres años haciéndolo.
¿Y de que
trata tu blog si puede saberse?
De todo un poco, de mis
pensamientos, experiencias, mi familia, mi gato "Gatufo", a
veces de política o historia, y así voy de tema en tema, escribo lo
primero que se me ocurre y desembucho fuera de mi cuerpo y de mi
mente, las preocupaciones o sentimientos que pasan por mi cabeza.
Majo,
pues si sobrevives a esta y las cosas vuelven a su normalidad vas a
tener un montón de experiencias que relatar.
Ja, ja, va a
ser bueno leerte una vez que pase todo este caos.
Luis,
me encanta que pienses así, que digas "cuando pase todo esto",
¿de verdad crees que pasará?.
Si, lo
creo, el ser humano se ha visto en peores circunstancias. ¿Has oido
hablar de la peste bubónica?.
Si claro,
quien no, liquidó casi a la mitad de la población en Europa y Asia.
Toma nota
Emiliano, esto pasará y quedarán vivos los mas fuertes o los mas
preparados.
Dos tercios o
más de la población desaparecerá, es una limpieza necesaria a toda
la podredumbre en la que se habían convertido
los hombres.
La
naturaleza, la tierra se defiende así, y está bien que lo haga.
Antes
o después tenía que pasar algo parecido.
Es noche
cerrada, Luis duerme yo no, es imposible dormir a oscuras por
completo, sumergido en unos hedores nauseabundos, con bichos que
recorren mi cuerpo y que trato de apartar a manotazos.
Mis manos
arden, húmedas de aplastar tantas sabandijas que prefiero
no imaginar, y el olor que marea no se mitiga ni por un segundo.
Se escuchan
gritos, ordenes, lamentos, carreras y finalmente algún alarido
segado por un espeluznante barboteo y el golpe seco de un cuerpo que
se derrumba.
Es
imposible conciliar el sueño rodeado de semejante pesadilla,
temiendo que en algún momento nos descubran agazapados y sumergidos
entre la amalgama de cuerpos, objetos, alimañas, y
otras criaturas que proliferan por doquier.
Si entran soldados nos
haremos los muertos por lo que nos hemos embadurnado con todo tipo de
desechos, sangre, polvo, suciedad y bichos aplastados contra nuestro
cuerpo.
Tras
horas de vigilia y de profundas arcadas, mi mente vaga con
recuerdos de niñez que nunca antes había rememorado.
Imágenes de
la España de los cuarenta inundan mis pensamientos y me recreo
en ellas.
++++
Me crié en un mundo austero de posguerra donde
carecíamos de todo.
España
era un país pobre, hambriento, represivo, donde las libertades
individuales o colectivas habían sido segadas o arrancadas de
cuajo tras una larga guerra civil que enfrentó hermanos contra
hermanos, vecinos, familias, amigos y acabó con mas de un millón de
muertos en batalla y fuera de ella, asesinados, masacrados,
enterrados anónima mente por ambos bandos en liza.
Una gran
represión por parte de los vencedores, y la dictadura que se cobro
decenas de miles de vidas.
No existía
el derecho de huelga, reunión, asociación, ni por supuesto los
partidos políticos.
La
polícia "secreta", la secreta como se decía entonces,
pedía la documentación en cualquier lugar, más aún cuando se
viajaba en tren o autobús pues el control era exhaustivo y
estricto.
La escasez era extrema, hasta el punto que se emitieron
cartillas de racionamiento para los productos básicos acordes con el
número de miembros de una misma familia.
Se iba a la tienda
cuando llegaban noticias de que un producto había llegado,
aceite, patatas, azúcar, harina, sal, o cualquier otro suministro
vital para subsistir.
La carne era
artículo de lujo, escaso, y el pescado no entraba a ser considerado
como alimento pues la flota pesquera había desaparecido.
Dos
nenas y un varón que era el niño de la mamá, esa era mi familia de
niño, y aunque no había demasiados mimos, y se pasara francamente
mal, el pequeño era quien recibía más cariño.
Cambio mi
postura, me duele todo y pienso en aquellos pequeños, yo mismo y mis
dos hermanas, en la realidad de entonces que no influía en esos
pequeños, no se enteraban de nada, vivían la vida que viven los
críos siempre propicios a jugar y a hacer travesuras.
++++
Salgo
de mi duermevela sobresaltado por una luz que hace retroceder las
tinieblas que nos rodean.
Alguien arrastra
sus pies portando una linterna
y rebusca
algo entre los muertos amontonados a la entrada del túnel, son
varios y están moviendo los cuerpos, los arrastran, los registran,
se escuchan palabrotas y gritos de júbilo cuando encuentran
algo.
Están
rebuscando entre el montón de cadáveres y se entretienen en
actos horrendos que trato de adivinar.
Les
arrancan los anillos de oro, cortan dedos o brazos, arrancan las
cadenas del cuello, rebuscan entre las pertenencias esparcidas por el
suelo y escuchamos maldiciones, gritos, juramentos, que duran casi
media hora.
Oro, oro, es
el metal preciado que van buscando cadáver tras cadáver,
y no hay ningún escrúpulo para saquear a los muertos.
Luis está
despierto, escucho su respiración, y aterrado como estoy no muevo un
músculo de mi cuerpo, sigo petrificado y el espantoso dolor que
siento no me hace tratar de acomodarme mejor, el terror me paraliza.
Es
interminable, cuando acabará esta tortura me pregunto.
Se escuchan
órdenes, y finalmente el resplandor se aleja con voces ahogadas que
hablan del botín conseguido.
Luis está en guardia, le noto tenso
pegado a mi, preparado para cualquier emergencia.
No hablamos,
solo un susurro para comentar, se han ido, e inmediatamente escucho
el sonido acompasado de su respiración.
Es increíble su
facilidad para conciliar el sueño. En un segundo pasa de
la vigilia al sueño, maravillosa juventud la suya que se adapta a
todo.
Sin darme
cuenta vuelvo a recordar mis años de niño en una España postrada
por las consecuencias de la guerra civil.
- - - -
Se pasaba
hambre de cualquier forma, con guerra, la segunda mundial, y después
de ella.
Mucho
peor cuando acabó la guerra en Europa, según me contaron después,
pues España quedó aislada con un bloqueo internacional por
haber apoyado tácitamente a los perdedores, las fuerzas alemanas y a
su sangriento dictador.
No obstante
para mis hermanas y yo mismo, la vida parecía grata,
eramos niños al fin y al cabo y no conocíamos otra cosa, en casa no
había casi de nada, no había teléfono, ni lavadora, tampoco
nevera, ningún otro electrodoméstico que ayudara en las faenas
domésticas.
Una radio
de segunda mano, unos cuantos libros heredados de nuestro abuelo y
nada más.
Algún tebeo
viejo y sobado, y pipas de calabaza para matar el hambre permanente.
Pasábamos mucho frío,
y nos asfixiábamos en verano, igual que todos,
si queríamos refrescarnos teníamos el botijo y la fuente
pública frente a nuestra calle.
Se dormía la
siesta en verano y a jugar por la tarde.
La calle
era nuestra escuela.
Vivíamos
a las afueras de Madrid, en el barrio de Tetuan de las Victorias, y
eramos unos privilegiados en relación con nuestros vecinos, mi padre
trabajaba todo el día con dos empleos de oficina.
+++
Voy
cayendo en un reconfortante sueño y los recuerdos de mi niñez se
quedan atrás.
De alguna
disparatada forma la escasez y miseria de ahora me trae a la memoria
otra época de escaseces vivida hace muchos años.
Capitulo
11
Respirar es
un tormento constante, los pulmones estallan, la tos no cesa tratando
de expulsar cuerpos extraños introducidos con cada bocanada de aire
pestilente.
La falta de
oxigeno es angustiosa, el corazón se acelera al máximo y temo que
en cualquier momento sufrir un infarto.
Mi compañero
es mucho mas fuerte y acusa menos la extenuación que siento en mis
músculos, no siento los pies, mis piernas rígidas como
palos dudo que me sigan manteniendo por mucho tiempo.
Hemos salido
del túnel hace unas horas y parece que lleváramos el día
entero caminando.
El caos es
si cabe mayor que ayer.
Ni se
preocupan ya de apilar los cadáveres que proliferan por
doquier.
Niños,
mujeres y ancianos están diseminados por cualquier lugar, iban
pertrechados con unas pocas pertenencias como si quisieran huir de
sus casas.
Habrán salido de madrugada y no han podido andar más
de un kilómetro o dos, derrumbándose exhaustos, tosiendo,
vomitando, sangrando por narices y boca hasta que un ataque
fulminante de corazón o un derrame cerebral acaba con sus vidas y su
sufrimiento.
Acabaré
igual que ellos, pienso, no puedo continuar más.
El aire es
irrespirable y venenoso en grado sumo. Cuando joven fui un experto
nadador que aguantaba horas en el agua haciendo largos de piscina o
de playa una y otra vez.
Nunca he
fumado, tampoco he padecido severos catarros, y quizás este sea el
motivo de no haber sucumbido ya.
No percibo
nada, solo dolor, estoy sumido en un angustioso sopor que me lleva a
desear la muerte de continuo.
Pero no
llega, es más me obligan a arrastrarme casi cuando mis pies se
niegan a dar el menor paso.
Lo están
dando y no se como, no los siento, tampoco las piernas, solo siento
mis pulmones arder a cada bocanada de aire que logro impulsar dentro
de ellos. El corazón golpea mi pecho como si fuera a salirse, debo
estar cumpliendo años en cuestión de horas.
Si llego a
casa mi pelo habrá encanecido de repente como si en lugar de haber
pasado dos días hubuieran estado fuera diez años.
Que viejo soy
pienso, esto se acaba majo, pero sigue andando. Sigue andando oigo la
voz de mi acompañante que casi me lleva en volandas o me levanta por
encima de los obstaculos que resulta casi imposible rodear.
Veo caer al
suelo a gente que ya no se levanta más. Los que caminan detrás de
ellos pisotean las manos o piernas de los caidos, sin ningún respeto
pues son imcapaces de rodear los cuerpos que hay sobre el suelo.
Algunos de
estos, los que pisotean, caen cincuenta metros mas adelante siendo a
su vez pisotedos por los que continuan.
Hemos tocado
suelo pienso, esto ya no puede ir a peor, y como siempre que se
piensa algo parecido estoy muy equivocado.
En poco mas
de una hora será noche cerrada, para entonces tenemos que haber
encontrado un sitio donde escondernos y pasar desapercibidos para las
patrullas descontroladas que pululan tras el toque de queda.
Soldado o no
son depredadores que asesinan a todo aquel que pillan, le roban y le
dejan tirado en mitad de la calle desángrandose.
Lo que hay
dentro de las casas nadie lo sabe. Es seguro que cientos de miles de
personas habrán muerto asfixiadas, de inanición o cualquier otra
dolencia.
Infinidad
habrá puesto fin a sus vidas ante la total falta de esperanza y la
ausencia de notilcias.
Son
pensamientos que pasan por mi cabeza fruto de la desesperación y el
extremo cansancio.
Luis va
cargando conmigo, me lleva casi en volandas ante la ausencia total de
fuerzas que me permitan sujetarme por mi mísmo.
Me ha
encargado que vigile las ventanas o balcones de todas las casas que
vamos pasando. Al menor signo propicio para ocupar una de ellas tengo
que avisarle para examinar nuestras posibilidades de entrar dentro de
la vivienda.
Este barrio
de clase media trabajadora no es tan precavido a la hora de blindar
los accesos. Recias puertas, barrotes en los pisos bajos, alarmas que
ya no funcionan y poco más.
Derribar una
puerta no sería dificil si tenemos la seguridad de que no hay ningún
ocupante dentro. Si lo hubiera podría defenderse de nosotros, con
razón, pensando que eramos foragidos. No deseamos empeorar más la
situación de lo que ya está.
El tiempo
pasa inexorable y nuestra búsqueda de refugio es esteril. No hay ya
casi vivos circulando delante o detrás de nosotros. Nadie sale de
las viviendas y los que salieron estarán ya casi todos muertos por
asfixia o asesinados por otros para robarles sus pertenencias.
La presencia
y fortaleza de Luís ha evitado que nadie haya tratado de agredirnos,
nos han mirado con resentimiento u odio cuando el me ha auxiliado con
la máscara pero nadie se ha atrevido a más.
Ni tan
siquiera a los malvados les quedan fuerzas para atacar, a traición o
a los más débiles si, no a los fuertes y decididos como mi amigo.
Menos todavía cuando ven el uniforme que lleva, miran confundidos
sin entender como un soldado puede caminar entre ellos ayudando a un
anciano.
Espera, le
digo, creo ver algo en aquel balcón allá lejos.
Se para y me
posa con suavidad sobre un baco en la calle, mirá allí, le señalo.
Hay poca luz
ya pero con los últimos mortecinos rayos de Sol podemos ver a dos
crios que nos hace señas, no escuchamos sus voces pues hay mucha
distancia, pero es indudable que está haciéndonos gestos con sus
brazos y manos.
Que ocurrirá, me comenta, es súmamente extraño
ver a dos crios haciendo esos gestos para que nos aproxímemos a
ellos.
Quédate aquí
un momento, voy a acercarme un poco más a ellos, a ver si escucho lo
que dicen.
Capitulo
12
Escucho
ruido, una voz que me llama, alguien o algo esta acercandose a mi
espala y los
escalofrios
recorren mi espina dorsal, tengo el vello erizado y mi corazon late
desenfrenadamente.
Con esfuerzo
y lentamente voy girando mi cuerpo para enfrentar la voz que requiere
mi ayuda.
El tufo a
podredumbre y muerte impacta mi nariz produciéndome profundas
arcadas que
inutilmente sacuden mi cuerpo. No hay comida ni bebida que pueda
arrojar y los espasmos que siento me producen un agudo dolor en el
diafragma.
De inmediato
un tremendo dolor de cabeza despierta de su letargo y comienza a
golpear mis sienes como si la sangre fuera a brotar de ellas.
Cuanto
tiempo, pienso, te estaba echando de menos querida jaqueca que toda
la vida me has acompañado.
Trato de
contenerme y encaro la cara del ser que emite quejidos solicitando mi
ayuda.
Una especie
de garra me aferra el brazo haciéndome casi daño, compruebo que es
la mano de una mujer joven absolutamente esquelética y sucia hasta
límites inimaginables. Su hedor es espantoso, tira para atras, y a
duras penas logra mantenerse en pie sujetándose de mi brazo.
A su lado hay
un crio pequeño, unos cuatro o cinco años, que al igual que ella
hiede. En un paroxismo de casi locura imagino que no son seres vivos,
son zombis, han resucitado tras estar varios días muertos y ahora
reclaman mi sangre.
Ayudame,
repite "la zombi" con ya apenas un hilo de voz y separando
la mano de mi brazo señala al pequeño.
Es mi hijo,
dice, y quiero que te lo lleves, que te hagas cargo de el pues yo me
muero.
No deseo que
mi hijo se quede junto al cadaver de su madre y vea como se pudre,
esperando el mísmo morir sin nada que comoer o beber.
Me niego
a aceptar lo que estoy viendo o escuchando. Es demasiado horrible
para poder asimilarlo y mi mente se cierra ante la última tragedia
del ser humano.
Yo sigo
callado, incapaz de articular palabra, ella sigue hablando y explica
que han sobrevivido escóndiendose entre los cadaveres amontonados
por las calles. Hace dos o tres días que se les acabó el alimento,
y ella ha estado dándo a su hijo los últimos pedazos comestibles
que le quedaban.
Me muero,
sigue, y tu eres el único ser que puede llevarse a mi hijo lejos de
mi. Llévatelo y trata de que sobreviva a este horror, por favor,
eres mi última esperanza. Yo ya estoy muerta y deseo descansar sobre
el banco en el que te sientas.
A buena parte has ido mujer,
pienso, yo también estoy en las últimas. ¿Es que no lo ves?, me
repito en voz baja para mi solo.
Callo, no
digo nada,¿para que?, ella está sumida en la fiebre y en muy poco
tiempo se derrumbará igual que los miles que en este momento lo
estarán haciendo.
Es el fín,
pienso, no hay esperanza para el ser humano ni para su mundo. Es
probable que no lo merecierámos despues de todo.
Logro
incorporarme, agarro al crio de la mano y dejo que su espantosa madre
tome mi lugar sobre el banco de madera.
Ella se tumba
de inmediato, cierra los ojos y respira ansiosamente buscando una
particula de oxígeno.
Igual que yo,
no puedo más, en una hora o dos estaré caput igual que esta pobre
joven que quizás antes fuera atractiva y ahora resulta un auténtico
espectro de muerte.
Con alivio
escucho los pasos de mi amigo que se acerca a nosotros. Está
intrigado con la escena y es seguro que habrá acelerado su paso por
ver lo que estaba sucediendo.
Que ocurre,
quien es este niño y esa mujer tirada ahí en el banco que ocupabas
tu, díme,¿la conoces?. Os he visto hablando hace un momento.
Hablaba ella,
yo sigo espantado con su visión, sin palabras para decirle nada.
Se ha echado
ahí para descansar y morir. Me, nos ha confiado a su hijo y me ha
pedido que nos alejemos de este lugar. No quiere que su hijo vea como
muere y dejarle solo para que siga su misma suerte.
Ya somos
cuatro, dice Luis, estupendo si siguen agregándose más pequeños o
sus padres podemos formar una familia numerosa.
¿Cuatro?.
Claro, ¿no
pensarás que voy a dejar ahí tirada a esa mujer?.
Te diria que
recogieras al pequeño y a mi me dejaras junto a ella, a descasar y
morir, no puedo más.
Se que tu no
puedes llegar a mi casa y por eso sigo, si no me quedaría al lado de
ella y nos hariamos compañia esperando el final.
Callate ya,
anciano, tu no vas a morir. Cuida del pequeño, ¿podrás darle tu
mano y caminar los dos unos ochenta metros?. Tenemos que ir hasta la
casa donde viste a los niños, me han pedido que suba, nos abrirán
la puerta.
No entiendo
nada de lo que dice y no tengo ya fuerzas motivación para
entenderle.
Luis abre su
macuto, saca dos máscaras de oxígeno, me pasa una que coloco sobre
mi cara, la otra se la coloca a la mujer tumbada en el banco exánime,
luego saca otra que coloca en la boca del niño. Finalmente me pide
la mía y se la coloca el mismo sobre su rostro. Menos mal, pienso,
es humano y parece que el esfuerzo de ayudarme le está haciendo
mella.
Guarda
las máscaras, levanta a la mujer del banco como si fuera una pluma y
la coloca sobre su hombro. En el otro lleva el macuto e inicia la
marcha hacia no se donde, ah, si la casa.
Agarro al
niño por su mano y le voy arrastrando casi pues no pesa casi nada
tampoco. Se le ve francamente desnutrido y camina como un autómata
de pequeña envergadura.
Un muñeco
roto y renegrido que apesta a suciedad y muerte. Igual que yo
supongo, a veces uno mismo no se huele, pero mi olor es seguro tan
espantoso como el de esto seres.
Estoy en el
Infierno pienso, no puede ser peor que esto por lo que todos estamos
pasando, mis pulmones arden. Pareciera que respiro pimienta pues toso
sin parar y seguro que ya están en carne viva igual que el de
todos.
El pobre niño del que estoy tirando se niega a andar y no
puedo cargarle encima pues me faltan fuerzas. Ni tan siquiera
llora, jadea, jadea, tose y vuelva a jadear.
Vamos, vamos, amigos
que ya queda muy poco dice Luis. ¿Amigos?, que yo sepa soy yo
solo pues el crio no se entera de nada y la mujer está desmayada
encima de el.
Llegamos a un edificio creo, se acerca al portal y
aplasta el botón del portero automático que lógicamente no suena,
la costumbre, no obstante vemos que una niña de unos diez o quizás
once años está acurrucada próxima a la puerta. Lleva
una máscara
de oxígeno y se incorpora nada más vernos.
Abre la
puerta trabajosamente y con un suave empujón de mi amigo franqueamos
la entrada.
Tiene que
elevar al pequeño que se niega a seguir andando y prácticamente
llevo arrastrando.
Seguimos a la
niña y comienza el calvario de subir escalones echando los hígados
fuera.
Ella anda
ligera, lleva su máscara, pero nosotros no podemos seguir su paso y
tras largos descansos alcanzamos por último la planta donde está la
vivienda. No se cuantos pisos hemos subido, ni me importa, caigo
redondo al suelo tras pasar el umbral de la puerta.
Me arrastran
y cierran la puerta. De inmediato una mascarilla de oxígeno cubre mi
boca y me reanima, gateo hasta mas alla de la puerta, estoy dentro de
la vivienda.
Alguien
me coloca sobre un sofá, estoy rendido y duermo, estoy fuera ya de
este mundo porque sigo respirando sin que mis pulmones quemen, pero
no, la dicha dura poco y abro los ojos enfocando la habitación y a
la gente que ocupa las sillas.
No está la mujer la pobre mujer
astrosa ni tampoco su hijo, ¿lo habré soñado?. Parece que no lo he
soñado pues mi amigo me informa que están tumbados en otra
habitación con una buena ración de oxígeno en sus pulmones y algo
de alimento en sus estómagos.
Enfrente tengo a la niña de diez
años y otro crío que parece su hermano, tendrá cinco o
de seis años y se les ve saludables. Pálidos pero no en
demasiado mal estado.
Según me entero han perdido a sus padres y
a su abuelo, están solos y desean abandonar la casa.
Espera,
espera, amigo. No me entero de nada, vuelve a empezar por favor le
contesto a Luis.
Que te lo cuente la niña, Emiliano, me replica
Luís. Mejor aún Laura, dále la mano y le llevas tu sabes donde
para que tome conciencia de la situación.
Dicho y hecho, me
incorporo, toma mi mano y me lleva a una habitación donde tres
adultos están tumbados en la cama. Muertos, y bien muertos por su
color y por el olor que inunda la habitación.
La niña no
se inmuta, ha visto y sufrido demasiado, ha estado sola con su
hermanito con este panorama en casa.
Salimos de
inmediato, yo no puedo resistir la vista de esos cuerpos que empiezan
a descomponerse y ella me va contando que son sus papás, y su
abuelo.
Sus papas
decidieron dejar las reservas de oxígeno a sus hijos, esperaban que
llegara su abuelo que traería más asi como alimentos. Deseaban
abandonar la casa y la ciudad cuanto antes.
El abuelo era
un coronel que sabía donde encontrar provisiones, máscaras,
oxigeno, armas, y un plano que pudiera guiarles para atravesar Madrid
y el resto de España, parando en sitios donde hubiera algún tipo de
orden, restos de un gobierno, y soldados que acataran las ordenes de
sus superiores.
Se
retrasó mi abuelo demasiado, dice la niña, y mis papás decidieron
darnos las mascarillas que previamente habían recibido de
el, de mi abuelo, se tumbaron en la cama y ahí están, quietos
sin moverse.
El abuelo
llegó muy enfermo, no sabemos que le pasaba, nos dijo que
esperaramos aquí protegidos, con mas mascarillas, que saliéramos a
la terraza y atrajeramos la atención de alguien
que pudiera ayudarnos a salir de aquí. Nos escribió un
papel para dar a la persona que subiera y que seguramente nos
ayudaría a salir de aquí, con las provisiones y con las mascarillas
que el traía.
Se tumbó en
la cama tosiendo, escupiendo sangre, y ahí se quedó dormido al poco
tiempo.
Mi hermanito y yo nos hemos quedado solos, nuestros padres
no despiertan, están muertos, nos encontramos muy tristes y
esperamos que vosotros podrías ayudarnos
tal y como no
dijo mi abuelo.
Callo y escucho a la niña, parece lista y
confiada en unos extraños que acaba de conocer, me maravilla su
sangre fría al contar unos hechos que a cualquier otro niño le
hubieran sumido en el silencio y desesperación.
A ella no,
desea sobrevivir, tiene claro que tiene que salvar a su hermanito, se
siente responsable de el y ese sentimiento le otorga madurez.
¿Que
años tienes? le pregunto, y ella me dice que once para doce en seis
meses.
Es una mocita menuda y flacucha, pero si, puede que sean
sus años por la calma que aparenta.
Mi hermano tiene seis, me
dice, antes de que yo le pregunte.
Maravilloso, pienso, ya somos
familia numerosa y me siento de inmediato a descansar en cuanto veo
una silla propicia para aguantar mi peso.
Capitulo
13
Vuelvo a
tener una familia a la que cuidar, la idea se abre paso en mi
cansado cerebro y reaviva sentimientos ya pasados.
Veo a mis
tres hijas de pequeñas rodeándome esperando jugar a "pies
quietos" y me embarga la felicidad ya pasada.
Tres hijas de
las que ahora no se nada, no hay forma de comunicarme con ellas pues
cada una se marchó a un lugar diferente y lejano.
Ya son
mujeres adultas con una vida plena de satisfacciones personales.
Eligieron su lugar de residencia acorde con sus trabajos y ahora
afortunadamente para ellas no residían en Madrid.
Todo este
tiempo he confiado en que estén vivas, a salvo, alejadas de estas
enormes megalópolis en las que sobrevivir se había convertido en
una dura labor.
La mas joven
reside en una capital del Norte de Europa, muy cerca de los bosques
que siguen en pie proporcionando el necesario oxígeno que nos llega
a cuenta gotas.
Fue allí
porque no le gustaba el trabajo que estaba haciendo en Madrid y ahora
trabaja en una universidad Danesa de bióloga.
Es posible
que la hayan contratado para estudiar el fenómeno genético que
destruye toda la flora y esté a salvo con otro staff de biólogos y
científicos empeñados en desentrañar el enigma que asola nuestro
mundo.
La mayor
abandonó Madrid después de casarse por un motivo semejante. Ni
a su chico, ni a ella misma, les gustaba la vida en la gran ciudad y
hace casi veinte años cambió su vida ciudadana por otra mas
tranquila en una isla poco poblada con un paisaje y una vida natural
impresionante.
Nada se sabe
de lo ocurrido allí, es posible que esta contaminación pestilente
no les haya alcanzado y puedan sobrevivir al cataclismo general de
una civilización tecnológica irrespetuosa con su medio ambiente.
Nuestra otra
hija, la mediana, perdió el contacto con nosotros hace algún
tiempo, eligió estar alejada de todo lo que le recordara su pasada
vida con padres y hermanas, pero sabemos que está feliz, con
trabajo, y lejos de esta vida de ciudad enorme que nunca le gustó.
+++++++
Me zarandean,
despierto y escucho que me llaman, despierto de mi duerme vela y
caigo en la cuenta de que no estoy en casa.
Comienzo a
recordar la pesadilla en la que se ha convertido mi vida y escudriño
a las personas que me rodean.
Dos pequeños
y una casi adolescente, un joven alto, fuerte, decidido, y una mujer
desconocida que me observa con atención.
¿Quien es
esta joven que me mira con descaro y un cierto agradecimiento en
su mirada?.
No puede ser
la mujer astrosa y sucia que me tocó cuando estaba sentado en el
banco de madera esperando a mi nuevo amigo. ¿O si lo es?.
No se como lo
han hecho pero la suciedad ha desaparecido de su rostro y ha cambiado
sus vestidos por otros impecables. El nauseabundo olor que le rodeaba
tampoco está y su aspecto es el de una joven muy delgada, famélica
casi pero atractiva.
Pongo
atención a lo que dicen.
¿Hola como
estás?. Soy Lucía y te agradezco lo que has hecho por mi hijo.
¿Que he
hecho?
Nada en
realidad, arrastrarle con gran esfuerzo de una mano y conducirle
aquí, donde estamos ahora, y ¿donde estamos?.
Voy tomando
conciencia de la realidad, del lugar donde he estado dormido, de los
cuerpos que hay en el dormitorio, del grandísimo dolor de mis
pulmones, de mi necesidad de respirar, de comer, de beber, y sobre
todo mi absoluto deseo de ver a mi esposa, abrazarla, besarla,
decirle que la quiero mas que a nada en el mundo, y no separarme
jamás de su lado.
El deseo de
verla, cuanto antes, se abre paso sobre todas la carencias que
atormentan mi cuerpo y mi espíritu.
¿Cuando nos
vamos?, pregunto y trato de incorporarme inútilmente, caigo en el
sofá de nuevo y la desesperación me inunda al sentir un cuerpo
viejo y desgastado que ya no sirve para casi nada.
Tranquilo,
descansa, vas a comer y beber algo para recuperar tus fuerzas,
tenemos oxígeno de sobra para purificar nuestros pulmones.
¿Como crees
que has podido dormir varias horas?
Si no hubiera
sido por el oxigeno que el abuelo de estos niños trajo para
ellos, todos estaríamos ya muertos.
El estaba muy
enfermo, cuando vio a su hijo muerto junta a su nuera prefirió
abandonar, dejo una carta que luego puedes leer, resulta muy
descriptiva del caos y da pistas para escapar de esta ciudad.
Estoy leyendo
la carta de un desconocido que yace muerto tumbado en una cama de un
apartamento extraño.
Esta dirigida
a persona o personas de buena voluntad y les pide que se hagan cargo
de sus nietos y traten de salvarlos de un mundo que agoniza.
"A quien
puede leer esta carta le suplico se haga cargo de mis dos nietos y
trate de salvarse junto a ellos.
Aquí ya no
hay esperanza, el gobierno junto al gabinete de crisis no existe. Han
abandonado sus puestos y han huido junto a sus familias tratando de
llegar al Norte.
Desde
Bruselas les han sugerido hacerlo y formar un gobierno central en el
norte de Europa que trate de coordinar el éxodo de decenas de miles
de europeos que abandonan sus países y tratan de llegar a zonas
boscosas como sea.
No hay
víveres ni mascarillas de oxigeno para todos, ni tan siquiera para
uno de cada mil ciudadanos.
Han muerto
cientos de millones de personas refugiadas en sus casas o en mitad de
las calles.
Nada se puede
hacer para remediarlo o aliviar el sufrimiento de estas personas.
El mundo que
conocíamos se acaba. Esperemos un nuevo resurgir del ser humano mas
consciente de respetar el entorno en el que vive.
Posiblemente
la población del planeta quede reducida a unos pocos
millones o incluso menos de seres humano.
Mi esperanza
es que TU que lees esta carta puedas sobrevivir y conducir a mis
dos nietos junto a ti para que ambos forméis parte de los
supervivientes.
Dejo diez
mascarillas y unas decenas de recipientes de oxígeno, junto
a suficientes víveres para sobrevivir al menos un mes.
También he
hecho un plano de los lugares a los que podréis acudir en busca de
cobijo o ayuda.
Espero que
sigan funcionando.
Soy militar y
biólogo, formaba parte del Gabinete de Crisis de este país,
al quedar desecho he acudido a casa de mi hijo demasiado tarde,
y le encuentro muerto.
Habían
dejado las reservas a sus hijos con la esperanza de que yo acudiera a
rescatarles.
No puedo
soportar mas este infierno, además estoy sentenciado con un cáncer
que acabará con mi vida en un lapso muy pequeño de tiempo.
Yo no puedo
salvarles.
A quien lea
esta carta le ruego salve a mis nietos, ellos igual que otro pequeños
pueden ser la esperanza de un mundo nuevo".
Estoy
emocionado y aterrorizado por lo que describe este hombre que ha
dejado su última esperanza en manos de desconocidos.
El universo
que conocíamos está sentenciado. No hay gobierno, ni orden, ni
esperanza para los que permanezcan en este país.
Lo
sospechaba, pero no hasta este grado, sigo soñando despierto una
pesadilla que no acaba.
Salvar a los
niños pide, ¿como?. Ha dejado planos con indicaciones de los
lugares a los que acudir en un teórico éxodo hacia el Norte, y me
pregunto si quedara alguien en ellos o solo es una esperanza que ya
se ha desvanecido.
Vamos, vamos,
hay que marcharse me comenta mi compañero. Todos estamos preparados
para abandonar la casa cuanto antes.
Iremos
primero a tu casa, recogeremos a todos y pondremos rumbo al Norte
tratando de salvar nuestras vidas.
Las vuestras,
pienso, pero callo y me incorporo de inmediato.
Me han
alimentado, he descansado, he respirado aire sano, sigo haciéndolo y
pareciera que he recuperado parte de mis fuerzas.
En breve
tiempo estaré viendo y abrazando a mi querida esposa, es lo único
que deseo en estos momentos.
Capitulo
14
Mis sentidos
están saturados, ya no distingo el hedor de la muerte de otros
olores igual de repugnantes.
Con tres
cadáveres dentro de la casa lo inimaginable es pasar la noche
profundamente dormido, como ha sucedido, igual que han hecho mis
otros compañeros. El cansancio es devastador y el sueño es
inevitable y muy bien venido.
Hemos
procurado turnarnos, peor que bien, para vigilar que nada ni nadie
nos de una desagradable sorpresa.
No las ha
habido, el silencio es sepulcral, solo lo rompe algún tremendo
alarido de muerte cuando algunos de los que escapan amparados por la
noche son vilmente cazados y exterminados al momento.
¿Qué objeto
tiene asesinar a quien ya está sentenciado?.
¿Robarle?.
¿Para que?,
me pregunto, si ya casi nada tiene valor en un mundo infernal que se
destruye a si mismo y a todo ser que respira.
Está
amaneciendo y estamos preparados para abandonar la casa.
Llevamos
máscaras, armas, trajes especiales y provisiones cargadas en tres
carritos.
Pesan como el
plomo y han bajado danto tumbos por las escaleras con riesgo de
romperse y desparramar todo su contenido por los escalones.
A pesar del
estruendo nadie ha salido por puertas cerradas y silenciosas. No
parece haber nadie dentro de los pisos o sus ocupantes yacen muertos
ya sin remedio.
El aire es
irrespirable creo, no me atrevo a comprobarlo tapadas mi nariz y mi
boca por una confortable máscara que me da la vida.
Todos
llevamos una con sus respectivos depósitos de oxigeno vital.
Aceleramos el
ritmo esperando llegar a mi casa en un par de horas a lo sumo.
El entorno es
irreconocible y a penas puedo orientarme. Sorteamos árboles caídos
putrefactos ya al igual que los montones de cadáveres o cuerpos
diseminados por todos los sitios.
Caminad, no
entreteneros, no mirar, procurar no resbalar con esa mugre infame que
cubre el suelo, nos va diciendo nuestro amigo mientras arrastra el
carro mas pesado y lleva a los dos hermanos enganchados a su otro
brazo.
La mujer
joven increíblemente recuperada arrastra otro carro ayudada por su
hijo.
Yo arrastro
el menos pesado aunque para mi resulta cargado con plomo.
Estamos
llegando ya, mi corazón salta alborozado pensando en abrazar a mi
esposa. No deseo pensar en que pueden no haber sobrevivido.
Una voz me
dice que es imposible encontrarlas vivas, pero no la escucho, la
esperanza sigue viva y me permite seguir moviendo mis piernas.
Mi barrio al
fin.
Lo que veo
y voy pisando, no me impide pensar que estoy cerca de casa, mi
casa como diría ET, mi corazón se acelera según la distancia
se acorta.
Ansío con
todas mis fuerzas abrazar y besar a mi esposa, pero el temor me
atenaza cuando pienso en las pocas posibilidades que hay de
encontrarla viva.
¿Y la
muchacha?, ¿se habrá marchado con su hijo sin esperarme?. Cuando
sopeso sus posibilidades constato que son nulas. Imposible atravesar
la ciudad sin perecer en el intento.
Nunca el
barrio fue agradable o limpio, pero ahora no puedo apreciar la
diferencia con los que he ido atravesando.
Todos son
inmundos e inhabitables.
El polvo y la
suciedad lo cubre todo, los cuerpos se amontonan por doquier, coches
aplastados obstaculizan el paso al igual que troncos y ramas podridas
de los árboles.
Infinidad de
ratas proliferan entre los cadáveres, la mayoría muertas y
mordisqueadas por sus congéneres que se mueven entre ellas.
Resulta
asqueroso y fascinante ver semejante espectáculo, no es una película
de terror, es tu barrio, es tu mundo, es la realidad de un entorno
que agoniza.
El ser humano
no tiene sitio, otras especies lucharán por sobrevivir y el alimento
no les va a faltar.
Tampoco carecerán de
oxigeno pues una vez exterminados los grandes mamíferos,
incluidos los humanos, el aire restante será suficiente para
insectos y alimañas que a miles corretean ante mis ojos.
Pisamos cucarachas
por cientos, otras suben por las piernas y llegan
hasta nuestro rostro.
Ocupadas las
manos no podemos sacudírnoslas de encima.
A estas
alturas ya no me importan, siempre me fueron repugnantes y
aterradoras, pero ahora todo es mas horripilante que cualquier
insecto vivo que repte por mi cara o piernas.
Ni tan
siquiera tendría fuerzas para espantarlas en el caso de que
pudiera hacerlo.
Les comento,
solo nos queda llegar al final de esta calle que encontramos
a la derecha, otro giro a la izquierda y estaremos frente
a los bloques donde está mi casa.
Genial, en
pocos minutos estaremos allí, me responde Luis que camina
con soltura arrastrando el pesado carro lleno de comida y armas.
Como se las
ingenia el para caminar de esa forma para mi es un misterio. Sortea
obstáculos con una agilidad pasmosa, levantando casi en
vilo a las criaturas que lleva cogidas de su otra mano.
Escuchamos
voces y ruidos de pisadas amortiguadas por la masa informe que cubre
el suelo.
Son renegados
me susurra, tenemos que escondernos, pero ¿donde?. No hay
escondite a la vista, solo pegarnos a la fachada y esperar que no
giren la calle continuando recto.
Si enfilan la
calle en la que estamos, casi en la esquina, nos verán sin remedio.
Me alarga
una pistola a la que miro con asombro. Es la primera vez que
tengo un arma en la mano.
Apunta firme
y dispara, me dice, es fácil, he quitado el seguro. Solo tienes
que apretar el gatillo según enfiles el arma hacia el sujeto al que
quieras abatir.
Se
acercan, no son muchos, tres o cuatro por el ruido y la
conversación que llevan. Ríen y se jactan de sus proezas. Han
liquidado a una pareja que llevaba caretas y provisiones. Tienen
cuerda para varios días gracias al botín que engorda en su poder.
Parece que satisfechos disfrutando con el dolor ajeno.
De donde ha
salido esta caterva de desalmados que siembran todavía mas terror
entre los pobres supervivientes.
Ni tan
siquiera serán soldados renegados, visten sus uniformes arrancados
una vez muertos su propietarios e incluso alguno se ríe de ello, de
lo listos que son confundiendo al personal que piensa llegan en su
ayuda.
Se acercan y
los matan sin disparar un solo tiro apropiándose de las pertenencias
que les interesan. Máscaras, botes de oxigeno, armas y provisiones.
El dinero ya no les sirve, solo joyas o adornos semejantes tienen
valor para ellos.
Están
doblando la esquina. El estruendo de un disparo me saca del estupor
que me embarga. Uno de ellos salta hacia atrás impelido por la
fuerza de la bala que lo atraviesa en el pecho. La sangre salta en un
chorro incontenible tiñendo de rojo la sucia camisa verde y queda
tendido boca arriba en el suelo. De inmediato suena otro disparo y el
segundo sujeto se tambalea y cae de bruces sobre la pared. Se escurre
y de rodillas queda quieto sin proferir ninguna exclamación.
Dispara
Emiliano, me gritan, y sin pensarlo apunto al más próximo y aprieto
el gatillo. Una flor roja brota en el hombro y gira sobre si mismo
como una peonza hasta que se derrumba.
El otro
sujeto trata de sacar un arma inútilmente, suena el cuarto
disparo que le destroza la frente e impulsado se estampa
contra un árbol derruido sobre la acera.
En un
instante cuatro cuerpos más engrosan el montón de muertos.
Estoy mudo y
horrorizado. He matado un ser humano sin dudarlo. Primera y
última vez, pienso, pero estoy equivocado y pronto tendré ocasión
de comprobarlo.
Capitulo
15
El corazón
pareciera salir fuera de mi pecho. Los latidos tienen que ser
escuchados por mis compañeros en el opresivo silencio que nos
rodea. De repente siento una mano que acaricia mi rostro y una
voz profunda suena en mis oídos. Tranquilo Emiliano, todo estará
correcto, tranquilo, es seguro que tu mujer te espera en casa.
Aparto mis ojos
de la añorada terraza, mi terraza, y veo a ¿Cuál es tu nombre? le
pregunto a la mujer que nos acompaña.
Soy Lidia, y mi
hijo es Carlos, te debemos la vida y estoy segura que encontrarás a
quien amas viva, esperando que vuelvas cada segundo del día, no te
rindas ahora. Mereces ser recompensado por tus buenas acciones igual
que tu amigo Luis.
Gracias Lidia,
que Dios escuche tus palabras, voy a estallar si seguimos aquí
mirando la casa.
Vamos, el último
esfuerzo, que ya casi hemos llegado, comenta mi amigo reanudando la
marcha.
Le seguimos como
sonámbulos y la angustia se abre paso de nuevo en mi pecho.
Las llaves,
grito, las llaves vuelvo a repetir llevándome las manos a la cintura
donde até la cartera de viaje que durante años me acompañó en mis
viajes. Tanteo, palpo el contorno de mi cintura, y si, ahí está,
siento la dureza de unas llaves que esperan ser utilizadas de
inmediato.
Esperad, les
digo, voy a sacarlas ahora mismo.
Ni se te ocurra,
me comenta Luis. Espera a que estemos frente a la puerta en el portal
del edificio. Si se te caen ahora resultará imposible encontrarlas
sumergidas en esta masa informe de detritus y porquería que llena el
pavimento.
Retengo mi ansia
y seguimos caminando medio arrastrándonos por mitad de la calle.
Cuanta razón
tiene mi compañero, si las llaves se me cayeran en este revoltijo
enorme que hay sobre el suelo sería muy complicado encontrarlas.
Estoy llegando,
Dios mío, estoy llegando. Que ella esté bien, que esté viva y el
resto también, te lo pido Señor, ayúdame y concédeme la gracia de
volver a ver con vida a mi querida esposa.
Me esperan
rodeando el portal, todos me miran y yo voy moviendo unos pies que se
niegan a dar un paso. Temo lo peor y retraso conocer lo peor. Que
dure esta ilusión, pienso, deja que dure y retrasa todo lo que
puedas abrir la puerta de tu casa, me dice una voz asustada.
Venzo la
tentación, no puede ser tanta cobardía me digo, abre ya cuanto
antes, seguro que necesitan tu ayuda de inmediato.
Apremiado por
esta idea me pego al portal, aunque una mano me detiene en la acción
de buscar y sacar las llaves.
Déjame a mi, tu
estás demasiado alterado, y diciendo esto Luis mete sus manos por mi
camisa, desata la hebilla que sujeta la cartera de trapo a mi cuerpo
y cuidadosamente saca la misma a la mortecina luz de día.
Despacio con
mucho sosiego abre la cremallera de la cartera y mete su mano por el
hueco. Las llaves aparecen sujetas firmemente entre sus dedos.
Examina el manojo y a la primera, sin dudar, inserta una en la
cerradura del portal. Acierta, gira dos vueltas y abre la puerta.
Ir pasando nos
dice, tu primero es tu casa y lo mereces. Así lo hacemos con sigilo
y sin proferir una palabra. Una vez todos reunidos en torno a el, me
entrega las llaves con cuidado para lo cual toma mi mano, la abre,
deposita el manojo contra la palma y cierra mis dedos firmemente. Ten
cuidado, me dice, que no se te caigan.
Tu vas a subir
solo, nosotros esperamos aquí, no deseo que tu gente se asuste al
vernos. Déjalo todo aquí, tómate tu tiempo y si necesitas ayuda,
la que sea, me llamas. Yo subiré de inmediato a tu voz.
¿Te atreves a
enfrentar la prueba mi amigo? me pregunta, y afirma.
Todo está bien,
vas a encontrar a los que amas perfectamente, vete seguro de
ello.
Me empuja con
suavidad hacia las escalera y yo comienzo a subir refrenando mi
angustia y la insana impaciencia por encontrar ¿que? me pregunto, ¿a
todos muertos?.
No, Dios mío,
no, que no sea así. No lo permitas.
Vivo en el
segundo C, y poco a poco llego al descansillo del primero. No
encuentro nada que no sea suciedad extrema. No hay nadie, ningún
cuerpo de persona o animal. Tropiezo y caigo ruidosamente sobre los
escalones. Se escucha el batacazo por todo el portal, Ay, puff, que
daño exclamo.
De inmediato
escucho el ruido de una puerta que se abre y al segundo una forma
peluda se arroja contra mi pierna. Se agarra a ella mientras un
largo y sonoro miaauuu, miaaauuu, se escucha en mis oídos
como música del Cielo.
Es mi gato, es
Gatufo, no me lo puedo creer. Ha salido como un rayo hacia mi cuando
alguien ha abierto la puerta de mi casa al escuchar mi queja.
Estáis vivos,
estais vivo, grito sin poder contenerme y salgo impulsando hacia
arriba llevando a Gatufo en mis brazos.
Querido, mi
querido Gatufo, está vivo repito una y otra vez mientras las
lágrimas y los sollozos no paran de repetirse fuera de mi alborozada
alma.
Gracias,
gracias, estáis vivos vuelvo a exclamar como un loco poseso.
Una alegría
inmensa inunda todo mi cuerpo que galopa hacia arriba sin ver donde
pongo los pies.
Escucho su voz,
existe la gloria entre tanto dolor, me llama y vuelo atravesando la
puerta de mi casa sin mirar ni ver a nadie. Corro hacia su voz que
sigue llamándome sin parar.
Hola, me dice,
hola amor mío. Estás aquí conmigo, gracias, gracias, estás aquí.
La veo sentada
en su silla y me mira, sonríe y extiende sus brazos hacia mi. Caigo
de rodillas y reclino mi cabeza sobre su regazo. Lloro, lloro como el
niño que soy sobre sus senos que me acogen con calor y ternura. Sus
brazos me rodean y me tranquilizan suavemente.
Estás viva,
repito incesantemente, estás viva. Gracias Dios mío, estás viva.
Pues claro que
lo estoy, ¿Cómo no iba a estarlo?. Te estaba esperando y no podía
dejar de estar presente cuando volvieras. ¿Que hubieras pensado de
mi si no me encuentras?, me dice gozosa y con el punto de ironía que
siempre ronda sus palabras en situaciones comprometidas.
¿Que
esperabas?, no podía marcharme sin esperarte querido mío.
Me levanto, la
beso una y otra vez, finalmente nos fundimos en un profundo y largo
beso que es eterno. Dura toda nuestra vida y no deseo separarme de
ella, de sus labios, de su cara, de su cuerpo, nunca más.
Cuanto te he
echado de menos la digo, solo el deseo de verte me ha permitido
sobrevivir a tanto horror.
Calla, calla y
sosiégate, me dice enjuagando mis lágrimas que no cesan de brotar.
De repente caigo
en la cuenta de las personas que esperan abajo y trabajosamente me
aparto de ella.
Debo de
avisarles, me digo, aunque ya estoy escuchando pasos que se dirigen a
donde estamos.
Veo a Gloria, al
pequeño, y ¿a quien más?. Es Miguel, no lo puedo creer, ¿Miguel?,
exclamo.
Claro, mi amigo,
quien iba a ser.
¿Pensabas que
me iba a olvidar de vosotros?
¿Y estos
quienes son?, exclama apartándose y cediendo el paso a mi otra
familia que callados, sucios, derrotados van llenando mi salón con
su presencia.
Nos habías
olvidado, me comenta mi amigo con una sonrisa, y mira con interés a
su alrededor.
Tu eres Cuca, su
esposa, dice, y se adelanta hacia ella cogiendo su mano y
besándosela.
Encantado de
conocerte querida Cuca, dice, estos son los invitados que tu marido
se ha traído a tu casa. Espero que no te importe.
Asombrada Cuca
mira a todos y cada uno de los seres que con timidez la miran a ella.
Miguel y Gloria
los miran a su vez con enorme extrañeza, quienes son estos se
estarán preguntando, y movido por su curiosidad comienzo a citar sus
nombres para dárselos a conocer.
Es tal mi
emoción que confundo los nombres y tengo que callar incapaz de
pronunciar palabra.
Las lágrimas
vuelven a inundar mis ojos y resbalan sin parar por mi cara.
Están vivos
pienso una y otra vez, pero no puedo evitar que un insidioso
pensamiento resbale entre tanta dicha.
Vivos si, ¿pero
por cuanto tiempo?, lo aparto pero con insidia vuelve a resonar en lo
mas profundo de mi cabeza.
¿Por cuanto
tiempo?.
Capitulo
16
Vuelvo a
estar en casa, es lo único que importa, pues durante estos días
que estuve en la calle pensé que ya nunca iba a regresar,
moriría sobre el asfalto, asfixiado, asesinado o de sed e inanición.
La forma era
lo de menos, la muerte estaba asegurada.
Lo peor era
sentir que no vería nunca más a mi querida esposa, no saber si
estaba viva o muerta, no poder decirla estoy aquí contigo, he
regresado, nunca debiera haberme marchado de tu lado.
Ahora otra
ver la tengo en mis brazos, la beso, la arrullo, le digo una y otra
vez te quiero para lo que me quito y me pongo la máscara de oxígeno
con el perjuicio que esto ocasiona en mis pulmones.
Me es igual,
necesito decirle todo lo que he vivido, lo que siento, que ya nunca
me alejaré de ella aunque todo es innecesario pues ella lo sabe y no
hace falta que yo le diga nada.
Me han
contado que Miguel llegó a casa, pudieron abrirle a tiempo, y con
las mascarillas de oxígeno, agua y comida que el traía, nadie sabe
de donde, pudieron sobrevivir todos estos días hasta que regresamos
nosotros.
En realidad
sigo aturdido, no entiendo lo que me dicen, simplemente descanso
disfrutando el hecho de haber regresado y sentirme entre los míos.
Hablan de
marchar, de ir hacia el norte como la única posibilidad de ponerse a
salvo, a mi no me interesa, solo quiero descansar, ver a mi compañera
de toda la vida. Cuidarla mientras siga vivo sin abandonarla nunca.
Sus ojos
muestran la alegría que siente al verme, no dice nada dejando que
hablen los demás.
Y no paran de
estudiar los mapas, hacer proyectos de marcha, calcular para cuanto
tiempo les durarían las mascarillas de oxígeno, la comida, el agua,
sus fuerzas y así vuelta a empezar en cuanto descansan lo necesario.
Urge marchar
dicen, y preparan bultos e idean formas de transportarlos.
Sobre mi
esposa no dicen nada, ella no camina, está permanentemente en su
silla de ruedas pues no tiene ya fuerzas de utilizar su andador.
Su enfermedad ha avanzado significativamente y vuelve a
incapacitarla mucho más que antes cuando quedó en la casa.
Resulta
inimaginable pensar en llevarla por la calle,
¿Cómo y
quien?. Nunca ha aceptado de buena gana que nadie cargue con ella y
ha preferido no salir a tener que verme empujar su silla de ruedas.
Al final
compramos una eléctrica ahora inservible pues no hay donde cargar
sus baterías.
No hemos
hablado sobre la posibilidad de marcharnos, pero se lo que ella
piensa y su decisión irrevocable está tomada.
Ella desea
que la dejemos en casa, que me vaya yo, que salve mi vida y que la
deje a ella para abandonar una vida que le agota.
No va a ser
así pero prefiero no pensar en ello, deseo abandonarme al momento
feliz de haber regresado, descansar en mi cama.
Dormir al
lado de mi esposa, pensar que mis hijas están a salvo y descansar.
Descansar
para siempre.
FIN